Con catorce Caminos de Santiago a sus espaldas, Vázquez conoce cómo ha cambiado la Ruta Jacobea en los últimos años, y ofrece, siendo miembro de la Asociación Amigos de los Caminos de Santiago de Bizkaia consejo a los nuevos peregrinos.

¿Cómo fue su primera experiencia realizando el Camino?

—Siempre me ha gustado mucho ir al monte y me comentaron unas amigas de mi esposa que estaban en la Asociación para hacerlo, pero a mi no me atraía, aunque después de la primera experiencia, me gustó tanto, que desde entonces no he parado.

Y tanto que no ha parado, catorce veces ha llegado hasta Santiago de Compostela.

—Me pareció la primera vez una experiencia inolvidable, el Camino tiene algo, no sabría muy bien definir el qué, pero es que te engancha. Pasas por lugares que de otra manera no vas a pasar, la experiencia de ir andando los pueblos que visitas, las personas que te encuentras... La propia gente peregrina te cambia completamente el concepto de las conversaciones, son totalmente distintas de las que mantienes con tu circulo de amigos y eso te enriquece de una manera que cuando termina el camino piensas, ¿y ahora qué? A pensar en el siguiente.

Usted que ha conocido tantas rutas, ¿qué tienen de especial los caminos que pasan por Bizkaia?

—Los de Bizkaia los tengo muy pateados, prácticamente los hago todos los años, pero yo diría que de especial, lo único es que es nuestra tierra, pero no tienen nada más especial que otros caminos.

¿Cuál es la etapa más dura que ha vivido?

—Fue haciendo el camino de San Salvador, que va desde León hasta Oviedo cruzando la cordillera cantábrica. Son etapas durillas de montaña, e hicimos una etapa más larga que lo que en principio teníamos en mente, empalmamos dos etapas en una y cuando llegué, llegué tan exhausto que creía que no volvía más al camino.

En estos catorce años, ¿ha visto que hayan evolucionado el Camino y los servicios que los peregrinos se encuentran?

—Los servicios verdaderamente han mejorado. Cuando yo empecé había albergues y te conformabas con un camastro para dormir, a veces en unas condiciones pésimas, pero lo agradecías porque no conocías otra cosa. Es cierto que medida que han pasado los años, como todo en la vida, se va mejorando. Se han mejorado mucho las camas, los colchones, las duchas… Hay más higiene y me atrevería a decir que las personas que están de hospitaleros también han mejorado su forma de proceder, van haciendo cursillos y eso le da otro aliciente, es gente más preparada.

¿Hay que prepararse de alguna manera para hacer el Camino de Santiago?.

—Teóricamente no hay que prepararse, pero yo te diría que antes de hacer el camino es recomendable un mes antes procurar andar con el calzado que vas a utilizar para que se vayan ajustando a tu pie y no te hagan ampollas. Hay gente que no se prepara y luego pagan las consecuencia. Estar preparado viene bien, si no, de no estar acostumbrado a andar, de repente haces 30 kilómetros, pues tu cuerpo lo paga.

¿Qué no puede faltar en la mochila de un peregrino?

—Siempre digo lo mismo, lo primero e indispensable para mi, un botellín de agua de repuesto, igual que llevas unos calcetines de repuesto, al fondo de la maleta. Y luego, un chubasquero y un paraguas pequeño. Y hay una cosa cierta, cuanto menos peso, más cómodo vas a hacer el camino y si algo se te olvida o se te rompe se compra por el camino, es importante no llevar peso innecesario.

Ha hecho catorce veces el camino, ¿habrá una decimoquinta?

—Ahora he tenido que dejar el camino por un problema médico que me ha hecho bajar el pistón pero en mente, ganas no faltan. Es una nostalgia terrible, pero mi cuerpo me aconseja no hacerlo. Por suerte soy un apasionado de la fotográfica y guardo muchas imágenes y vídeos.