Viveros, plantas de colección, maquinaria, txosna y música sembraron Arenatzarte con una alfombra colorida para todos los sentidos. Además, el programa de flores y plantas de Güeñes ofrecía visitas guiadas al interior del edificio, sede consistorial desde 1975, de la mano de Alboan Enkarterri Servicios Turísticos. Toda una sorpresa incluso para los vecinos de la localidad que se sumaron, puesto que “habíamos visto el salón de plenos, pero nada más” y desconocían aspectos de su historia que fue desvelando Jorge Gómez Balenziaga.

Como el crucifijo que pende de esa misma estancia e intrigaba a una de las personas que acudió. “Me preguntaba si estaba ahí por temas oficiales...”, preguntó. Pero nada más lejos de la realidad. Ya colgaba en ese mismo lugar cuando acogía una de las habitaciones del chalé Urrutia, cuyas obras “finalizaron en 1910”, aclaró Gómez Balenziaga.

Leandro Urrutia, con orígenes en Galdames, labró su fortuna “en México, con el mercado textil y agrícola”. A su regreso “se asentó en Santurtzi y compró el terreno del parque Arenatzarte y los alrededores para construir la residencia de verano de la familia, diseñada por el arquitecto Emiliano Pagazaurtundua”. El indiano falleció en 1908, sin poder verla terminada y, entonces tomó las riendas su esposa, “Josefina Galdames, una mujer adelantada a su época” que trazó el inmenso jardín donde ayer se celebró el mercado “a su antojo, mandando traer árboles de América”.

Una maqueta permitió apreciar mejor la fachada “con elementos afrancesados del segundo imperio y el tejado, que recuerda al del hospital de Basurto”, así como la distribución. En estilo “neorrenacentista” la planta baja, “que ahora acoge oficinas, alojaba las salas pensadas para la parte social: billar, baile, etc., mientras que las habitaciones privadas se hallaban en el piso superior”. El artesonado del techo en el recibidor, vidrieras y mobiliario dejaron sin palabras, al igual que varias sorpresas: una vieja máquina de escribir en un mirador, un mueble bar cerrado con taburetes a juego y, bajo un maillot del ciclista Samuel Sánchez, la puerta en la buhardilla que posibilitaba a las sirvientas escuchar las misas oficiadas en la capilla.