L pasado jueves las diócesis vascas celebraron la campaña de Misiones Diocesanas, este año bajo el lema La Misión es vida/Misioa bizia da. Un día que estuvo marcado por la pandemia que nos golpea. La misionera bilbaina de Nuestra Señora de África, Begoña Iñarra, se acercó a Bilbao para apoyarla, pero la crisis del coronavirus impidió que sus testimoniosdeVoces del Surllegaran a los vascos y nos recordaran que como misioneros o voluntarios han viajado a los lugares donde la necesidad es mayor, a defender la dignidad de las personas más pobres y más necesitadas. Un compromiso que en numerosas ocasiones desconocemos e infravaloramos.

Esta vasca políglota, que después de acabar la carrera de Químicas en 1970 decidió viajar como seglar a El Congo a enseñar, es de las personas que mejoran el mundo. Una mujer de ideas claras y bien cimentadas en los principios de la dignidad humana. “África engancha porque tiene una serie de valores -que antes también los teníamos nosotros- como la alegría y la generosidad a pesar de su pobreza”, dice sonriente.

Su larga trayectoria misionera en Kenia, Etiopía, Uganda y Zambia entraña un nuevo concepto de Misión. “Tengo muy asumida la internalización. Por eso allí donde íbamos cristianos, musulmanes y de otras relaciones teníamos una gran amistad”, reconoce sonriente a DEIA.

Iñarra lleva más de 50 años ayudando a mejorar la vida de las personas, principalmente de las mujeres, “el colectivo más vulnerable en África y también las más luchadoras. En los distintos suburbios de las zonas africanas a donde acudía enseñaba a las personas a pensar por ellas mismas; a tener criterio propio y saber distinguir la verdad de la mentira”. Tras su estancia en el continente negro, Begoña Iñarra fue secretaria ejecutiva de la red África-Europa Fe y Justicia en Bruselas. “Allí intenté por todos los medios, durante los diez años que estuve, que los tratados y las relaciones comerciales fueran más justas y se tuviera en cuenta a África. No conseguí que se le favoreciera, pero sí que no saliera tan mal parada como pretendían las multinacionales que expolian sus materias primas”, explica.

Esta misionera vasca muestra el lado más humano de las personas. Sus actitudes y su trabajo marcan el camino a seguir y el proyecto de vida de futuras generaciones. “En las comunidades africanas donde he trabajado siempre les recordaba que no eran pobres, sino empobrecidas”, sostiene. “Porque las multinacionales con el apoyo de gobiernos comprados por ellos no tienen escrúpulos. Por eso, desde la Congregación intentamos formar a líderes que luego hagan un trabajo extraordinario concienciando a su gente de que tienen que luchar contra esas conculcaciones de sus derechos”, apostilla. “Salvaguardar el medio ambiente es como el Titanic o ahora el coronavirus. Si se hunde, o nos infectamos, morirán ricos y pobres”, sentencia.

Todos los países africanos por los que ha pasado Begoña Iñarra han estado en guerra. “Conflictos que se producen donde hay intereses económicos o están en situaciones estratégicas para EE.UU. u otras potencias”. Por eso, también dedicó sus esfuerzos a crear situaciones de justicia tras los conflictos. “Trabajo por una justicia en un mundo donde el centro sea el ser humano y se respeten los recursos naturales para todos los integrantes del planeta”.

Ahora trabaja en Madrid contra la trata de seres humanos e indica que “son esclavas sexuales, aunque no nos atrevamos a calificarlas así”, indica. “Las tenemos aquí mismo y no hace falta ir a África”, se lamenta. “El problema son los consumidores. Por eso hay que poner en marcha campañas como en los países nórdicos para que los varones no consuman. Que sepan que un hombre digno no usa los servicios sexuales de una mujer; que sienta vergüenza por hacerlo”.

Sobre el Papa Francisco sostiene que ha supuesto un soplo de aire libre y fresco tanto para misioneros como para seglares que trabajan por un mundo más justo, “aunque sus denuncias están molestando a mucha de la jerarquía de la Iglesia. Es el primer Papa que ha denunciado el sistema económico actual que va contra la dignidad de las personas”. A Iñarra le hubiera gustado más contundencia en el sínodo para que las mujeres accedieran a puestos de decisión de la Iglesia, pero es consciente de que el Papa está en un terreno minado y debe de medir sus fuerzas”.