a la vista no se percibe. Pero han tenido que cambiar la manera de hacer las cosas cotidianas. Inés, María Jesús y Beatriz narran a DEIA los efectos secundarios con los que viven durante su vida diaria tras haber sufrido un cáncer de mama.

La vida de María Jesús dio un vuelco hace 16 años. Le diagnosticaron cáncer de mama. “Tuve una tía que murió por esta enfermedad y creo que mi diagnóstico me lo tomé bastante bien, porque fui un poco inconsciente de todo el proceso”, recuerda. No tuvo “muchas complicaciones” durante el tratamiento del tumor pero, aún así, no dudó en acercarse a la Asociación del Cáncer de Mama de Bizkaia, que el domingo celebra la sexta edición de su carrera solidaria, para hacerse socia.

Inés, por su parte, pasó por quirófano hace ocho años y medio para que le extirparan un pecho. “Dos años después de la operación me lo reconstruí”, relata. Su tumor medía ocho centímetros y medio de diámetro, por lo que primero tuvieron que darle quimioterapia para reducir su tamaño. “Vine a Acambi cuando todavía no me habían operado. Lo llevé muy mal porque tenía el bicho dentro y lo que quería era que me lo quitaran de una vez”, recuerda. En Acambi recibió la empatía y la compresión que en ese momento necesitaba. “Yo las veía y era el espejo donde quería verme reflejada. Me decía a mí misma que si ellas habían salido, yo también podía hacerlo”, recuerda. Y así fue.

Beatriz, por su parte, recuerda que hace catorce años le dieron la tremenda y mala noticia. Tenía cáncer de mama. “Me hicieron la biopsia y salió positivo”, dice. Por eso se tuvo que enfrentar a la cirugía, a la quimioterapia y a la radioterapia.

Sin embargo, tal y como narran las protagonistas, el cáncer de mama no termina cuando cesa la quimioterapia o el tumor es extirpado. Ellas saben de primera mano las consecuencias que conlleva pasar por el quirófano en esa situación. El linfedema -hinchazón por acumulación de líquido en los tejidos blandos del cuerpo-, sequedad vaginal o atrofia vaginal son algunos efectos secundarios, invisibles, que afectan a muchas personas después de padecer cáncer de mama. Expertos en la materia aseguran que a pesar de no haber una curación total para el linfedema, sí que existen medidas para que no aumente. “Lo que intentan es que no avance más o mejorar un poco lo que ya se tiene”, asegura Manuel del Toro, ginecólogo de la OSI Barrualde-Galdakao. Sin embargo, a pesar de que no existe un fármaco que solucione este problema, Del Toro asegura que “es un problema cada vez menos frecuente”. De hecho, “se hacen unas cirugías experimentales que han conseguido mejorar algunos casos”.

No obstante, a pesar de que cada vez son menos las mujeres que padecen linfedema, María Jesús y Beatriz saben lo que es vivir día a día con esa enfermedad. “Para mí, los efectos secundarios comenzaron a a los cuatro años de operarme”, dice la primera. El brazo se le comenzó a hinchar y “en realidad no había ningún motivo”. Acudió al hospital y, tras soportar la lista de espera, acudió al médico de empresa. “Ahí me confirmaron que era un linfedema y me explicaron que lo único que había para intentar llevarlo mejor era el drenaje linfático”, asegura. Sin embargo, la enfermedad es crónica, por lo que hay que tratarla durante toda la vida. “Me dijeron que ellos no lo hacían porque era muy caro”, relata. Y es que el drenaje linfático se realiza con el fin de que la linfa no se atasque después de que a la enferma le extirpen ganglios de la axila. De alguna manera, hay que forzar los ganglios supervivientes para que trabajen por los que ya no están. “Yo, por ejemplo, voy una vez por semana a hacerme el masaje, que cuesta unos 40 euros. Hay que tener en cuenta que es para toda la vida... y sale muy caro”, aseguró María Jesús.

Beatriz conoce también muy bien lo que supone padecer un linfedema. “Me apareció poco después de la operación y en cualquier momento puede empeorar”, dice. Y es que, tras la operación, si surge el linfedema, las pacientes no pueden cargar peso en el brazo en el que le han extirpado los ganglios. No les pueden sacar sangre para hacer analíticas ni tampoco tomar la tensión. “Hay que tener muchísimo cuidado con todo, porque como se te haga una herida, puede derivar en una infección que, como se complique, puede incluso convertirse en algo muy grave y terminar muerta”, asegura María Jesús. Según Beatriz, “te condiciona para todo” y es algo con lo que “ni la sociedad ni tampoco los profesionales están concienciados”.

El sexo, el tema más tabú Otra de las consecuencias con las que tienen que vivir algunas de las mujeres que han padecido un cáncer de mama es la sequedad o la atrofia vaginal. “Después de la operación te tienes que medicar y a algunas personas nos produce atrofia o sequedad vaginal”, relata Inés, intentando que estos temas no se conviertan en tabú. “Tuve la menopausia con 39 años y eso es algo que no se ve”, afirma. Produce unos efectos secundarios “muy terribles”. Acudió al ginecólogo para intentar dar con la solución. “Me dieron lubricante, y eso ayuda a que no haya hongos, a no tener picores... pero no te ayuda a la hora de tener relaciones sexuales”, cuenta por propia experiencia, ya que suele tener sangrados y fuertes dolores. “¿Cómo le dices a una mujer de 40 años que su vida sexual ha terminado?”, se pregunta.

Todas creen que la investigación en la enfermedad es necesaria y por eso están agradecidas a todas las personas que, año tras año, demuestran su solidaridad con la Asociación de Cáncer de Mama de Bizkaia. De hecho, el domingo se celebrará la sexta edición de la marcha solidaria del cáncer de mama de Bizkaia y hace dos semanas que se agotaron las inscripciones para poder participar en ella. Sin embargo, desde Acambi recuerdan que aquellas personas que quieran aportar su granito de arena pueden adquirir el Dorsal 0 a través de la cuenta de Laboral Kutxa ES51 3035 0083 27 0830034765.