Bilbao - El caserío familiar le contempla en su despacho. Siempre ha llevado consigo el cuadro pintado por su amiga Kontxi Trigo para recordar sus orígenes, en el barrio carranzano de Matienzo que acabarían marcando su trayectoria posterior. Crecer rodeado de animales pareció predestinar a Francisco Dehesa hacia una carrera que corona su ingreso en el apartado de historia de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de España.

“Vacas, ovejas, gallinas, terneros?” formaron parte de su infancia. “Me apenaba cuando llegaba el momento de vender algunos de ellos, me resultaba gratificante ayudar en la cuadra, que no se encontraba en la parte inferior del caserío, sino en una construcción auxiliar”, rememora. Sus primeros recuerdos están asociados a las caminatas desde su casa a la escuela rural de Matienzo o la imagen de los cazadores que preparaban sus cepos para sorprender a los lobos que merodeaban por el monte. A la hora de elegir Bachiller, Francisco Dehesa se decantó por la especialidad laboral agrícola-ganadera, dado el contexto de Karrantza. Continuó su formación en Cangas de Onís con estudios enfocados al mundo lácteo y la veterinaria ganó el pulso a la ingeniería agrónoma cuando se planteó matricularse en la universidad. Finalizada la licenciatura en León, regresó a su tierra para dar sus primeros pasos profesionales. Y es que tras siete años fuera, “quería disfrutar de mi familia”, en aquel 1976 en que le reclutaron en la cooperativa Guvac, que aglutinaba explotaciones ganaderas de distintos barrios de Karrantza, y participó en la creación del sindicato agrario EHNE. “Había mucho por hacer, conocíamos los nombres y apellidos de los más de 500 clientes con los que trabajábamos. Había vacuno de leche y también manteníamos contacto con los pastores”, asegura con un punto de nostalgia.

En 1980 se trasladó a Bilbao, donde se ha centrado desde entonces su trayectoria en diferentes áreas del Ayuntamiento, “con un perfil más gestor” en Salud y Consumo en la que destacaron “los trabajos pioneros de nuestro equipo sobre parásitos como el anisakis del pescado” y, actualmente, Acción Social. También presidió el colegio vizcaino de veterinarios e impulsó el Consejo General de Colegios Veterinarios de España.

Tareas que ha compaginado con sus investigaciones sobre historia de la veterinaria desde su etapa en la facultad. De su padre, “un gran narrador”, ha heredado Francisco Dehesa su interés por la evolución de los servicios municipales, la agricultura y la ganadería, así como por las figuras que han construido la ciencia a lo largo de los siglos y a pesar de ello permanecen en el anonimato fuera de los círculos académicos. “Fray Bartolomé de Carranza”, cuyo nombre remite a los orígenes familiares “fue hijo de un veterinario del valle que marchó a trabajar a Nafarroa y estuvo vinculado a la corte de Felipe II, Benigno Montejo, oriundo de Santecilla que acudió a la escuela de Ranero -el barrio al que pertenece la cueva de Pozalagua- y ejerció de veterinario en Portugalete”, cita, para mencionar a continuación las vidas de grandes profesionales truncadas por el estallido de la Guerra Civil de las que prefiere no desvelar identidades hasta que haya atado todos los cabos de su siguiente proyecto, porque a veces la documentación que busca con ahínco en los archivos tarda en salir a la luz tanto como un ternero en un parto complicado de los muchos que presenció de niño.

Ya que “no he sido un veterinario al uso, dedicado a la atención de animales”, cuando supo que le habían propuesto para ocupar una vacante en la Real Academia de Ciencias Veterinarias de España, solicitó entrar en el apartado de historia. En su discurso sobre la campaña de saneamiento bovino en Bizkaia entre 1951 y 1976 y la aportación a la veterinaria de Jesús Cuezva Samaniego, se retrotrajo a las “tradiciones orales y las historias que se escuchaban en reuniones y celebraciones de los caseríos familiares” en Karrantza, que se remontaban al siglo XIX. En ellas “se cruzaban ya médicos, veterinarios, boticarios, castradores, sanadores, herradores, curanderos? parte del paisaje de la veterinaria española y se mantuvo de alguna forma hasta mediados del siglo XX”.

Francisco Dehesa seguirá indagando en el pasado de esta rama de la Medicina, a la sombra de su caserío de Matienzo, un barrio limítrofe con el municipio cántabro de Ramales de la Victoria, que, por cierto “debe su nombre al general Espartero”.