SOLO tienen un simple objetivo: despertar alegría e ilusión en las personas que durante estos días pisan la baldosa bilbaina. Quieren romper con los prejuicios. Que las personas “que estén muy distraídas” de sus pertenencias lleguen a casa y se encuentren un regalo; un obsequio de alguien que no te conoce sin pedir nada a cambio, un pequeño detalle que quiera invitarte a una reflexión.

En eso consiste la iniciativa del Komando Opari -parte de ella subvencionada por el Gobierno vasco-, introducir regalos en los bolsos y mochilas de las personas que andan por la calle con la misma técnica a la de los carteristas, pero en vez de quitar, dar. “Queremos romper con los escrúpulos, que la gente cuando llegue a casa y se encuentre el regalo piense que podrían haberle robado pero han hecho todo lo contrario”, destaca el actor Iru, la mente pensante del proyecto, que trabaja con un equipo formado por dos menores de edad, varias personas de en torno a los 40 años y algún excarterista.

Ayer empezaron su labor en la villa y estarán eligiendo a sus víctimas hasta el 21 de agosto. ¿El perfil perfecto? Pues el que busca un carterista. Un momento de descuido para que un miembro del Komando coloque entre las pertenencias un pequeño paquete anónimo envuelto en papel de regalo.

La primera víctima de ayer en el entorno del Museo Guggenheim fue Inés Bom. “Es perfecta porque lleva la mochila abierta y está distraída”, dijo Iru. Cogió a parte de su equipo, concretamente a Leire y Edu, de 13 años, y se pusieron manos a la obra. Esta portuguesa que estaba de vacaciones en la villa no se percató en un primer momento de lo que había ocurrido. De hecho, un hombre se acercó a ella para avisarle de que llevaba la mochila abierta y, fue entonces, cuando vio algo en su bolsa que no era suyo. Iru se acercó y le explicó en qué consistía su iniciativa. Y, al instante, a Inés se le iluminó la cara: “Es maravilloso, muchísimas gracias”, dijo con los ojos relucientes. ¿El regalo? Una caja con un mensaje y con una invitación al acto que ellos mismos han preparado este próximo lunes en la Plaza Nueva para seguir sorprendiendo.

La misión de Komando Opari es esa misma. Ayudar a que los días de las personas sean mejores aportando su granito de arena. “Es un acto delincuentemente poético, arte callejero, arte habilidoso es arte que reparte”, describen. Por eso continuaron con su misión. Siguieron observando a sus posibles víctimas para dar con la más adecuada. Generalmente no les cuentan nada, solamente cuando creen que se han podido dar cuenta de la jugada. “Queremos que sea una sorpresa para que ellos mismos experimentes las sensaciones”, explica Iru. A lo que añade que lo que menos importancia tiene es la respuesta que reciben ellos mismos. “Hay que empezar a dar así porque sí, no lo hacemos para después digan que somos buenos”, dicen. Por ello, estuvieron durante toda la tarde repartiendo felicidad. Una iniciativa con la que estarán actuando durante los próximos diez días por las calles de la villa, aprovechando también la llegada de Marijaia. “Las fiestas es el mejor momento”, dicen ansiosos.

Origen de la iniciativa Todo se remonta a hace seis años. El actor -Iru- se tuvo que meter en el papel de Olentzero. Fue entonces cuando se le acercó un niño senegalés y le pidió que le mandase regalos a su hermano que se encontraba en su país natal. “Ese momento me marcó mucho”, admite. No se pudo quedar de brazos cruzados. Se guardó la carta del niño y tras varias gestiones se juntó con dos amigos para poner rumbo a Senegal. “El niño se imaginaba que Olentzero podía viajar por todo el mundo”, dice. Desde entonces, se convenció que quería cambiar el pensamiento de la sociedad para ser “un poco mejor”. En vez de quitar, poner. En vez de robar, regalar. Para conseguir una sonrisa, una sorpresa o una reflexión.