Orduña - A sus 61 años, a Maite Durana se le ilumina la mirada al hablar de su ciudad, de Orduña. “Yo nací en Bilbao, pero cuando tenía unos 5 años nos vinimos a vivir aquí, de donde es originaria mi familia paterna. Soy y me siento orduñesa”, afirma con rotundidad. Vinculada emocional y profesionalmente al sector primario, Durana preside la asociación que agrupa a ocho productores locales “con certificado ecológico o denominación de origen que apostamos por la calidad y una comercialización de cercanía”. Creada en 2007, fue inscrita con el acertado y atractivo nombre de Urduñako Zaporeak.
¿A qué sabe y a qué huele Orduña?
-Para mí, Orduña sabe a tranquilidad y huele a aire puro y limpio. Creo que cumple todas las características de una ciudad slow. Por su tamaño reducido, riqueza gastronómica, respeto por el medio ambiente e identidad, si hay algún lugar que merece ese calificativo es, sin duda, Orduña.
Se dice que la comida entra también por los ojos. ¿Qué imágenes elegiría para una buena carta de presentación de la ciudad?
-Primero la Foru Plaza, el centro neurálgico de nuestro bello casco histórico. Y, por supuesto, incluiría imágenes del verdor de sus campos; del Txarlazo, con su espectacular monumento a la Virgen de La Antigua y también del Pico El Fraile, por su singular figura y lo que significa para Orduña.
¿Es importante su simbolismo?
-Además de por su característica y particular imagen, durante los últimos años de la dictadura se subía hasta allí a poner la ikurriña. La bandera era retirada y en pocos días volvía a aparecer. Durante un tiempo tuvimos muy entretenidos a los agentes de la Guardia Civil. (Risas)
Otro icono de la ciudad es la Virgen de La Antigua.
-Si, es nuestra patrona, pero yo soy más devota del Cristo de Santa Clara. Aunque es mucho menos conocido para quienes no son de Orduña, para mí es muy especial, ya que el convento de las Clarisas, que acoge su imagen, forma parte de los recuerdos de mi niñez y estoy muy vinculada a esa zona de la ciudad. Ahora se encuentra abandonado y siempre he pensado que sería un buen lugar para crear una bodega.
Por desgracia, no es el único ejemplo del rico patrimonio de Orduña que está cerrado o en desuso.
-Así es. Recientemente ha quedado también vacío el impresionante colegio de la Compañía de María. Cuando subimos al monte y miramos hacia abajo es lo único que se ve claro de la ciudad. Yo estudié allí y venían también muchas niñas internas. Nunca pensé que acabaría cerrado. También tengo propuestas para ese edificio. Yo haría allí la Facultad de Veterinaria.
Y, puestos a lanzar ideas, ¿qué haría con la antigua aduana?
-Ahí nada diferente. Sigo apostando por que sea un hotel-balneario. Ojalá se vuela a abrir por una empresa solvente, porque sería muy bueno para la ciudad, el turismo y el sector comercial. Además, la gente podría volver a relajarse y beneficiarse del agua de La Muera.
¿Posee propiedades curativas?
-Dicen que sirve para curar dolores, torceduras, lesiones... De hecho, antes venían muchos deportistas a coger agua de la fuente para uso tópico. Yo la que he probado es el agua sulfurosa de una fuente que hay a las afueras de la ciudad, yendo hacia Aloria, que es muy buena para las heridas. Y de jovencita, en tiempos de la novena, iba también a beber a la fuente de La Antigua porque decían que así la Virgen te recompensaba con un buen novio.
Conoce muy bien los tesoros ocultos de Orduña. ¿Qué enseña cuando ejerce de anfitriona?
-Primero mi bodega y, por supuesto, la Foru Plaza, sus calles comerciales adyacentes y cuento su historia. Luego siempre vamos a tomar algo relajado y, de recuerdos, regalo productos típicos, como los mantecados Badillo o Larrea, mermeladas para desayunar, txakoli para acompañar la comida, huevos, caracoles y ricos productos de la huerta.
Por último, ¿cómo es un orduñés?.
-Yo creo que somos personas abiertas, amables y muy simpáticas. Y sobre todo, nobles. Para algo Orduña es la puerta del Señorío de Bizkaia.
Presidenta de Urduñako Zaporeak