Bilbao - Los dos proyectos se pusieron en marcha con la misma filosofía y el mismo objetivo: luchar contra el despilfarro alimentario. Uno nació en Alonsotegi en 2014 y el otro en Galdakao en 2015, pero han tenido tan buena acogida que actualmente se están expandiendo por muchos municipios de Bizkaia. Las dos iniciativas desarrollan la misma función: suministrar los excedentes de comida que les donan restaurantes, empresas y particulares a las personas que más lo necesitan. De ahí que ambos lleven el adjetivo solidario. Lo único que les diferencia es el sistema operativo. Tupper Solidario lo hace de forma personalizada y a través de los servicios de los diferentes ayuntamientos donde entregan la comida y en la Nevera Solidaria cualquiera puede abrirla para llevarse a casa un plato de lentejas.

“La idea surgió por sensibilidad ante el despilfarro y para intentar darle un destino socialmente responsable a la comida que sobra”. Así lo cuenta Iñaki Gros, alma mater del proyecto junto a Marije Salinero. Ambos estuvieron durante un tiempo “dándole vueltas a ver cómo era posible rescatar esa comida manteniendo unas condiciones de salubridad”. Tras pensarlo mucho se lanzaron a los fogones en busca de personas o empresas que estuvieran dispuestas a donarles los excedentes alimentarios. Y poco a poco los fueron encontrando. Comenzaron con dos restaurantes, La Chuleta de Zorrotza, y el Asador Donosti de la calle Pablo Alzola, pero hoy es el día que pueden presumir de que “tenemos hasta lista de espera de proveedores”. Actualmente se abastecen de la comida sobrante de bares o restaurantes como Las Tablas de Portugalete o el Yimby de Bilbao, así como “una empresa de catering tan importante como Gastronomía Cantábrica”, destaca Iñaki, o Gesalaga, de Zarautz, una empresa de precocinados, y dos colegios. En este punto es donde Marije quiere hacer una aclaración. “Los colegios son privados y tienen cocina propia”, señala. “Y digo esto porque hay muchos colegios públicos que nos quieren donar pero no pueden hacerlo porque lo prohibe la normativa”. Marije quiere dejar claro que “los colegios nos dan la comida directamente del puchero, jamás cogemos algo que haya llegado a una mesa, ni una barra de pan”. En cuanto al procesamiento de la comida, una vez que llega a sus instalaciones, en Alonsotegi, Iñaki Gros dice que “trabajamos con logística empresarial”. Eso quiere decir que se han tenido que equipar “con el mismo utillaje que una empresa del sector” ya que “entapamos y realizamos los mismos procesos para que la comida no pierda propiedades y evitemos el riesgo”. Eso les obliga a almacenar la comida en “frío congelado”. La última fase del proceso es la entrega de la comida. “La hacemos de forma discreta en los locales que nos ceden los ayuntamientos con los que hemos concertado”, señalan.

Sobre la entrega, Iñaki insiste en que “son los ayuntamientos los que priorizan y deciden” quién se va a ver beneficiado con las raciones de comida. Pero “la entrega física la hacemos nosotros”, recuerda. Y lo hacen porque “no queremos perder de vista ni el producto que entregamos, ya que tenemos que mantener la cadena de temperatura, ni a la gente a la que llega el recurso”. Por eso les gusta decir a Marije e Iñaki que “ nosotros estamos muy apegados al terreno, hablamos con la gente y vemos los problemas que tienen”. Actualmente, algo más de 200 “unidades convivenciales, que bien puede ser una familia de ocho miembros o una persona sola”, comen diariamente gracias al proyecto Tupper Solidario. Sus responsables calculan que reparten 16.500 raciones en un año. Los beneficiarios son vecinos de Sestao, que fue el primer ayuntamiento que confió en ellos, Erandio, Barakaldo, Portugalete, Balmaseda y Zalla. Pero son mucho más los que ya se han interesado por el proyecto. “Hemos hablado con mancomunidades”, señala Iñaki, “que lo están estudiando con muchas ganas, así como municipios como Derio y Bilbao”.

Nevera Solidaria La Nevera Solidaria que se sacó de la chistera el polifacético Álvaro Saiz también lleva camino de convertirse en un fenómeno social de éxito. Comenzó en su pueblo, Galdakao, en abril de 2015 como consecuencia de un problema que se le estaba planteando en la ONG, Asociación Humanitaria de Voluntarios de Galdakao que había montado hacía tres años. “Nosotros somos una asociación”, cuenta Álvaro, “que repartimos alrededor de 4.000 kilos de comida mensuales, pero el asunto es que teníamos comida que caducaba en dos o tres días y no la podíamos repartir hasta dentro de 15 días”. Así que tuvo una idea. “Pensamos que antes que tirarla era mejor meterla en una nevera y que la recogiera el que quisiera”. De esa forma nació la Nevera Solidaria. Pero tuvo que pasar un tiempo hasta que se viera la primera nevera en la calle. “El problema”, recuerda Álvaro, “es que no había una base legal y había que buscarla para no pillarme los dedos y ser responsable de lo que pasara”. Se la buscó con un abogado que le asesoró y encontró la solución. A partir de ese momento se puso en contacto con el Ayuntamiento de Galdakao “que fue valiente y creyó en lo que decíamos”. Gracias a su apoyo se hizo realidad la Nevera Solidaria.

El sistema de funcionamiento de este invento solidario es muy sencillo, tal y como explica Álvaro. “Hay gente que deja comida y otra que la coge”, dice. Pero “es más complicado de lo parece”, aclara. Se refiere a que “los alimentos que deja la gente deben estar etiquetados con los ingredientes que lleva y con la fecha que ha sido cocinado, no con la fecha que se ha dejado”. La comida siempre debe depositarse en unos tuppers que la asociación reparte gratuitamente gracias a las donaciones de la fundación Mikel Uriarte y a la asociación La Gota de Leche. También quiere disipar dudas diciendo que “en la nevera no entra ningún alimento que pueda suponer un riesgo mínimo para la salud”. Para ello siempre hay un control por parte de miembros de la asociación que vigilan “la limpieza y que esté todo correcto”. La idea de Álvaro ya ha traspasado fronteras. Además de las dos neveras instaladas en Galdakao, la Escuela de Hostelería de Leioa, Gasteiz, Lasarte, Donostia y Valencia, entre otras localidades, ya hay constancia de que hay neveras solidarias en México, Argentina, India o Polonia. Aquí, en Bizkaia, también hay muchos ayuntamientos como Plentzia, Portugalete o Basauri interesados en que una nevera con fines solidarios forme parte del mobiliario urbano.