Bilbao - Llevan más de tres años de papeleos, permisos, presupuestos, proyectos y obras. Un tiempo de quebraderos de cabeza, sinsabores y momentos de bajón. Pero ahora a unos pocos meses de su conclusión, las diez familias que viven en el número 2 A de la calle Dique de Olabeaga ya tocan el futuro de su casa con los dedos.

Para finales de año estará concluida la reforma integral de su achacoso edificio que se va a convertir en la perla del barrio ribereño bilbaino. Unos trabajos que incluyen la construcción de un ascensor en el interior del bloque, la creación de una nueva fachada principal, que generará una terraza para cada vivienda y unas escaleras a estrenar, además del blindaje del bloque contra las duras inclemencias del tiempo que azotan esta zona conocida como la pequeña Noruega.

A Marta Ibarbia se le nota un especial cariño cuando habla de esta iniciativa. La directora de Surbisa, la sociedad municipal para la recuperación de viejos edificios en Bilbao, asegura que “son los propietarios los verdaderos protagonistas de este proyecto aunque nosotros les hayamos ayudado en todo lo posible”.

El vetusto edificio de la calle Dique, número 2A es un bloque situado a pocos metros de la orilla de la ría que consta de cuatro alturas más el bajo y su portal está ubicado por encima de la cota del muelle de más de cinco metros de altura. Así era la forma de construir viviendas en Olabeaga en 1930, unos años en que el barrio era un hervidero de astilleros e industrias asociadas al sector naval.

Su ubicación expuesta ya que no tiene ningún edificio más al lado ha conllevado con las décadas un importante deterioro de sus cuatro fachadas de color rosa.

Cuando Surbisa entró en el barrio en 2011 para iniciar la recuperación de sus edificios consiguió que el Gobierno vasco declarara la zona protegida lo que permitía acceder a más ayudas económicas para llevar a cabo la rehabilitación integral.

Ricardo Barkala, concejal de Obras, Servicios, Rehabilitación Urbana y Espacio Público explica que “la comunidad quería instalar un ascensor y cuando acudieron a nosotros les propusimos además rehabilitar todo el bloque debido a que después de un examen que hizo Surbisa se observó un grado de deterioro importante”.

La invitación para aislar térmicamente sus cuatro fachadas, además de instalar el elevador, no cayó en saco roto pero había mucho trabajo por hacer.

La fórmula de colocar el ascensor por una de las fachadas era inviable por lo que se optó por construirlo en el corazón del edificio, donde se ubicaban las escaleras y sacar éstas a la fachada principal. Una solución técnicamente planteada por el estudio Behark Arquitectura pero que implicaba ensanchar ese frente norte del edificio que mira a la ría.

Suelos contaminados Además a este tema hubo que añadir el hallazgo de suelos contaminados ante el inmueble (está levantado sobre terrenos de antiguos astilleros) lo que obligaba a ejecutar una limpieza previa de los terrenos antes de las obras. Los obstáculos fueron superándose gracias al apoyo municipal y a “una comunidad de propietarios colaboradora y volcada en la mejora del edificio”, asegura Barkala.

Así lo primero que se hizo fue ayudarles a tramitar la retirada de la tierra sucia. Después el Ayuntamiento modificó el PGOU para autorizar el proyecto de rehabilitación ya que la nueva fachada iba a modificar la alineaciones normativas del edificio y la estructura iba a ocupar un terreno público que se permutó por el ubicado detrás del edificio.

Finalmente, se ayudó a la comunidad a conseguir una financiación pública especial de la mano del Gobierno vasco, por el plan Renove de eficiencia energética, y de la propia sociedad municipal Surbisa.

Porque ejecutar estas obras no está siendo barato para la comunidad ya que, al final, tendrá que abonar 550.000 euros en total, aunque prácticamente la mitad de esa cuantía será sufragada por las ayudas institucionales. Es decir, que cada familia tendrá que pagar de media al final 27.500 euros, “una cantidad muy importante para ellos”, apostilla Marta Ibarbia.

Pero todo habrá merecido la pena. Además de contar con un perímetro del edificio con total eficiencia energética, tanto para el calor del verano como para la humedad y el frío del invierno, los vecinos dispondrán de un ascensor que no solo salvará la altura a sus correspondientes domicilios. El proyecto ha previsto que la planta inferior del elevador no se ubique en el portal sino que se tome a la altura del muelle de Olabeaga, con lo cual se salva la diferencia de cota de casi tres metros existente. Así, los vecinos se olvidarán para siempre de subir las viejas y desgastadas escaleras que conectaban ambos puntos.

La construcción del elemento más importante de toda la rehabilitación, una nueva crujía exterior de estructura metálica paralela a la fachada principal, permitirá estrenar a cada vecino balcones de los que carecían en su anterior situación.

Las nuevas escaleras del bloque serán anchas y se ubican justo en el centro de la cara norte que mira a la ría. Esta ubicación va a permitir que cada vecino disfrute de una terraza (antes carecían de ellas) que serán de aspecto liviano, con pavimento de madera y celosías correderas de lamas que permitirán componer una nueva fachada coherente y sin estridencias.

A todo este conjunto se añade una nueva escalinata diseñada con estándares de accesibilidad adecuada en los entornos urbanos, que va a permitir acceder al portal de la comunidad desde la zona de la muelle.

En definitiva que para finales de año, cuando está previsto que concluyan los trabajos, Olabeaga verá renacer uno de sus viejos edificios totalmente renovado y que dará una gran calidad de vida a sus moradores.

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