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El otorrino de los creyentes

Miles de personas cumplen con la tradición de acudir a la iglesia de San Nicolás en Bilbao para bendecir los cordones

El otorrino de los creyentesJosé Mari Martínez

CUENTA la leyenda que san Blas, además de obispo y mártir, fue un médico que salvó la vida a un niño que se había atragantado con una espina de pescado. Los escritos de la Iglesia católica dicen que tenía un “don de curación milagrosa”. De ahí que este santo, nacido en la ciudad armenia de Sebaste (hoy Turquía) se haya convertido con el paso de los años en el patrón de los enfermos de garganta y de los otorrinolaringólogos. Y por eso, todos los 3 de febrero, creyentes y no creyentes acuden en peregrinación al santo en busca de la bendición para que les proteja de las afecciones de garganta durante todo el año. Para ello es necesario anudarse al cuello un cordón, previamente bendecido, que deberá mantenerse durante nueve días antes de acabar en la hoguera. Eso dice la tradición, muy arraigada en Bizkaia, sobre todo en Abadiño y Bilbao, desde hace muchísimos años. Así que ayer la capital vizcaina volvió a vivir una jornada animada y romera en torno a San Blas.

Un año más, miles de personas se acercaron hasta la iglesia de San Nicolás, en El Arenal bilbaino, para cumplir con la tradición. Lo primero que había que hacer era proveerse de cordones, que había de todos los colores, hasta del Athletic. Y para ello estaban los puestos que rodeaban la iglesia desde primeras horas de la mañana. En los tenderetes se podía adquirir, además de los cordones, los dulces típicos de san Blas como son las tradicionales rosquillas, las tortas, galletas y, por supuesto, los caramelos de malvavisco. A media mañana no daban a basto los vendedores. “Esto es una locura”, decía uno de ellos, “la gente coge los cordones sin pedir permiso y más de uno se va sin pagar”. Haciendo cola en uno de los puestos estaban Maite y Margari, dos amigas de Lezama que habían llegado hasta Bilbao en tren “haciendo transbordo en Lutxana para coger el metro”. Estas dos mujeres, “ya jubiladas”, comentaban que llevan muchos años asistiendo a Bilbao el día de San Blas. “Yo recuerdo”, comentaba Maite, “que de pequeña venía con mis aitas y un hermano, y para mí era toda una fiesta porque pasábamos todo el día en Bilbao; nos llevaban a comer a un bar que había en la calle Somera”. Su amiga Margari también tiene unos bonitos recuerdos. “Yo empecé a venir de más mayor, cuando estudiaba Secretariado en la academia Almi; y ese día nos escapábamos un rato de clase para bajar a San Nicolás”. Ayer no tenían prisa. Esperaron su turno para hacerse cada una con media docena de cordones y un par de bolsas de caramelos. “Son para los hijos y nietos”, decía Margari mientras se disponía a subir las escaleras que dan acceso al interior de la iglesia. La tradición dice que deben de ser bendecidos para que tengan el efecto sanador. Así que Maite y Margari querían recibir el agua bendita a pesar de que en todos los puestos callejeros se aseguraba a los clientes que todos los productos tenían el visto bueno de san Blas. “No nos fiamos”, decía Maite.

Iglesia Al templo solo se podía entrar por la puerta principal, que en pocos minutos se quedaba pequeño para presenciar la bendición. “Aunque no llegue el agua hasta aquí”, decía una señora, que estaba prácticamente en la calle, “doy por bendecidos los cordones y las rosquillas que me he comprado”. Maite y Margari, conocedoras de lo que pasa otros años, prefirieron esperar a que terminara una de las bendiciones para “coger un buen sitio cerca del cura”. A ellas sí que les llegó la bendición. A la salida se mostraban contentas por haber cumplido un año más con la tradición. “Ahora nos vamos a tomar el aperitivo a algún bar de las Siete Calles y luego nos iremos a comer unos pintxos al Víctor Montes”, señalaba Margari. ¿Y los maridos? “Esos están mejor en casa cuidándola, por si acaso van ladrones”, contestaba riéndose Maite.

La liturgia del día de san Blas se prolongó durante todo el día, como mandan los cánones eclesiásticos y mundanos. Primero, la bendición y luego, la degustación en un ambiente que ya huele a Carnaval. Este año, el día de san Blas marca el pistoletazo de salida de una serie de días festivos. Hoy, por ejemplo, las calles de Bilbao se impregnaran de ambiente con los coros de Santa Agueda y mañana, viernes, los desfiles de los niños de las escuelas de Bilbao y el juicio a Farolín y Zarambolas en la Plaza Nueva indicarán que los carnavales han comenzado.