Bilbao - Santiago Navarro fundó en 1952 la empresa que más tarde heredaron sus cuatro hijos, entre ellos su padre, Juan José. Ana Navarro se doctoró en Ciencias Químicas por la Universidad del País Vasco, pero nunca consideró entrar en la dirección de la empresa familiar, Bilbaína de Alquitranes. Es más, sus primeros pasos profesionales la llevaron al sector de la consultoría, donde se especializó en un campo que estaba naciendo: el medio ambiente. “La empresa era el trabajo de mi padre, pero yo buscaba mi camino”, admite ahora que ocupa el sillón de la dirección de ventas de Bilbaína de Alquitranes.

Ana Navarro es una empresaria joven, de 45 años, que accedió a los puestos de mando hace unos años tras el fallecimiento de una de las ejecutivas de la empresa ubicada en Lutxana, Barakaldo. Poco después, en 2007, la repentina muerte de su padre le hizo subir un escalón en el mundo laboral, convirtiéndose de facto en una de las dos mujeres de Bizkaia que son propietarias -en su caso compartido con sus tres tíos- de una empresa. Izaskun Astondoa, de Pirotecnia Astondoa, es la otra. “Yo solo conozco a Izaskun”, admite cuando se le cuestiona por su perfil.

Pero lo cierto es que Ana no es solo una ejecutiva-empresaria joven, además ejerce en un sector que parece estar dominado por los hombres, pero en el que, según reconoce, se ha ido introduciendo la mujer. “Si algo puedo decir”, afirma, “es que me conozco todas las químicas del País Vasco”. Así que nadie cuestiona su autoridad y por ello está reconocida como una de las mejores y más prestigiosas expertas del medio ambiente industrial de Euskadi. “La media de edad del sector ha bajado y, a pesar de ser todos chicos, la mentalidad es diferente”.

Esposa de Javi y madre de tres hijos -Patricia, Javier y Diego-, Ana Navarro ha buscado los mecanismos para poder compaginar su exigente agenda laboral con la vida familiar. En ello, Javi siempre ha sido un apoyo, pero también, según añade, cuenta su propia mentalidad: “Jamás me he sentido culpable por tener que pasar mucho tiempo trabajando; mis hijos están igual de bien atendidos”. La familia es el pilar sobre el que se sostiene esta ejecutiva que mantiene a rajatabla una premisa: las vacaciones son para la familia.

¿Quién es Ana Navarro?

-Tengo 45 años, casi 46, pero 45 (ríe). Soy de Bilbao y siempre he vivido en Bilbao, en el centro.

Una química con una empresa familiar de alquitranes... ¿era su destino?

-¡Qué va! Estudié Químicas en Leioa, hice la licenciatura y después el doctorado y, por último, publiqué la tesis. Al poco de esto, empecé a trabajar en una consultoría; estuve en la Coopers & Lybrand (ahora Pricewaterhouse Coopers) en un departamento relativamente nuevo de medio ambiente. En aquella época, sobre 1995, nos dedicábamos a asesorar a las empresas e industrias, sobre todo en temas medioambientales, legislaciones que iban a venir de Europa? Estuve trabajando allí alrededor de siete años. Era junior raso y terminé como técnico del nivel más alto, es decir, gerente. Cuando salimos de allí, formamos una pequeña empresa y ahí estuve poquito tiempo, un mes. Pero al morir una persona en Bilbaína de Alquitranes... se dio el momento. No fue algo premeditado.

Así que no se preparaba para ir a la empresa familiar.

-Para nada. Era el trabajo de mi padre, pero yo buscaba mi camino. Era la empresa familiar, porque era de mi padre y de sus hermanos, pero cada uno iba llevando su camino. Al fallecer esta chica que llevaba el tema comercial, había que buscar a una persona y entré yo.

Fueron las circunstancias.

-Bueno, está claro que daba el perfil. Además, en aquellos momentos era cuando empezaba a desarrollarse el tema medioambiental. Mira, si algo puedo decir es que me conozco todas las químicas del País Vasco de mi época de consultora, porque trabajé prácticamente con todas.

En cualquier caso, usted conocía perfectamente la suya. ¿En casa se hablaba mucho de la empresa?

-Siempre he vivido la empresa, desde pequeña. Al final, al ser una empresa familiar, la disponibilidad de mis tíos y de mi padre era del cien por cien, a cualquier hora del día y cualquier fin de semana. He estado en la empresa desde que soy pequeña, no voy a decir que he campado a mis anchas, pero? casi, sí.

Y ¿cuál era su visión?

-Siempre la he visto como una más del sector. Es decir, antes de estar trabajando allí, era otra empresa más del sector con el que yo estaba trabajando. Pero, ¿sabes lo que pasa? Los productos que hacemos son muy industriales y no de conocimiento común. Fabricamos brea, pero todo el mundo, incluso yo cuando era pequeña, cree que es solo para hacer carreteras. Pues no, no tiene nada que ver. La brea se utiliza para fabricar aluminio y para fabricar grafito. Lo que pasa es que la idea que está extendida es que es? chapapote (ríe).

Ahora que está dentro, ¿recuerda cómo era la gestión de la empresa entonces y cómo es ahora? ¿cómo ha cambiado?

-Mucho, mucho. El principal cambio ha sido por la globalización. Cuando empezaron, los clientes eran pequeños, de un tamaño muy similar al nuestro y en un entorno relativamente local, tanto lo que es compra de materia prima como venta de productos. Pero la situación que se ha producido ahora no tiene nada que ver.

Por la globalización de la que habla.

-Claro. Ahora los clientes que tenemos son multinacionales, todos.

Y se negocia de otra manera.

-Los acuerdos de compraventa antes eran más de mesa; ahora, aunque yo esté vendiendo a una planta de aquí en Navarra, tengo que ir a negociar a Ginebra o tengo que ir a Luxemburgo. Es decir, se ha producido una internacionalización total. La globalización ha hecho que los centros de decisión se hayan movido. Ahora puedo estar viajando por toda Europa para luego vender en sitios no muy lejanos a nosotros.

No piensa a veces: si mi padre viera esto...

-Bueno, él lo empezó. Falleció en 2007 y ya se había empezado a producir un poco de esa globalización. Por ejemplo, nosotros ahora trabajamos el cien por cien del tiempo en inglés; en nuestro sector este idioma es básico.

Me dicen que sabe mucho de aspectos financieros.

-No lo creo. Yo soy más técnica, más industrial que de números; tengo más visión estratégica que de números y explico por qué: ahora las multinacionales se rigen muchas veces por criterios financieros, con lo cual échate a temblar, porque allí miran el número y se acabó. No miran el largo plazo. Yo soy un poco más de mirar ese largo plazo. Igual ahora gano mucho apretando al de enfrente, porque tengo la sartén por el mango, y en este momento me puede salir todo muy bien, pero a futuro date por muerto porque me están esperando. Yo puedo sacrificar los números puntualmente para beneficiarme a largo plazo. Es que soy de ciencias más que de Deusto o Sarriko (ríe).

El mundo de los negocios sigue dominado por el traje y la corbata. Ana Navarro lleva varios años desenvolviéndose en un mundo dominado por los hombres pero en el que las mujeres han ido introduciéndose y logrando una parcela de respeto que, aunque debería darse por derecho, a veces se ven obligadas a ganar a base de esfuerzo. Se ha preparado a conciencia para llegar a donde ha llegado. Habla inglés y francés y tiene el suficiente carácter para mirar a la cara a los ejecutivos con los que hace negocios.

Hay pocas mujeres en Bizkaia que estén en el consejo de dirección de una empresa y que además sean accionistas.

-Yo conozco a Izaskun Astondoa (ríe con pudor). No conozco más.

¿Cree que está en un mundo de hombres?

-Sí (rotunda).

Imagino que más si hablamos del sector en el que se mueve usted.

-Mi sector es muy industrial, es decir, estoy muy lejos del consumidor final. Estamos en la industria base, base. Pero todo está cambiando, y hablo a nivel europeo. Cuando empecé, iba a los congresos y solo estaba yo, que encima era la más pequeña y chica. Ahora hay algo más.

Quizás lo más difícil era que le tomaran en serio, que le respetaran profesionalmente.

-(Sonríe). Sí y no. Siempre he llevado el área comercial, que lleva su tiempo conocerlo, y cuando yo empecé iba de aprendiz. Luego me pilló el cambio generacional, eso sí que lo he notado. Cuando empecé era gente muy mayor, con otra mentalidad, y ahí era la pequeña y probablemente no me tomaran en serio. Pero, bueno, como estaba aprendiendo, iba al costado de mi padre y mis tíos. Ahora se ha producido un cambio generacional, la media de edad del sector ha bajado y está en una media como la mía y, a pesar de ser todos chicos, la mentalidad es diferente.

No tiene problemas entonces.

-Desde luego, no en el tema de que me tomen en serio. Además, otro factor es que ahora hay más chicas; hay bastantes jefes de compras y de ventas que son mujeres. Lo que veo es que en las multinacionales no se hacen distinciones entre chico y chica a la hora de poner a alguien en un puesto.

Seguro que cuando empezó tenía algún mecanismo para desenvolverse con soltura en ese mundo de hombres.

-Hombre sí, algo tenía (ríe). Repito que ahora menos, pero bueno... (duda en hablar) cuando se ponen en plan de chistes o comentarios graciosos? me voy y punto. No pasa nada. Ni quiero que se sientan cohibidos ni quiero decir: oye que soy mujer. ¿Me entiendes?

Claro.

-Mira, cuando estás en las negociaciones, en el tú a tú, no hay distinciones. No se trata del ámbito laboral, se trata de...

...cuando están en el momento de ocio.

-Exacto. Entonces, si hay un momento en el que hay que irse... me voy y punto. También he de decir que no se me han dado muchas situaciones de ese estilo.

¿Y cómo va su empresa de mujeres?

-Somos un montón.

¿En todos los puestos?

-No, en fábrica no. Pero en la oficina y administración... (hace recuento mental), la directora financiera es mujer... en el laboratorio, la jefe de calidad es mujer? No, no, el número de mujeres en la empresa es alto. De hecho, estamos en dos plantas y en la de arriba, excepto mi tío, todas somos mujeres. Y en la de abajo, el 50% aproximadamente.

La entereza personal y profesional de Ana Navarro se sustenta en cuatro pilares: Javi, su marido, y Patricia, Javier y Diego, sus tres hijos de 15, 12 y 10 años. Desde hace ocho años, una persona más vive con ellos; se trata de una mujer que cuida de la casa y de la familia y que supone un respiro para Ana por la confianza depositada en ella. “Esa es la que manda; más que yo”, reconoce entre risas. También Marisa, su madre, juega un papel importante en la familia. “Es la jefa de nuestro clan. Nos ayuda mucho con los niños y para ellos es una referencia. De hecho, todos los miércoles van a merendar con ella”.

Fastidia tener que seguir preguntando a una mujer por el hecho de ser mujer y madre sobre la conciliación familiar. Pero...

-No pasa nada. Tengo tres hijos y viajo mucho, además no tengo horarios fijos, pero tenemos una persona que nos ayuda con las cosas de casa y entre mi marido y yo nos repartimos las obligaciones, pero no es que tengamos las tareas de cada uno asignadas. Sí es cierto que cuando estoy en casa, quizás yo lleve un poco más el peso; pero si no estoy, no pasa nada, no se nota. El otro día estuve en un tema de Cebek (Confederación Empresarial de Bizkaia) sobre mujeres y alguna decía que si ella no estaba tenía que dejar escrito lo que había que hacer en casa. A mí eso no me pasa.

Su trabajo le obliga a viajar mucho, ¿no?

-La semana pasada estuve de viaje, me fui el martes y volví el domingo. Pero no suelo hacer viajes largos. Me pego muchos madrugones y llego muy tarde por la noche, pero procuro que el viaje sea en el día o, a lo sumo, con una noche. La verdad es que en Bilbao tenemos unas conexiones muy buenas con el resto de Europa, y cogiendo el avión a las seis de la mañana y volviendo en el de las 11.00 de la noche, el día es un poco largo, pero bueno? evito lo más posible dormir fuera.

Esto supone un esfuerzo personal y sobre todo físico.

-Hombre, para coger el avión a las seis de la mañana te levantas a las cuatro y media y luego no vuelves a casa hasta las 11.30 de la noche. Y al día siguiente es un día normal de trabajo. Pero yo prefiero hacerlo así. Javi trabaja en un servicio de prevención de riesgos laborales y tiene una cierta flexibilidad de horarios.

Y ¿cómo lo llevan sus hijos?

-Creo que como lo han visto desde pequeños lo dan por asumido y ya digo que yo tampoco tengo viajes largos. Solo hago dos viajes de una semana al año, uno a Estados Unidos y el otro a un congreso que se organiza en diferentes partes del mundo. Los críos se han acostumbrado y, si estoy fuera, hablo con ellos por teléfono o por Skype? Yo tampoco tengo la sensación de que me he perdido nada de ellos.

Sí porque el sentimiento de culpabilidad es lo que nos frena a las mujeres.

-Pero yo no tengo esa sensación que tienen muchas de que me esté perdiendo el crecimiento de mis hijos. Hombre, me gustaría estar más, pero en la vida hay que trabajar.

Seguro que en vacaciones hacen ese viaje en familia?

-Los fines de semana comienzan los viernes a las cuatro y media que llega el autobús y hasta el domingo yo estoy con ellos. Son días que se dedican exclusivamente a ellos; eso es sagrado.

¿Dónde marca la línea roja?

-Los fines de semana y las vacaciones de verano hay que estar con ellos, sí o sí. El resto es más flexible. Generalmente, en vacaciones nos vamos al sur para asegurarnos el buen tiempo; allí pasamos quince días y los otros quince estamos en Cantabria. Tenemos casa en Liendo y allí realmente es cuando estamos, porque aun estando todos juntos, cada uno tiene su plan, pero luego terminamos todos juntos hasta las tantas. Creo que ellos ven que tenemos unidad familiar, a pesar de que entre semana es un poco desmadre. Cada uno tenemos nuestras obligaciones: ellos tienen que estudiar y mi marido y yo tenemos que ir a trabajar.

¿Cómo ve el papel de la mujer en el mundo empresarial? ¿Cree que su hija lo tendrá mejor que usted?

-A mis hijos los tengo educados en que no hay absolutamente ninguna diferencia entre ellos. Estudian en el mismo colegio, han ido a las mismas particulares y este año está en Inglaterra la mayor y el próximo año se va el otro. Lo que le exigimos a uno en casa se lo exigimos al otro. Creo que cualquiera de los dos podrá llegar donde quieran y matizo donde quieran porque muchas veces la mujer no quiere llegar a puestos de responsabilidad, porque, claro, supone un sacrificio; supone que tienes que salir de viaje... Es decir, yo sí que veo que mucha gente no quiere.

Que también es lícito.

-No, no, claro, a mí me parece muy bien. Pero creo que mi hija llegará donde quiera, por lo menos tendrá los mismos medios que su hermano. El trabajar enriquece mucho, pero bueno, luego será decisión de ella. En el tema mujer, cada vez hay menos problemas en llegar, pero no todas las mujeres quieren llegar. Así lo veo.

Pero la pregunta es si todas pueden llegar.

-¿Por formación?

Por oportunidades.

-Me salgo un poco de mi empresa. En mis otros trabajos nunca vi una diferenciación entre hombres y mujeres. Igual otras me oyen y me matan, pero yo no he notado una discriminación por ser chica. Las multinacionales no lo hacen. Lo que pasa es que llega un momento, que es la edad en la que tienes hijos? ahí ya tienes que decidir y tener muy claro lo que quieres.

Pero socialmente al hombre no se le exige tener que decidir.

-El otro día en la charla de Cebek se decía que había muchas diferencias, que la mujer tiene que asumir siempre todo, pero es que yo ya te digo que veo que somos nosotras las que asumimos y no le dejamos asumir al de al lado.

Disculpe, también hay algunos al lado que no quieren.

-Pero si no les queda otra?

Reconozca que la pareja puede ejercer mucha presión si no lo comparte.

-Ya, pero eso es cultural. Y también hay una cierta sensación de culpabilidad de la mujer por no estar en casa o llegar a cosas con tus hijos. Pero, mira, a mí me ha pasado, llegar de Estados Unidos de toda la semana, estar en París a las siete de la mañana, correr para coger la conexión a Bilbao y estar en la parada del autobús de los chavales. Bueno, pues cuando llegué se bajaron del autobús, me dieron un beso y se fueron a casa de un amigo porque habían quedado. Es decir, te montas una película de qué pobres, están solos? y te dicen que se van porque han quedado. Con esto quiero decir que quizás le damos nosotros más importancia que la que le dan ellos.

Ana Navarro ha sabido cuadrar su agenda y buscar los espacios: cuando toca trabajo, se trabaja -“no me planteo no trabajar, jamás ha pasado por mi cabeza”-; cuando toca familia, se está al cien por cien. Reserva cada viernes para salir a cenar con su marido. Y esta semana no ha sido menos. Hoy es día de familia; mañana, la empresaria volverá a sentarse en su sillón de Bilbaína de Alquitranes. Así es su vida.