Bilbao - Cuenta una persona muy cercana a Ibon Areso que cuando este tenía que sustituir al alcalde Azkuna en un acto público solía decir no sin cierta sorna: “No veas la cara de la gente al verme llegar, esperan angulas y les llega surimi”. Este amigo, sin embargo, apostilla rápidamente: “Lo que pasa es que ese surimi se ha rebelado como angula de calidad”.
Ibon Areso deja en junio la Alcaldía de Bilbao, un puesto que nunca buscó y que mucho menos imaginó cuando comenzó como director de la Oficina del Plan General allá por 1988. Nunca fue hombre de política, aunque llegó a ella como concejal hace 24 años. Donde mejor se desenvuelve es entre planos y, cómo no, entre arquitectos. Gracias a él, los rincones de Bilbao acogen emblemáticos edificios diseñados por colegas con un prestigio internacional. Gehry, Calatrava, Isozaki, Foster... Ibon Areso solo tiene que levantar el teléfono y marcar sus números para hablar con quienes se han convertido, con el paso del tiempo, en amigos. Cuando el arquitecto norteamericano cumplió 85 años, Areso acudió a una fiesta en su homenaje y, entre más de 350 invitados, Gehry vislumbró al bilbaino y corrió hacia él para fundirse en un abrazo. Y es que Areso habla su mismo idioma. Arquitecto de profesión y urbanista de pasión, el alcalde de Bilbao ha sido el embajador de la villa por todo el mundo, lo que le ha convertido probablemente en una de las personas con más relaciones internacionales de Bizkaia.
Gran conversador, sus cercanos destacan que les sigue sorprendiendo su conocimiento en temas tan divergentes como el fútbol -es un apasionado del Athletic- o la programación de Euskal Telebista, por ejemplo. Habla inglés, chapurrea euskera y, sin duda, disfruta del castellano, con el que imparte numerosas charlas sobre arquitectura en foros internacionales. De hecho, aunque abandone la actividad política, su intención es seguir atendiendo a estas llamadas profesionales que le llegan de vez en cuando. Su último día en el Ayuntamiento será, sin duda, emotivo, porque Areso ha sabido ganarse el respeto y el cariño de toda la corporación municipal, independientemente de su color político. En eso, Azkuna le envidiaba; “no sé cómo lo haces, pero todos están enamorados de ti”, le decía.
Llega el momento de la jubilación.
-Me queda mes y pico para dejar la Alcaldía; aunque, luego queda el Consorcio. Allí estaré un poco más de tiempo, igual hasta octubre. Lo que tiene claro es que no será un jubilado ocioso.
-No tengo ninguna previsión para la jubilación; no estoy haciendo planes. Pero estoy seguro de que no me voy a aburrir y de que voy a disfrutar bastante más de la vida de lo que he estado haciendo hasta ahora, con más tiempo libre y dedicándome a mis aficiones.
Y ¿cuáles son?
-La cocina, porque soy cocinillas? Y podré leer algo más; ahora solo puedo echar un vistazo a los periódicos y, a veces, por encima.
¿Le gusta practicar algún deporte?
-Antes hacía bastante bicicleta. Los domingos solía salir de Bilbao por Enekuri, por Unbe? a Plentzia. Era un recorrido larguito. Luego volvía de Plentzia por Urduliz hasta Getxo y de allí a Bilbao. La verdad es que lo dejé hace unos doce años. Sigo guardando la bicicleta, aunque posiblemente tendría que cambiarle las llantas (ríe), que estarán podridas. Pero la carretera me da un poco más de miedo del que me daba antes.
Hay más coches ahora.
-Claro, hay más coches y, por lo tanto, un cierto peligro. Tiene que ser en zonas bastante tranquilas para poder ir paseando. Tampoco hay que esforzarse mucho; con un poco de ejercicio suave, vale. Hay que andar más, y yo ahora vengo andando de casa al Ayuntamiento (vive en Henao) precisamente para mantener un poco la rutina. Son unos 20 minutos.
¿Tiene una agenda apretada?
-Hoy (23 de abril), por ejemplo, comienzo con la lectura de El Quijote en el Colegio La Inmaculada; después, esta entrevista; la feria del libro; recibo al vicealcalde de Edimburgo; la recepción de las juventudes musicales que se reúnen en Bilbao; también tengo una comida con los cónsules de Bilbao, que me han invitado para tener una charla con ellos; después, la presentación de un libro en la Universidad de Deusto, y voy a una entrega de premios de DEIA. Al final, si me da tiempo, aunque tarde, iré al batzoki de Santutxu a hacerles una visita, a pesar de que ya habrán entregado los premios de mus.
No siga, por favor? ¿Así todos los días?
-(Ríe) Así o parecido. Igual a veces tengo un poco más de tiempo para el despacho, para el gobierno, porque, claro, esa agenda te deja poco tiempo para ver los papeles y sacar las cosas que tienes que sacar adelante. El Ayuntamiento hay que gestionarlo todos los días y hay que mezclar un poco las dos cosas.
Vamos, que se ha ganado a pulso el tiempo de retiro.
-Bueno, además, de leer, pasear y demás, yo tengo también un perfil profesional. En calidad de arquitecto, me invitan en ocasiones a dar una charla o alguna explicación sobre el proceso de transformación de Bilbao. Si se dan estas circunstancias, también las atenderé.
Está soltero.
-Sí.
Lo que no significa estar solo.
-Vivo enfrente de mi hermano; yo, en el cuarto derecha, y mi hermano, en el cuarto izquierda. Tengo mis sobrinos? Vamos, quiero decir que tengo una relación familiar absolutamente inmediata.
Sus amigos le definen como fiel, disciplinado? pero indomable.
-No sé si es indomable. Creo que hay que respetar un poco los principios y cuando crees que una cosa es de una determinada forma hay que ser leal con los principios. Además, en política, este tipo de valores son necesarios.
Y también dicen que es usted vehemente.
-Sí. He sido una persona de enfadarme y de calentarme mucho, aunque nunca con rencor. Pero cuando se me han hecho planteamientos que me han parecido demagógicos o injustos, he reaccionado con mucho calor. Y a eso es a lo que llamo vehemencia, porque no es agresividad. También es verdad (sonríe) que eso es más propio de otras etapas anteriores. El tiempo te pasa la garlopa.
¿La garlopa?
-Sí, hombre, el cepillo (para madera) con el que se hacen las txirloras (virutas).
Ah, le entiendo. Que ahora valora si merece la pena acalorarse o no.
-Al pasarme la garlopa, la vehemencia que tenía cuando era más joven se ha ido atemperando y he ido siendo un poco más templado. Lo que no quiere decir que en un momento dado me pueda disparar, porque me disparo con facilidad, pero es ya mucho menos habitual de lo que era antes.
Tiene usted una reflexión muy interesante sobre su vehemencia. Ha dicho en alguna ocasión que ha hecho buenos amigos nacidos de la discusión.
-Yo he hecho muchos buenos amigos no discutiendo? riñendo.
Por ejemplo, Manuel Santos (director del Puerto). ¡Mire que discutieron con el proyecto del Puerto Exterior!
-Sí, sí. En aquel momento, el director decía que el puerto no se movía de Bilbao bajo ningún concepto (enfatiza la frase con autoridad). Le dijimos, pues por encima de vuestro cadáver, pero os tenéis que mover. Y claro que lo hicieron.
El 20 de marzo de 2014 fallecía Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao e íntimo amigo de Areso. El Bizkai Buru Batzar del PNV decidió entonces que él sostuviera la makila hasta el final de la legislatura; una transición dura y difícil por la implicación emocional que ello conllevaba. Aquel hombre, el técnico, que comenzó con los planos en la Oficina del Plan General, y después dirigió el Área de Urbanismo desde la concejalía, pasó a convertirse en el nuevo alcalde de Bilbao.
Un buen amigo suyo le describe como “el hombre que parecía que no quería ser nada”.
-Nunca he aspirado a hacer carrera en política; he aspirado más a contribuir en el desarrollo de la ciudad, a estar al servicio del partido desde mi experiencia profesional pero nunca desde la aspiración de tener un puesto político relevante. Por tanto, nunca he aspirado ni he pretendido ser alcalde; las circunstancias me han llevado a ello de una forma absolutamente inesperada.
La muerte de Azkuna fue...
-Cuando cumplí 65 años al comienzo del mandato anterior, comuniqué al partido y al Ayuntamiento que quería jubilarme. Creo que es bueno mover el banquillo; lo que pasa es que Iñaki Azkuna, que ese sí era un auténtico animal político, en el mejor sentido de la palabra, me enredó cuando yo ya me había mentalizado en jubilarme.
Pero aceptó quedarse y Azkuna falleció antes de terminar la legislatura.
-Yo creía que iba a terminar con él en junio. Al fallecer, el partido consideró que la persona que debía culminar esta etapa era yo. Sin aspirar a ser alcalde, me encontré con el honor y el orgullo de serlo.
Tanto como que su primera respuesta a Itxaso Atutxa fue un no.
-Sí, le dije que había otras alternativas.
Usted le habló de Ibone Bengoetxea.
-Ibone tiene un nuevo proyecto político importante por la vía foral, pero era una de las posibles candidatas y lo dije.
¿Y cómo le convenció Atutxa?
-Me dijo que lo habían estudiado y que la persona adecuada era yo. Y, como hemos comentado, disciplinadamente lo asumí.
Tener que sustituir a una persona como Azkuna era difícil.
-Iñaki Azkuna era un crack en política. Era un gran comunicador en el doble nivel: cuando tenía que hacer discursos importantes dirigidos a la Cumbre de Alcaldes, por ejemplo; pero también era muy buen comunicador en la corta distancia, con los vecinos. Sustituirle era fácil y difícil. Es decir, mantener el pulso de la ciudad, la gestión municipal, durante el año y medio que nos quedaba no era tan difícil; el equipo de gobierno tenía el plan de mandato muy bien estructurado y era un equipo muy rodado.
Pero otra cosa era la persona, el carisma del alcalde.
-Sí, eso era otro nivel. Yo creo que lo peor que podía hacer era tratar de imitar a Iñaki Azkuna. Tenía que ser yo mismo. Y el que me suceda, que probablemente será Juan Mari Aburto, o el que gane las elecciones , tendrá que ser él mismo.
Con el carácter de ambos, seguro que hubo algún choque de trenes.
-También, también (ríe). Sí, discutíamos. No piensas que el alcalde siempre tiene razón; una cosa es lo que él quería y otra si eso era así o no. A veces se olvidaba de la historia de algunas cosas, de cómo habían sido?
Será de los pocos que le decía las cosas así de claras.
-Bueno, Iñaki Azkuna tenía una personalidad terrible pero yo tenía la confianza suficiente como para decirle lo que tenía que decirle. Luego, claro, él mandaba y? donde manda capitán no manda marinero.
¿Y quién ganaba en esas riñas?
-Jajaja. Siempre ganaba el que mandaba. Pero, también reconocía las cosas porque era una persona que escuchaba y reflexionaba.
Hablando de ser uno mismo. En su primera Aste Nagusia como alcalde lo dio todo.
-Disfruté, y voy a decir por qué. He vivido 24 Aste Nagusia y, hasta esta última, las fiestas de Bilbao siempre han estado excesivamente marcadas por conflictos con la política. No creo que la mayoría de la gente quiera la mezcla de fiesta y política. Para mí, en esta última Aste Nagusia conseguimos que la política pasase mucho más a un segundo plano. Y esa satisfacción de la gente, que estaba a la fiesta, fue lo que yo pretendía y lo que más me satisfizo. Por eso disfruté.
Quizás también chocaba porque, pese a dar una imagen más seria de lo que realmente es, participó en muchísimos actos. ¡Parecía omnipresente!
-Estuve hasta en el campeonato de rana (ríe). Procuré vivirlas intensamente y las viví intensamente.
¿Qué balance hace de su paso por la Alcaldía?
-Culminamos el mandato dejando al Ayuntamiento con deuda cero, y además con dinero en las arcas para que quien gane las elecciones no tenga una mala herencia. Se dejan los proyectos como la transformación de la estación de Abando, que es una asignatura pendiente, no el TAV que parece que ya empieza a andar. Y en marcha tenemos Sabino Arana, espero que también dejemos Termibus, Zorrotzaurre... el puente de Gehry estará terminado antes de irnos... Son proyectos muy importantes de futuro de ciudad. ¿Sabe una cosa? Antes de que me despida como alcalde, voy a cruzar el puente de Gehry hecho y terminado. Lo haré con Jose Sabas, aunque no esté debajo el agua.
Esa es su forma de despedirse de toda una vida entregada a Bilbao y a su transformación. Ibon Areso recuerda con especial cariño aquella oficina del Plan General en la calle Navarra, en la que él era el director y en donde compartía pasiones con su equipo, con un especial recuerdo para Mikel Ocio. Por tierra (cubrimiento de vías, construcción de parkings...), mar (la construcción del Puerto Exterior, sacando los barcos de la ría) y aire (el nuevo aeropuerto de La Paloma), el cambio de Bilbao se hizo realidad. Pero no ha sido menos destacado el trabajo realizado por el Consorcio de Aguas -es su presidente desde hace 12 años- en la recuperación de la ría. Fotografió el Bilbao de entonces -una de sus pasiones es la fotografía- para poder recordarlo hoy. “Cuando doy una conferencia, no solo se trata de contar nuestras reflexiones estratégicas, sino de visualizar que eso lo hemos llevado a la práctica. Y esa visualización es la que da credibilidad al proceso”.
Doce años en el Consorcio de Aguas. Le tiene un especial cariño, ¿verdad?
-Sí, le tengo un gran cariño. ¡Esa recuperación de la ría, que era una cloaca navegable! Aquí delante del Ayuntamiento salían unas burbujas de metano... la ría olía mal.
Lo recuerdo. Cuando yo pasaba en el bote de Erandio a Barakaldo, me decía a mí misma: si me caigo, no me muero ahogada?
-Te mueres envenenada.
Ya sé que aunque está recuperada, lo de bañarse en la ría?
-No, no. Es que mis antecesores, sobre todo, Beti Duñabeitia, explicando la recuperación de la ría, siempre decía: Y me bañaré en la ría? Y yo decía: estoy de acuerdo en que tenemos que dejar la ría absolutamente limpia, pero yo no me pienso bañar. Hay que hacerlo en los sitios adecuados, que aquí son las playas de nuestro entorno o las piscinas. Nunca he prometido bañarme en la ría, ni pienso hacerlo.
La verdad es que es un placer ver ahora a gente en piragua, traineras...
-O las picadas de Red Bull, ¿no? Aquello fue un éxito terrible. Fue tal el éxito y les pareció tan ideal el escenario de Bilbao que este año la final se celebra precisamente aquí.
Y no da la sensación de que somos un poco?
-¿Harros? ¿faroles?
Exacto.
-Siempre hemos sido. Pero la ciudad se dinamiza y que esté con ambiente es bonito y bueno para la economía.
Hace un par de meses, Ibon Areso tomó la decisión de convertir la Alhóndiga en el Azkuna Zentroa. Entendía que era la obra que más significaba la gestión del alcalde fallecido y su proyección internacional -allí se celebraron la Cumbre Mundial de los Alcaldes y, recientemente, la Cumbre de la Cultura-.
¿Por qué Azkuna Zentroa?
-Cuando falleció hubo un movimiento de que había que poner una calle; fue emocional y absolutamente comprensible. Me pareció que no era bueno hacerlo de forma inmediata, requería ser más reflexivo. Me vino la referencia del Centro Pompidou, del centro Kennedy o del centro Lincoln? Hay grandes centros culturales que tienen el nombre de un personaje importante. Lo que mejor podía homenajearle era la Alhóndiga, que proyectaría internacionalmente el nombre de Azkuna Zentroa y el nombre de Iñaki Azkuna.
¿Se acostumbrará la gente a llamarle así?
-Es un proceso que irá poco a poco. En nombres que están muy arraigados, cuesta. Pero ya ha empezado a calar.
Por cierto, ¿cómo lleva el euskera?
-Chapurreo? Ulertzen dot, baina ez dekot erraza berba egiteko. Eta gauza teknikoak, txarrago. Eta aditza ez dot erabiltzen ondo. Nire aditza bizkaitarra da, ez da batua, ez dot esaten “ari naiz”. Baina bueno, ulertzen dot “holan holan”, gauza erraza eta chapurreo bakarrik. (Dice con pudor). A veces me tropiezo en castellano, con que en euskera...
Con respecto a la toponimia de Bilbao, siempre ha sido un defensor de recuperar o mantener los nombres en euskera.
-En los nombres de las calles que me ha tocado bautizar, en zonas nuevas, siempre he procurado que fuesen toponímicos de la zona o caseríos de la zona para mantener su memoria histórica. Las únicas calles que he remodelado son las del entorno de San Mamés y las hemos puesto nombres de futbolistas históricos, leyendas del Athletic como Pichichi, que ya estaba; la otra es Telmo Zarra, que es la tribuna que da a Pozas, por así decirlo, y Lezama, que es la tribuna que da hacia Olabeaga.
Hablando del Athletic...
-(Interrumpe) Iñaki era un crack que hizo cosas extraordinarias para Bilbao?
Pero?
-? pero si ganamos la Copa, yo voy a recibir al Athletic en el Salón Árabe y los jugadores saldrán al balcón del Ayuntamiento. Y eso, en todo el tiempo que estuvo Iñaki Azkuna, no consiguió hacerlo.
¿Cómo ve la final?
-Difícil. Siendo objetivos, el Barcelona tiene más oportunidades. Pero, a partido único, y echándole casta, podemos ganar. El Barça puede ganar la Liga, la Champions? ¡Hombre, que deje algo para los demás! ¡Que comparta la gracia de Dios!
¿Se imagina una gabarra por esta ría?
-Después de 30 años sin haber tenido el disfrute ciudadano de recibir al Athletic como se merece... para mí sería un remate de final de mandato precioso.