Bilbao - La distancia que separa Loiu de Bilbao es muchísimo más grande si se recorre con un burro. Y si no, que le pregunten a Mari Carmen Aurrekoetxea, una loiutarra que con apenas diez años tenía que salir a las cuatro de la mañana del caserío familar con el animal bien cargado de fruta y verdura para llegar a tiempo al mercado de la villa. Hoy, Mari Carmen peina canas, y tras las gafitas mira con los ojos vivos y curtidos de quien ha vivido muchas décadas de trabajo en la huerta. Coqueta -entre risas-, se niega a desvelar su edad. A su alrededor se exhiben repletos de color tomates, puerros, cebollas, alubias... Y es que Mari Carmen Aurrekoetxea es una de las pocas baserritarras que hoy día siguen acudiendo al bilbaino mercado de La Ribera con la vendeja. Ya solo quedan una decena. Y todas son de localidades de Txorierri: Loiu, Lezama, Zamudio, Derio, Sondika y Larrabetzu. Son mujeres valientes, duras, bravas, tiernas... Son las irreductibles del valle.

Hubo un tiempo en el que a este mercado acudían unas 40 o 50 baserritarras, la inmensa mayoría de Txorierri y de la zona de Uribe Butroi. Hoy, entre los puestos recién remozados, resisten estas diez mujeres del valle que extienden sus hortalizas en grandes mesas metálicas y que constituyen un reducto de esa manera de hacer propia del sector primario vizcaino más tradicional. Todas ellas tienen una historia vital digna de conocerse y de reconocerse.

Miren Ansoleaga, de Lezama, y Juana Bilbao, de Derio, son dos de estas mujeres. Vecinas de mesa de Mari Carmen, no descansan ni un momento y permanecen de pie junto al género embutidas en prendas gruesas para combatir el gélido ambiente de la Navidad botxera.

Atrás quedaron los tiempos en los que Mari Carmen acudía al mercado con el burrito. “Lo atábamos a la barandilla de la ría en Atxuri”, narra. Hoy la lleva su hijo en coche. Mari Carmen nació en un baserri que antaño estaba ubicado en Loiu, pero hace unos años, las modificaciones de las lindes hicieron que dicho caserío acabara perteneciendo al término municipal de Zamudio.

También Juana Bilbao salía de su casa de Lezama con el burrito con la vendeja en aquellos tiempos, pero ella lo dejaba junto a la estación e iba en tren hasta Mayona. “Antaño lo que traíamos era sobre todo alcachofa. ¡Unas alcachofas preciosas! Y teníamos esperando a los mayoristas porque no había esas alcachofas que hoy llegan de Tudela”, narra. Juana se casó con un chico de Derio y se afincó en un baserri de esa localidad. “Ha sido una vida dura pero feliz”, afirma. Y añade seria: “¡Yo tenía que haber sido peluquera! Cuando era soltera peinaba a todos los del barrio en Lezama. Pero éramos varios hermanos, los demás aprendieron oficios y vi que yo hacía falta en el caserío...”.

cliente de lujo Miren Ansoleaga, de Lezama, es una de las baserritarras más jóvenes de La Ribera. Ha visto a sus mayores trabajar en el caserío y los sábados acompañaba a su ama cuando iba al mercado con la vendeja. Estaba estudiando Filología Vasca cuando decidió dejar la universidad para dedicarse al baserri. Miren es energía pura. Recibe a los clientes con una sonrisa, una broma cariñosa y llamándoles por su nombre. Un rostro conocido se acerca. “Es Álvaro Garrido, el del restaurante Mina. Nos compra casi todos los días”, dice orgullosa.

¿Y qué va a pasar en el futuro con la vendeja en La Ribera? “Cuando nosotras lo dejemos, se acabó”, sentencia Mari Carmen. Miren asegura que sí que hay gente joven que apuesta por el baserri. “Pero trabajan preparando cestas y recogiendo pedidos por internet”, afirma.

Son mujeres valientes. Las irreductibles de Txorierri. Y quién sabe... Puede que las últimas de La Ribera.