1. Cuando yo era niño salía el Olentzero a la calle en Nochebuena, pero los regalos los traían los Reyes. Fue con seis o siete años cuando un compañero de clase me dijo que eran los padres. No se lo creí porque no quería creerlo. Cuando dos o tres amigos más me lo dijeron también se lo planteé a mis padres, que me contaron la verdad. Me fastidió el final de una fantasía que es muy bonita, pero enseguida lo asimilé. Agradecí y agradezco el haber vivido esa ficción ilusionante.
2. No guardo en la memoria ningún regalo de ese tipo. Las peticiones que hacía en la carta a los Reyes eran realistas y contaban con la aprobación de mis padres, quienes hacían que los Reyes me trajesen lo que más quería, pero no todo lo que había pedido. Creo que mis padres obraron con muy buen criterio. Fuera del ámbito de los Reyes, no creo haber sentido nunca la falta de un regalo muy deseado. En el momento presente, me apetecería que me regalasen la estancia por unos días en un faro aislado y con cielos estrellados. ¡Se lo pediré algún año a Olentzero!
3. No me acuerdo de ningún regalo espantoso, quizás porque aprecio mucho el sentimiento, por pequeño que sea, que hay en cada regalo y eso tapa hasta el objeto más hortera. Un regalo que destacaría por su valor sentimental, por ser bonito y por ser original -las tres cosas a la vez- es el que me hizo mi marido hace unas semanas: ir a una representación del musical Wicked por el grupo Gaztetxo del colegio Salesianos de Donostia. Una delicia.
4. Tengo que confesar que llevo demasiados años muy ocupado y que no dedico el tiempo necesario para preparar un regalo especial a mis seres queridos. A veces me he sorprendido al ver que he hecho feliz a alguno de mis sobrinos con un objeto sencillo o haciendo el payaso. Un buen regalo no tiene por qué ser algo que se compra con dinero. Con todo, para mí el mejor regalo es el que se prepara durante un cierto tiempo y sorprende a la persona destinataria porque responde a un deseo muy profundo que no había sido desvelado y se ha sido capaz de descubrirlo. Ese regalo lo tengo pendiente de hacer.