Gatika. Las fértiles laderas de los montes de Gatika han sido los testigos del nacimiento de una nueva bodega txakolinera. Se trata de la bodega Txoñe, un proyecto que nace de la unión de cuatro familias de la comarca de Uribe que llevan ya años y años sumidas en esta noble tarea de convertir la uva en dorados caldos. Txoñe S.L. surge de la fusión de tres experimentadas bodegas elaboradoras de txakoli, que son Sasines de Larrabetzu, Oletxe de Zamudio y Etxebarria de Gatika. A ellas se ha sumado también una viticultora de Lezama, Maje Larrañaga. Todos ellos han decidido aunar sinergias para poner en marcha esta iniciativa que nace con vocación de proyectar su producción más allá de la comarca y de sumarse a la ruta enoturística vizcaina. "Hay que adecuarse a los nuevos tiempos. A esta zona llega cada vez más turismo y además es necesario tener cierto tamaño para salir fuera", explican Kepa Larrabeiti e Itziar Etxebarria, dos de los impulsores del proyecto.

Así, optaron por crear una sociedad pequeña, fundamentada en las relaciones personales y formada por cuatro familias cuyos miembros están volcados con el txakoli. Es un proyecto que surge en medio de tiempos convulsos, en los que la palabra crisis marca en demasiadas ocasiones la hoja de ruta, y en la que da vértigo animarse con iniciativas empresariales. "Nos hemos metido de lleno en este proyecto. Si tuviéramos miedo no lo habríamos hecho. Tenemos buenos productos, buenos campos. Creemos que podemos mantenernos", afirma Larrabeiti.

Ahora, las bodegas de Larrabetzu y de Zamudio de estos emprendedores ya han cerrado sus puertas para centrar la producción en la nueva bodega que están construyendo en Gatika, de manera que la nueva instalación seguirá elaborando las marcas de Sasines, Oletxe y Etxebarria, al tiempo que trabajará en el lanzamiento de nuevos productos. Todos ellos han sumado sus tierras de vides de manera que Txoñe cuenta con un total de doce hectáreas repartidas entre Gatika, Lezama, Larrabetzu y Zamudio. "Ese va a ser nuestro tamaño. De momento no tenemos intención de ampliar. Queremos hacer un txakoli que destaque por su calidad, no por su cantidad", explica Larrabeiti.

Las obras de la nueva bodega están avanzadas y calculan que en marzo pueda estar funcionando. El edificio se levanta en los terrenos de los míticos viveros Etxebarria, que fueron puestos en marcha hace décadas de la mano de José Etxebarria, un gatikarra que ha dedicado su vida a la fruticultura, especialmente al cultivo de la manzana, y que es un clásico en ferias y azokas de Bizkaia. Fueron sus hijos los que en los años ochenta sumaron a la empresa familiar las viñas y la producción de txakoli. Así que, hoy la bodega Etxebarria forma parte de este nuevo proyecto bajo la mirada ilusionada de José, que a sus 87 años, se le siguen iluminando los ojos cuando habla de sus árboles, de sus frutos, de los nuevos caldos... Precisamente la bodega Txoñe toma su nombre del caserío de donde es este veterano fruticultor.

Turismo Txoñe será más que una bodega. Txorierri y Uribe Butroi han comenzado a estar en el punto de mira del turismo y se antoja imprescindible adaptarse a esa realidad. Así que, el nuevo edificio, además de la zona de los depósitos y la embotelladora tendrá una tienda y una zona de cata y degustación para que los visitantes puedan disfrutar de una experiencia enológica. "Así aprovechamos la juventud que tenemos en casa, que habla idiomas", afirma riendo Larrabeiti. "Pero esto no será solo para que lo visiten los extranjeros: tan importante es el que llega de Alemania como el que viene a vernos desde Plentzia", subraya. Además, ahora, trabajan para llevar sus caldos a otras zonas del Estado: a Madrid, Andalucía y Catalunya.

Fruto de este abrazo entre productores ha nacido una nueva criatura. Se trata del txakoli Butroi, un caldo que vio la luz el año pasado con una tirada de 5.000 botellas y que tuvo su puesta de largo en la pasada feria de Santo Tomás. Bautizado con el nombre del río que besa tierras gatikarras, este txakoli está elaborado exclusivamente con uva hondarrabi zuri, y esta cosecha ha dado como resultado un vino ligeramente dulce, dorado y que pone al paladar bailando de puro gozo. "El txakoli de un año es diferente al de otro año. El campo da txakolis distintos", resalta Larrabeiti. "Nuestros vinos tienen su característica común enológicamente pero no les quitamos esa personalidad que viene del campo", añade. "¡Hay tierras de cuatro pueblos en estos viñedos!", exclama José Etxebarria con el aplomo que da la veteranía. "El secreto está en la tierra. El txakoli se gana en la tierra y en la uva, no en la bodega", añade. "Se trata de hacer los trabajos a su debido tiempo, de ponerle mimo, de cómo se hace el clareo, el deshojado, de tener limpia la viña...", concluye.