Las mascotas también se incineran
Ander puso en marcha en febrero un horno crematorio para animales domésticos
Bilbao. ANDER nunca hubiese pensado que a sus 26 años iba a acabar montando un negocio dedicado a la incineración de animales domésticos. No se lo imaginaba porque él es topógrafo de formación y su trayectoria laboral siempre ha estado relacionada con la construcción. Su relación con los animales se limitaba a tener un perro y dos gatos en la casa familiar. Sin embargo, una vivencia personal le hizo dar un cambio radical a su futuro profesional. El pasado mes de febrero decidió abrir Ibad, un horno crematorio de mascotas. En su empresa, ubicada en el polígono Sangroniz de Sondika, se ofrecen los servicios funerarios necesarios para hacer más llevadero el último adiós a las mascotas. Hay hasta un velatorio.
Todo surgió a raíz de la muerte de un gato con el que Ander había convivido más de 15 años. Tras su fallecimiento se planteó la pregunta: Y ahora, ¿qué? "Yo no quería que acabase en un vertedero, que es el destino de la mayor parte de los animales domésticos", relata Ander. Así que decidió enterrarlo en el jardín del patio de la vivienda familiar. "Lo hice porque no había en Bizkaia ningún sitio para incinerarlo", cuenta. Y eso le dio que pensar. "Entonces fue cuando se me ocurrió poner en marcha un horno crematorio", señala. Corría el año 2010. Comenzó a ponerse en contacto con algunos ayuntamientos para ver quién estaba dispuesto a darle una licencia de apertura del negocio. "Hubo unos que ni me contestaron", recuerda, "otros me decían que no querían ni oír hablar de un crematorio y alguno me miraba como si fuese un chiflado". Pero hubo un ayuntamiento, el de Sondika, que le contestó de forma rápida y afirmativa. Eso sí. Solo le ponía una condición: que debía abrirse en suelo industrial. Conocida la respuesta, Ander se puso a mirar pabellones. Al final, se decidió por el polígono Sangroniz.
Trámites Una vez elegido el lugar, Ander contactó con un arquitecto para que elaborara el proyecto. "No fue fácil", señala, "porque era algo novedoso; menos mal que los que me iban a vender el horno nos orientaron sobre la legislación y exigencias para abrir este tipo de instalaciones". Los trámites burocráticos fueron lentos y fragorosos. La documentación recorrió durante más de un año los departamentos de Medio Ambiente y Sanidad del Gobierno vasco antes de llegar al Ayuntamiento de Sondika. Y así, con todos los vistos buenos de las diferentes administraciones, Ander pudo realizar la primera incineración el pasado mes de febrero. "Fue muy duro porque yo no estoy habituado a ver animales muertos, pero con la práctica me he acostumbrado".
Durante estos ocho meses, en las instalaciones de Ibad se han incinerado todo tipo de mascotas: perros, gatos, conejos, pájaros, hurones y loros. La mayor parte de los animales domésticos llegan al horno crematorio a través de los veterinarios. "Lo normal", dice Ander, "es que las mascotas sean sacrificadas en las clínicas veterinarias, con lo cual ellas son quienes nos llaman para que nos hagamos cargo de los animales". La otra vía es la utilizada por los propios particulares, que llaman directamente a las oficinas de Ibad. "Tenemos un servicio a domicilio, por el que nos encargamos de ir a buscar la mascota y traerla para incinerarla", señala. También se suelen poner en contacto con Ander las sociedades protectoras de animales cuando estas encuentran animales muertos "en cunetas y contenedores".
El proceso de incineración dura una media de dos horas, dependiendo del peso de la mascota. Según explica Ander, la incineración de un pastor alemán, de unos 35 kilos, sometido a una temperatura de entre 900 y 1.200 grados, puede tener una duración de una hora y media. Aunque a ese tiempo habría que añadir otra hora para que se enfríe el horno y puedan sacarse las cenizas. Un proceso que puede ser presenciado por los dueños de las mascotas ya que existe una sala o pequeño velatorio que tiene una cristalera por la que se puede ver el horno incinerador. "La mayor parte de la gente no se queda porque es muy duro para ellos ver cómo meten al horno un animal con el que han convivido muchos años".
Cajas Si la incineración se hace de forma individualizada, lo normal es que los dueños de las mascotas se lleven las cenizas en una caja, del mismo tipo y material que se utilizan para los humanos. "Hay de todo", señala Ander, "biodegradables, de cerámica o metacrilato". En cuanto al destino final de las cenizas, Ander dice que mayor parte de las dueños las "esparcen por el monte o los lugares por donde les gustaba pasear".
A lo que no se acostumbra Ander es a ver el sufrimiento de las personas. "Es cuando peor lo paso", dice, "porque todo el mundo que viene aquí acaba llorando". A pesar del mal momento que pasan los dueños, siempre recibe muestras de agradecimiento porque "la gente se queda muy tranquila". Y se van tranquilos porque lo más importante para los dueños de los animales domésticos, según Ander, "es ver que sus mascotas no acaban en un vertedero". Por ello, la empresa que ha montado Ander siempre entrega un certificado de incineración. "Eso es muy importante resaltar porque la gente siempre quiere saber el verdadero final de sus mascotas y con el certificado queda demostrado que ha sido incinerado", señala.
En cuanto a los precios, la incineración se sitúa entre los 150 y 220 euros. Depende de si realiza de forma individual o colectiva, o también si las mascotas llegan al centro Ibad a través de las clínicas veterinarias o de manera particular.
Transcurridos ocho meses desde que este topógrafo reconvertido en empresario de servicios funerarios para mascotas pusiera en marcha Ibad, su balance es positivo. "Está funcionando muy bien el boca a boca", dice. A pesar de ello, Ander se está moviendo. Consciente de que en Burgos y Logroño no hay hornos incineradores, quiere ampliar el mercado por esas provincias limítrofes.