Bilbao. Vivía encerrado en su soledad, en la incomprensión de no conocer bien ni el idioma ni la cultura vasca y, por eso, intentó buscar una solución. Puso anuncios en internet para intercambiar clases de persa por prácticas de español. Pero también encontró otro medio de ponerse al día con el castellano. Bijan se dispuso a ver películas infantiles -su lenguaje es menos complejo que los filmes de adultos-, con la intención de ir adquiriendo vocabulario y entendiendo mejor los giros y las expresiones que se le hacían imposibles y que le ofuscaban, precisamente por sus carencias con el idioma.

"Entendía el lenguaje, pero no las bromas y eso, a veces, también le ponía de mal humor", comentaban quienes le conocían.

Sin embargo, una vez más, una acción con una inocencia evidente se convirtió en un verdadero calvario para Bijan. Su mente volvió a dominarle y, en vez de dibujos, el joven iraní afirmaba que los "monstruos" de las películas querían salir de la pantalla para acabar con su vida. La realidad se alteraba y, de nuevo, volvía a sentirse en peligro, perseguido para ser asesinado.