Son las diez de la mañana y a la Plaza del Funicular de Bilbao no deja de llegar gente. No se forman colas, pero el goteo de familias y grupos es constante. Todos ellos van en la misma dirección, a la estación del funicular de Artxanda. Allí, muchos llegan con los billetes ya comprados y otros sacan los tiques en las máquinas de la entrada o pasan con la tarjeta Barik. Son decenas las personas que deciden empezar su día subiendo hasta Artxanda en funicular. Tantos son los que optan por este medio de transporte que han conseguido que bata récord de viajeros en julio. Bien lo sabe Jaime López, que vive al lado de la estación y al que “cada día” le preguntan dónde está el funicular. “Cada vez que vengo hacia casa me preguntan. Este año, además, es prácticamente cada día”, relata.

Y es que más de 145.000 personas optaron el mes pasado por este medio de transporte público para disfrutar de las espectaculares vistas que pueden observarse desde el ya mítico mirador de Bilbao que se encuentra en Artxanda.

Mariña Carrasco y Cristian Serén OSKAR GONZÁLEZ

El mirador es el mayor de sus reclamos. Nada más salir de la estación del funicular, ya arriba, la gran mayoría gira hacia la izquierda para poder admirar Bilbao desde las alturas. Hacia allí se dirigieron ayer martes Mariña Carrasco y Cristian Serén, que buscaban el mejor lugar para sacarse una foto con el botxo de fondo. “Hemos venido hasta aquí por las vistas, son una pasada y subiendo en el funicular también se deja entrever lo que te vas a encontrar en el mirador”, relataban. Era su primera vez en Artxanda y por ende, la primera vez que utilizaban el funicular, y aseguraban que es “una experiencia para repetir”. “Es un viaje muy cortito, el acceso lo hemos realizado sin problemas a pesar de que había bastante gente para entrar. Ha sido todo muy ágil”, explicaban.

En su caso, las entradas las compraron a través de Internet para agilizar el proceso porque “sabíamos que era algo que está muy concurrido”. Durante cinco días estos dos jóvenes vigueses aprovecharán para conocer, “sobre todo”, el Casco Viejo y el Museo Guggenheim ya que “con la exposición de Yayoi Kusama el atractivo es aún mayor”.

Anna Papai, Lohan Papai y Andor Kiss Oskar González

Anna Papai, Lohan Papai y Andor Kiss tampoco habían montado nunca en el funicular de Artxanda, ni tampoco en ningún otro. Estos tres amigos, originarios de Hungría, decidieron pasar la mañana de ayer martes subiendo hasta Artxanda y coger el funicular, lo que fue una “muy grata sorpresa” para ellos. “No esperábamos que fuera así, no sé muy bien qué idea teníamos, pero desde luego, no que tendríamos estas vistas”, aseguraban.

Paloma Campallo y Juan Antonio Fernández Oskar González

Paloma Campallo y Juan Antonio Fernández también cogieron el funicular “como buenos turistas”. “Es algo que hay que ver cuando vienes. Yo vine hace quince años y el recuerdo que tenía era totalmente diferente a lo que he vivido hoy. La vez pasada me daba menos seguridad, sentía que era menos estable”, recordaba Paloma entre risas.

LOS DEl ‘FUNI’

Entre las cámaras de los turistas, en los vagones también se ven mochilas y chancletas de gente que dice que sube en funi. Ellos son bilbainos que están más que acostumbrados a subir a Artxanda en funicular y que aprovechan el medio de transporte, sobre todo, para ir a las piscinas. “Es muy cómodo para ir a la piscina porque te deja arriba y no tienes que buscar dónde aparcar, aunque cuando hay tantos turistas es un poco agobiante, los vagones se llenan demasiado”, relataba Enara Marquínez. Por ello, el funicular de Artxanda estudia aumentar frecuencias y comprar vagones más grandes.