53 años han pasado desde que Aurelia y Crispín levantaran la persiana del Iru-Anai y comenzaran a dar de comer a miles de bilbainos. Este restaurante que ha formado parte del paisaje de Iturribide durante tantos años baja ahora esa persiana para siempre, aunque desde la pandemia no había abierto -con la salvedad de dos semanas- por diversos motivos. Los golpes provocados por las restricciones y más tarde motivos de salud han llevado a tener que cerrar sus puertas de una manera “que no hubiésemos elegido para nada”, explican José Manuel y José Luis López, que han regentado el bar durante muchos años.

Junto con su hermana María Blanca, entraron a trabajar tiempo después de que Crispín y Aurelia, padre y madre de estos abrieran el local. Fue años más tarde cuando se hacen con la gerencia José Manuel y José Luis, a quienes ha acompañado durante “muchísimos años Jesús Alberto Santillana, nuestro empleado que ha sido como uno más”, cuentan. Si por algo era conocido el Iru-Anai era porque daban bien de comer, que se dice. “El restaurante comenzó con carta, como eran antes muchos restaurantes, luego nos fuimos adaptando a los cambios, introduciendo menús y muchos pintxos”, comentan. Una vez empiezan con los pintxos, los éxitos no tardan en llegar, ya que cabe destacar la gran cantidad de concursos que han ganado durante tantos años. 

“Nos queda la satisfacción del trabajo bien hecho, el recuerdo de comprobar que la clientela sabía que en nuestra casa iban a comer bien”. Eso les reconforta, no así la forma de despedirse. “Con los clientes tampoco hemos podido tener demasiado contacto, nos quedamos con pena de poder hacer una despedida. Creemos que hay mucha gente que estará pensando qué ha pasado, pero ahora creemos que hacer una despedida en estas condiciones no tiene sentido”.

La ventana hacía también las veces de mesa improvisada para tomar algo. J. M. L.

El cierre aseguran que “da pena y a la vez no, porque jubilarse es una aspiración de cualquier trabajador, pero las formas sí nos han dejado tocados”. El local cuenta con el reconocimiento en forma de premios pero sobre todo con el reconocimiento de tantos y tantos clientes que no han fallado nunca. Aseguran que les queda también una sensación triste de ver cómo está decayendo el Casco Viejo de Bilbao: “Creo que se está perdiendo esencia, y cada vez hay menos autenticidad”. Advierten también de los muchos cierres de locales, en un sector que “si ya es muy duro, por la cantidad de trabajo que hay detrás, se suma que en los últimos años parecemos delincuentes”.

A modo de despedida

Lo que sobre todo quieren dejar claro es que “la despedida no la hubiéramos querido así y queremos dar las gracias a toda la clientela por acompañarnos, así como a Jesús que ha trabajado con nosotros tantos años y que ha sido como uno más”. Los dueños del Iru-Anai aseguran que su empleado ha sido uno más y “está incluso más apenado que nosotros”. Jesús Alberto ha querido despedirse con unas palabras que resumen lo que ha sido este local bilbaino con pedigrí:Es prodigioso cómo somos capaces de recordar para siempre aquellos lugares que han sido especiales para nosotros. Cómo resuena en nosotros el eco de todos los manjares que hayamos probado, y cómo nos permite imaginar y soñar. En este caso, un sueño que empezó hace muchos años, y que perdurará para siempre, pues, según dicen, nada desaparece mientras permanezca vivo en nuestro corazón. Nos vamos. Con un nudo en la garganta, la voz seca y quebrada y los ojos desbordados, pero orgullosos de una vida compartida con vosotras y vosotros. Y es que eso ha sido, una vida. Una vida de esfuerzo, de sudor, de lágrimas, de sonrisas, y de muchísimos momentos dulces. Y no ha habido nada más grande que disfrutar del inolvidable camino en familia. Hemos hablado de mil y una historias, que permanecerán en nuestro corazón. Por eso solo podemos estar eternamente agradecidos por habernos convertido en lo que somos hoy, nunca os olvidaremos. Gracias”, termina.