Se me hace difícil hablar en pasado para referirme a Txomin Bereciartua, una persona que ha estado tan presente en mi vida. Comencé a trabajar con él a los 25 años, y he continuado toda mi vida profesional vinculada al proyecto de la Fundación Novia Salcedo en favor de la juventud, un proyecto que tanto significó para él en lo personal y en lo profesional. No sé ni cómo ni por dónde comenzar a describir su semblanza, Txomin ha sido un hombre grandioso, que ha tenido una vida plena, y le he visto despedirse como ha vivido: positivo, contento, en paz.

Tenía una vocación inagotable de construir, crear y transformar todo aquello por donde pasaba, para hacerlo mejor. Siempre concibió Novia Salcedo como levadura del cambio que quería ver en la sociedad, un faro para atisbar el horizonte y orientar y promover la formación de las personas jóvenes a través de la pedagogía activa y la asunción de responsabilidades. Convencido de que la calidad de un país son sus personas, consideraba que la vida había que vivirla asumiendo apuestas decididas, aprendiendo a enfrentarse a retos y oportunidades, a hacer haciendo, superando dificultades, única forma de crecer y madurar interiormente como personas.

Txomin pasó su vida buscando acompañar a las personas, buscando ideas, desarrollando proyectos sociales y culturales. Y reclutando personas de buena voluntad para ponerlas en marcha. También las obras de sus parroquias le apasionaban. Adelantado a su tiempo, visionario, paciente -a la vez impaciente en la acción-, como todo buen emprendedor era una persona tenaz. Sabía esperar, manteniendo siempre la fe en un futuro que seguro sería mejor “si no nos dormimos en los laureles”, decía. Trabajaba como si todo dependiera de nosotros mismos pero, a la vez, como si fuera realmente Dios -el Jesús en el que creía - quien lo hacía a través de nosotros. Con esos ingredientes, su paz nunca se alteraba.

He tenido una suerte inmensa de encontrarme con él en la vida. Hemos puesto en pie, junto a muchas personas excepcionales, una organización siempre en movimiento, tratando de ser fieles a la misión, visión y valores con los que nació, actualizando propuestas y respuestas en función de las necesidades sociales que en cada momento se han ido presentando. Siempre con la apuesta decidida y firme por una cultura de innovación basada en las personas. Con el trabajo en equipo como motor principal.

Recorrido historia vital

En mis últimas visitas a la residencia de San Vicente en la que vivía, tuvimos ocasión de charlar sobre muchas cosas. En algunas ocasiones hacíamos un rápido recorrido por su historia vital. En ese sentido, recuerdo que junto a su mesilla de noche tenía una fotografía en blanco y negro de cuando era joven. Al lado, la de sus padres, hermana y hermano, y su familia entera de sobrinos y sobrinas. Cogí su foto y mirándole le pregunté qué le diría hoy a aquel joven tan sonriente. Y me respondió con la misma sonrisa de la fotografía, “pues que era un poco desastre “. Me reí y le dije, “pero ¿cómo puedes decir eso con todas cosas que has hecho en tu vida?”. Txomin ha mantenido hasta el final de sus días ese sentido de que, aun no siendo ni el mejor ni el más capaz, Dios se sirvió de él para hacer muchas de las obras que realizó. De todos los mensajes posibles, creo que éste puede ofrecer ánimo a la juventud que tantas veces se encuentra desorientada y con la moral en horas bajas. Si pasabas un bache, su receta era “ponte en marcha, reflexiona, mejora, trabaja con otros y ten fe en ti mismo”.

Sobre las dificultades económicas y sociales actuales, los tomaba con paciencia, y con la esperanza de que todo se recompondría para bien. Me animó una vez más a orientar en valores y a formar profesionalmente a los jóvenes, especialmente a los que no tienen nada y que dejan sus países para buscar una vida mejor entre nosotros. Hablamos también de su concepción de la Iglesia-Comunidad, que siempre fue su quehacer principal, y sobre los cambios que consideraba necesarios. Y como siempre, nos infundía ánimos con un toque de humor socarrón bilbaíno: “Euskadi funciona porque existe la Fundación Novia Salcedo”.

Casi sin enterarnos, Txomin ha pasado su vida uniendo personas, soñando y haciendo proyectos. Supo crear en torno a la Fundación Novia Salcedo un excelente contexto para que miles de jóvenes pudiéramos desarrollarnos personal y profesionalmente. Cuando le contaba hace un par de años el avance de metodología que hoy estamos aplicando con las personas y organizaciones, como actores de primera magnitud en la formación de los jóvenes, me decía: “eso está muy bien, pero ¿estamos formando en la transcendencia y en la inteligencia espiritual?“. Entonces, pedíamos referencia a nuestro catedrático “de cabecera”, Sabino Ayestaran (DEP), quien dirigía por entonces nuestro Icaro Think Tank, y nos decía: “Decirle a Txomin que, en psicología, trascendencia significa salir del yo para aprender a cooperar con otros y construir el bien común, y que efectivamente en eso estamos muy atrasados, es algo que nos llevará toda la primera parte del siglo XXI”. Seguro que ahora siguen debatiendo sobre desde dónde abordar mejor esta necesidad en la juventud. Nos echarán un cable desde el cielo.

Txomin tenía alma de inconformista y de capitán de un gran equipo. Damos gracias por su vida. Siempre estará con nosotras.