¿A qué suena Bilbao? A fanfarronería. A euforia. A orgullo… Eso dicen, al menos las letras de las mil y una canciones que tienen al botxo y a sus gentes como protagonistas. Que si este monumento es la pera, que si esta calle no tiene parangón, que si esta persona es la leche… Así hasta el infinito. O mejor dicho, hasta donde llega la mirada del bilbainito y la bilbainita. Porque así son estas ‘coplas’ que lo mismo ennoblecen al metro y bendicen a un león rojiblanco, que añoran las salas de fiesta y exprimen una anécdota –o susedido– para cantar, brindar y beber, aunque el orden de esto último es lo de menos.

A veces sin acompañamiento instrumental, otras al son de guitarras y acordeón, la bilbainada es, en sí misma, un género único en su especie. Único por inimitable y por original, y porque es capaz de triturar las gargantas de todas las edades cuando suenan grandes éxitos de ayer y de hoy como ‘Un inglés vino a Bilbao’, ‘Desde Santurce a Bilbao’ o esa otra que dice: ¡Aúpa el Erandio! / que es de Erandio / ¡Aúpa el Kaiku! / que es de Sestao / Los hornos de Barakaldo / que alumbran todo Bilbao.”

Y es que las bilbainadas tampoco entienden de fronteras. Puede que no sean tan universales como la escalerica sanferminera -1 de enero, 2 de febrero,...-, pero estas estrofas de kilómetro cero son el más fiel reflejo de ese Bilbao jatorra y cantinero que llena las bocas de jóvenes, adultos y mayores durante el día y la noche. Como canturreó Juan Carlos Pichel en ‘Recordando a mi cuadrilla’ (2017) “Si en México se canta con pasión / Cielito Lindo, La Llorona y Adelita / yo le canto a mi ciudad con devoción / porque siempre para mí es la más bonita”. Son el alma de la fiesta todo el año, y más con Marijaia delante. Sus letras destilan pasión por pasarlo bien, por olvidar las penas y son una auténtica llamada al cachondeo y la parranda. “En pleno mes de agosto vente para Bilbao / nuestra Aste Nagusia te dejará pasmao. / Disfrutarás las fiestas como un iluminao y cuando tú te vayas creerás que lo has soñao. / Serás bien recibido y no te ha de faltar / jolgorio y alegría y nuestra cordialidad. / Pintxitos de merlusa, bonito y txakolí / vente para Bilbao, aquí serás feliz”, celebraba Miguel Ángel Gómez Urtiaga en 2020 con la canción La que ha liado Marijaia. Y eso sin haber pisado la calle...

Ese es el espíritu de las bilbainadas que fardan de contagiar la alegría a sinsorgos, artaburus, koitados y aparvados autóctonos. Y para ello han contado –y cuentan– con trovadores de postín: Los Botxeros, Los Chimberos, Los Ruiseñores del Norte, Jai-Alai, Cinco Bilbainos, Los Txikis, Indarra… Esos mismos y otros más que sin querer queriendo han sabido llenar plazas con esas melodías de acento bilbaino. Además, las bilbainadas han sabido adaptarse a la transformación de la villa para deleitar a propios y extraños con un repertorio que invita a no quedarse parao y que se enriquece cada temporada con nuevos títulos. Los de este año, como todos, martillean con sus ritmos y sus letras en el corazoncito de los aficionados a estas canciones con licencia para barajar en una misma composición la iglesia de San Antón, Puppy y los txikitos. Incluso Obama y Donald Trump se han colado en estas piezas musicales cortas.

Y todo porque el primero, durante un acto oficial en noviembre de 2016, nombró al botxo sin leer ningún discurso y sin que nadie se lo chivara. Lo hizo porque sí, porque venía a cuento en su intervención, porque le apetecía y porque Bilbao y su museo de titanio están en su retina. “Si nos conociera / se haría de Bilbao también / Y ya por imaginar / me imagino a Donald Trump / cantando una bilbainada / en medio de Central Park / O a los Obama bailando / con esa gracia que tienen / un arin-arin en Arriaga / nuestra fiesta disfrutando”. Así reza la composición que le valió un accésit a Maite Garmendia Talledo aquel 2017.

Pero esa condición sofisticada le viene a Bilbao de antes, como ya supo leer en 2010 en sus calles Antonio Gracia Izquierdo: “El Botxo Kosmopolita / dijeron que iban a hacer: / pues que le hagan solo Kosmo / porque Polita ya es”. Siempre adulando a la villa y a sus gentes, como acredita también la última ganadora (Bakarra Munduan) cuando entona: “38 auzoek / betetzen dute Bilbao hiria, / bakoitzak bere esentziaz / pizten du gure harana argiaz; / urteak pasa ta gazteenek / birsortzen dute hiriko giroa”.

Porque aunque no lo parezca, las bilbainadas no son tan pretenciosas y cantan con muchísima devoción a lo terrenal (la plaza del Gas, la fuente de Iturrigorri, la travesía de la estufa, el bacalao, las carolinas, los bilbobuses…) sin perder de vista, eso sí, los atributos divinos de los que presume sin disimulo la villa: la catedral de San Mamés y la Amatxu de Begoña, aunque el orden de esto último es lo de menos. ¿Por qué? Porque en Bilbao todo es señorial y con encanto, majestuoso y preciado. Único. Tanto que ha dado nombre a una baldosa, a un color y hasta una bebida burbujeante y con chispa se jacta de ser de Bilbao…

Una noche y una ruta

“Siempre es buena la ocasión para ejercer de bilbaíno / para ejercer de bilbaina, siempre es buena la ocasión / basta humor, gracia y salero y ser un poco farol / que soñar no cuesta dinero / ni contarle al mundo entero / ¡que nuestro botxo es lo mejor!”, resumía Txetxu Bilbao en Siempre es buena la ocasión (2010) lo mejor de esa sensibilidad botxera. Años antes, en 1993, ganó la quinta edición del Concurso de Bilbainadas con Himno a las fiestas de La Casilla y no le dolían prendas a la hora de reivindicar una noche de Aste Nagusia cargadita de estas melodías, rimadas en tiempo de zor-tziko, de jota y de habanera… Unos años después, en 1998, el ilustre Petiso proponía para las fiestas de Bilbao una ruta de bilbainadas, y tascas por supuesto.

Así lo aclamaban también Txaro San Juan y Fernando Ibarra en Patrimonio botxero (2013) para referirse a las bilbainadas: son “un tesoro”, “son cultura y tradición” “que en sus notas nos regalan / el talante y el orgullo de Bilbao”. Este año se ha celebrado la 34ª edición del Concurso de Bilbainadas, lo que confirma que estas composiciones nunca pasan de moda. Ni siquiera la pandemia tuvo los galones suficientes para silenciar las partituras festivas de 2020 y 2021, aunque no pudiera celebrarse Aste Nagusia.

La prueba indiscutible del temperamento y del carácter socarrón del bilbaino y de la bilbaina para disfrutar de la vida es que la pieza galardonada el año pasado fue El kobis diesinueve, compuesta por Guillermo Arteagoitia y Alberto Núñez. Y en la cita de 2020, una de las canciones seleccionadas (Cantando por los balcones de Guillermo Garmemdia) exponía que “Quién me lo iba a decir / Bilbao sin fútbol ni bares. / Nuestra única diversión / es cantar por los balcones. [...] Cantando por los balcones / cantando por las ventanas / para que nunca se callen / nuestras lindas bilbainadas”.

Pero no todo son parodias, chanzas y caricaturas. Las bilbainadas son algo más. Son todo lo demás. Glorifican la amistad, son devotas de la lealtad, adictas al amor verdadero, invitan a la ilusión y prometen aceptación y hospitalidad… “Bilbao, los tiempos han cambiado, pero conservas con gran orgullo / las bilbainadas, preciado legado de nuestros aitas y nuestros abuelos. / Son patrimonio bilbaino / no hay nada tan celestial / como cantarlas unidos / en cuadrilla y en amistad”, reza la letra de Las bilbainadas, preciado legado (2019) compuesta por Miguel Ángel Gómez Urtiaga.

Porque Bilbao es una ciudad de valores no solo porque lo hayan acordado así en el Ayuntamiento sino porque también sus gentes así lo demuestran cuando cantan:

“Cuando vengas al Botxito / tráete la maleta grande / porque cuando lo conozcas ya nunca querrás marcharte”, respira la letra de Un tío de Bilbao, de Carlos Terrón (2016). Y hay más: “Yo llegué a la villa, / quedé impresionado / de tal maravilla / y me quise quedar. / Me rendí a sus encantos, / no quise escapar [...] / Si un día tuvieras / la oportunidad / de estar en Bilbao / me comprenderás”, describe Roberto Gutiérrez de Rozas Cadiñano en Cuando llegué a Bilbao (2016).

Los salmos se encuentran también en otra pieza de Juan Carlos Pichel (Bilbao es amistad): “Su verdadero tesoro, / santo y seña de nuestra ciudad, / es que un amigo del Botxo / es ese amigo que nunca fallará”. O “las bilbainadas que se oyen sacadas desde el corazón / las cantan los txikiteros / en tascas, txokos y bares / y con un tinto en la mano / apartan todos sus males”, estampó en 2020 Juan Carlos Guerrero Tudea en ‘Esencia de txikitero’.

Amor por el botxo

“Ven a conocernos, ven a conocernos / a comer bacalao al pilpil, / ven a conocernos, ven a conocernos / y a beber nuestro buen txakoli. / Primero comer bien, / cantar, cantar, cantar / jota y arin-arin / para terminar. / Sí, sí, sí, Bilbao es una fiesta / Sí, sí, sí, yo no me voy de aquí / porque te quiero a ti”, aportó en 2010, Nicolás Saratxaga en Ven a conocer Bizkaia. O qué tal esto: “Botxo, botxito querido / cuando yo te vuelva a ver / sabré lo que siempre he sabido / sabré lo que es el querer”, compuesto por Verónica Domínguez Centeno (2013).

Aunque para declaración de amor al botxo, la bilbainada firmada en 2012 por David Sainz y Jon López: “Quiero volver al Botxo / y en mi memoria resucitar / besos de sirimiri / de aquella infancia en El Arenal / y al subir a Begoña, / querida amatxu, te pediré / que mis cenizas eches aquí / y por la ría lleguen al mar / porque ya no me importa morir / si el cielo está en Bilbao”.