SIGUIENDO el rastro olfativo de un kebab que anda solo y cuyos ingredientes se antojan más secretos que los de la coca-cola, camino del Puente del Ayuntamiento me doy de bruces con un estanco que lo mismo vende gafas de sol que un Pack botellón. El lote incluye bebida alcohólica de alta graduación, refresco, hielos, dos vasos y bolsa por un precio que oscila entre los 22 y los 26 euros. Qué apañados, pienso, aunque les falta el cepillo de dientes, el dentífrico y algo para la resaca. También podrían añadir un flamenco hinchable para dormir la mona in situ o una almohada cervical para echar una cabezada en el transporte público. Y, ya puestos, una excusa para ausentarse al día siguiente a la comida familiar escrita en un papelito dentro de un hielo, como los que meten en las galletas de la suerte chinas. Eso, claro, sería ya un Pack botellón deluxe.

Hablando de cubitos, están tan cotizados como un váter limpio. En las txosnas ha habido infelices que han pedido “un mosto con cuatro hielos” con las bolsas del súper colgando como si los comparseros se chuparan el dedo. Sin haberse comido antes unas costillas, quiero decir. “Yo sí se los doy, me dan pena, pero si son criajos, me pongo en plan poli y se asustan”, dice una veterana tras la barra. Avisados quedan. ¡A beber Fanta!

No sé si será por la chaparrada de anteayer, pero en las faldas del recinto festivo han crecido negocios de quita y pon como perretxikos. Algunos ni siquiera se han molestado en poner un triste letrero. Comprar una cartulina y un rotulador para nueve días es tontería. En honor a la verdad, las cajas de botellas apiladas que se ven en los escaparates no dejan lugar a la especulación. Me pregunto si a partir del lunes venderán bebidas energéticas o forro y mochilas escolares. También si quienes venden pinchos morunos, cocinados en camping gas en El Arenal, cumplen la Ley del Juego por aquello de que comerse uno es una ruleta rusa. “Entre los pinchos morunos, las arepas y otras cosas indeterminadas no sabes si estás en Bilbao o en una Feria de las Naciones. ¿Dónde quedó el bocata de lomo con pimientos o queso de toda la vída?”, preguntaba una nostálgica.

El disfraz de Mickey Mouse que compré on line para mi ayudante es tan cutre que le daban limosna por pena, pero ningún niño se quería fotografiar con él. Temiendo que lo descubrieran, le mandé de paisano al certamen gastronómico. Dice que lo mismo que en el txupinazo deconstruyeron la tortilla de patata lanzando huevos, algunas salsas verdes tampoco son lo que eran. “Como no pueden utilizar ni pescado ni carne por el tema vegano, el caldo es aguachirri”, asegura, vestido con la falda de arrantzale que cada vez llevan más chicos. La mía, por cierto, me queda como una falda tubo. Será que retengo líquidos. O bocadillos. l