El proyecto nace en Argentina y lo ha presentado en la Unión Europea y en Euroclima. Cuando recibió la invitación de Petronor y el alcalde de Bilbao, pensó que no era una casualidad, sino causalidad porque siendo vasco después de muchos años vuelve a la tierra de sus abuelos. “Pensé: De aquí tiene que ser el trampolín”. Y ha venido dispuesto a aprovechar “este modelo vanguardista que hay en Bilbao para promocionar mi proyecto y que dentro de dos años podamos decir que hemos abierto bancos de bicicletas en muchas partes del mundo”.

¿En qué consiste el proyecto?

—Es un proyecto de inclusión que consiste en favorecer el transporte de las personas más vulnerables de una sociedad. Las personas donan las bicicletas, nuevas o usadas, nos mandan la foto y la geoubicación y pasamos a buscarlas. Previamente vemos si la bicicleta está en condiciones o necesita mucha reparación. Las arreglamos en un banco de bicicletas donde trabaja gente, y vuelven a rodar.

¿A quiénes se destinan?

—Se entregan a diferentes colectivos. Por ejemplo, niños que van a la escuela y tienen que hacer 6 kilómetros. Así no llegan cansados y pueden estudiar. Y también en las cárceles, es el proyecto más ambicioso en el que estamos actuando. Ellos nos enseñan a jugar al rugby y nosotros les ofrecemos el taller del oficio de reparador de bicicletas. Salen con un título que es ayudante auxiliar de mecánico de bicicletas. Son personas con pulsera transitoria de manera que en cinco meses recuperan su libertad y el curso deben hacerlo en el periodo de tiempo para la reinserción.

¿Encuentran trabajo?

—En los municipios que tienen bicicleterías, esos presos pueden trabajar. Y en ese caso, no pagan impuestos. Es una forma de trabajar con políticas de reinserción. Tratamos de cambiar realidades. Son proyectos para cambiar realidades sociales. Uno puede tener una smart city pero puede aplicar el proyecto en las cárceles, o en Latinoamérica, para llevar a la gente que no tiene posibilidad de transporte público.

¿Cómo se sustenta si se regalan las bicicletas?

—No se regalan. Se ceden para trabajar o buscar trabajo. Después debe devolverla. Trabajamos con triple impacto en empresas con responsabilidad social y ONG, y con las políticas del gobierno de ayuda a los desfavorecidos.

¿Y cuál es la oportunidad de venir a Bilbao?

—En el País Vasco no lo necesitan, pero sí se puede hacer un trabajo de reinserción en las cárceles de mujeres. En Latinoamérica se trabaja mucho con las mujeres. Allí se cobran subsidios pero pensamos que no es la solución, por eso vamos a implantar este sistema.

¿Por qué le invitan a este congreso?

—No es una casualidad, es un causalidad. Alguien de México ha comentado este proyecto. Nuestra idea es que se replique en cualquier país de Latinoamérica. Venir aquí nos da la posibilidad de hacernos visibles y generar bancos donde sobran las bicicletas.