Una muda prolongada y multicolor

Bilbao - Aunque noviembre es el mes por excelencia de precipitación arbórea no es un proceso puntual. De hecho se prolonga hasta pasado febrero dependiendo del clima que se padezca pero, sobre todo, de la variedad de árboles que florecen en la villa. Los plátanos son los más tempraneros, los que a finales de verano ya empiezan a llorar sus hojas, debido en parte a un hongo que produce la antracnosis, pero también a su disposición natural. De todas formas, estos árboles, igual que los castaños de indias, debido a su abundante follaje prolongan hasta la entrada del invierno la producción de hojas caducas. Más tarde comienzan la actividad de muda los fresnos del país, demorándose más la de sus hermanos fresnos de flor y montaña. Los arces, de los que hay diferentes subespecies en toda la villa, dan trabajo a los servicios de limpieza durante toda la campaña y los últimos en desnudar sus ramas son las hayas, carpes y robles. Ello es debido a que dentro del género de estos últimos árboles, cuentan con especies denominadas marcescentes, es decir, que sus hojas, aún secas siguen agarradas hasta la entrada de la primavera y solo se caen cuando nacen nuevas brotes. La alfombra temporal que cubre aceras y plazas torna también en tonalidades diferentes. El tilo, árbol presente en toda la ciudad, es el primero en mutar de verde a amarillo, al igual que los tulipaneros, los gingkos o el nogal de Japón que ofrecen distintos ocres, aunque les cuesta más en el tiempo cambiar la tonalidad. Unos tintes que generan una paleta de colores en las aceras y plazas que se complementan con los naranjas y rojos que visten los arces plantados, por ejemplo, en la avenida de las Universidades, al otro lado de la orilla del Guggenheim o en el parque de Etxebarria, un bermellón característico cada vez más presente en Bilbao al que se suma la producción de follaje del liquidámbar que va desde un rojo pálido a un granate oscuro. - A. G. A.