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"El gran enemigo de la igualdad de género es la cultura patriarcal"

Abogada y activista por los derechos humanos, fue la primera ciudadana iraní y la primera mujer musulmana en recibir un Nobel de la Paz, en 2003. Tras ser expulsada de la judicatura, trabaja, de forma gratuita, en casos de violación de los derechos humanos de mujeres y presos políticos

"El gran enemigo de la igualdad de género es la cultura patriarcal"Foto: D. Haro

Bilbao. En pleno siglo XXI, ¿tenemos que seguir hablando de igualdad de género?

Es el tema más importante de los que tendríamos que estar hablando en todo el mundo. La humanidad ha avanzado muchísimo en ciencia y tecnología pero, desgraciadamente, no lo ha hecho para dar los mismos derechos a hombres y a mujer. En cualquier parte del mundo siguen sufriendo discriminación y violencia.

¿En cualquier parte del mundo?

Sí. En España, solo hay tres rectoras. ¿Por qué? ¿Acaso las mujeres han estudiado menos? Tampoco ha habido ninguna presidenta de gobierno y los secretarios generales de los partidos son, mayoritariamente, hombres. Pensaba que en el norte de Europa las mujeres tenían la situación más favorable del mundo, hasta que fui a un seminario en Finlandia y me dieron un broche que era un euro al que le faltaba una cuarta parte. Era su forma de protestar por que el salario de las mujeres era menor. Se ha generado un techo de cristal; la luz entra y las mujeres piensan que son libres, que no tienen fronteras. Solo cuando intentan volar chocan contra ese techo. Al tener dos jornadas laborales no pueden participar plenamente de los derechos que les otorga la ley.

No es comparable a la situación en otros países.

Cierto. En Kuwait, Indonesia o Egipto, el respeto a una mujer está ligado al número de hijos varones que tenga. En muchos países ni siquiera se les llama por su nombre, sino por el nombre de sus hijos; Fátima no es Fátima, sino madre de Alí. En Irak la discriminación es peor tras la intervención militar, y en Afganistán, aunque existe una cuota de mujeres en el Parlamento, las expulsan si critican al Gobierno. En África, las tradiciones tribales y culturales aumentan la discrimación a la que ya les someten las leyes; la mutilación genital femenina se practica en Somalia, Sudán, Nigeria...

¿Cuál es la situación en su país, Irán?

Las mujeres tienen derecho a votar desde hace más de 50 años, antes que en Suiza, y desde hace años, más del 65% de los universitarios son mujeres. Pero tras la revolución del 79 se aprobaron leyes muy duras: la vida de la mujer vale la mitad que la de un hombre, por ejemplo en las indemnizaciones tras un accidente de tráfico; en un juicio, el testimonio de un hombre vale lo mismo que el de dos mujeres; si una mujer quiere viajar o trabajar, necesita una autorización escrita de su marido... La actual ministra de Sanidad es mujer, ¿se imagina qué ocurriría si tiene que ir a una reunión de la OMS y su marido no quiere darle permiso? Estas leyes no se corresponden con la situación cultural de la mujer iraní; por eso, siempre han sido críticas con el gobierno y han estado en la primera fila de las protestas.

Ha citado varios países musulmanes...

No es el islam el que provoca esa discriminación; las mujeres no solo están discriminadas en los países musulmanes. ¿No hay cristianos en África que practican la mutilación genital, que es una tradición tribial? ¿Son musulmanes los hombres que, en India, hacen incinerar a sus mujeres con ellos cuando fallecen?

¿Entonces?

El gran enemigo de la igualdad de género es la cultura patriarcal; una cultura errónea, equivocada, que no cree en la igualdad de las personas. Y que, desgraciadamente, se transmite a través de las mujeres. Somos, al mismo tiempo, víctimas y portadoras de esa cultura. Todo hombre déspota ha sido educado y criado por una mujer; no las estoy haciendo las únicas culpables, pero no hay que olvidar esa responsabilidad. Esa cultura patriarcal existe en todas las sociedades del mundo, aunque en algunos países sea más fuerte que en otros. La cultura patriarcal atenta contra la mujer dentro de casa, y contra el hombre y la mujer en la sociedad.

¿En qué sentido?

Una cultura patriarcal, cuando cobra importancia, deriva en una dictadura. Los derechos de la mujer y la democracia son los dos lados de una báscula. Ningún país puede considerarse democrático cuando la mitad de su población está discriminada. Son las mujeres que luchan por la igualdad las que crean la base para la democracia. La democracia no es un regalo que un país hace a otro, sino un proceso histórico; las mujeres pueden lograr que sea más corto. Las instituciones internacionales deben prestar mucha atención al papel tan importante que tiene la mujer en la sociedad y, si un país quiere ser democrático, que empiece por preocuparse del papel y el lugar que las mujeres tienen en su propia sociedad.

¿Cómo se puede combatir?

El primer paso es el conocimiento, darse cuenta de que esa situación existe. Tenemos que dar a conocer en qué se refleja esa cultura. Y, luego, preparar a las mujeres para que puedan enfrentarse a este sistema. Una lucha necesita unos instrumentos; uno es el conocimiento. Cuanto más conscientes seamos, el poder de las personas será mayor. Por eso es importantísimo que las mujeres seamos conscientes, estemos preparadas y podamos poner en práctica lo que hemos aprendido. Y esa debe ser, también, la preocupación número uno de los gobiernos, instituciones públicas y empresas. También se requiere una independencia económica; una mujer que tiene que pedir dinero a su marido para comprar cualquier cosa, ¿cómo puede soñar con un mundo igual? La mujer debe ser autosuficiente; su mano debe llegar a su bolsillo. Y ese problema existe en Europa, en Estados Unidos, en África, en los países islámicos...

¿Son importantes congresos como este?

Mucho. Hasta que no se empieza a debatir sobre un problema no tiene solución. No hay que esconder la basura bajo la alfombra, sino reconocer que la desigualdad existe y que es un problema que nos afecta a toda la sociedad, no solo a las mujeres.