La ría ha sido, y es, el corazón que ha dado pulso históricamente a la villa. En sus márgenes se han apostado los principales usos portuarios y negocios comerciales marítimos además de instituciones y servicios para la población. Un punto que históricamente ha aglutinado toda esta frenética actividad ha sido el espacio que recoge la imagen tomada por alguno de aquellos fotógrafos pioneros hace más de siglo y medio, en concreto en 1864.

Esta zona de la ribera fluvial agrupaba en poco menos de unos 5.000 metros cuadrados la esencia de la ciudad y una historia que se remonta al siglo XIV, cuando se estableció como Plaza Mayor perimetrada por varios edificios solemnes y el cauce fluvial. Se erguía solemne la iglesia de San Antón, con esa peculiar entrada obligada al estar flanqueada por su izquierda por el edificio que albergaba la casa consistorial de la villa y el Consulado de Bilbao, el poder fáctico de la vida marítima de la ciudad. A la derecha del templo religioso se yergue por delante el puente que toma el nombre de la iglesia y símbolo perenne en el escudo de la capital vizcaina.

Un espacio urbano que estaba cerrado por su lado izquierdo por los edificios residenciales de las familias más nobles y ricas de la ciudad, como la torre de los Lezama Leguizamón o el palacio de Arana, y por el derecho por el límite con los muelles ribereños.

Es en esta franja donde cada día los casheros y las aldeanas de las anteiglesias limítrofes y de la propia villa constituían el mercado de Bilbao, que ya era conocido como de la ribera por su ubicación, una denominación que hoy permanece.

Es más, es lo único que se mantiene, porque, como se observa en la imagen, el mercado de abastos era hace siglo y medio unos simples tinglados que guarecían a vendedores y compradores de un aguacero o de la solana del mediodía, los cuales, concluida la feria, se quedaban solitarios para la siguiente jornada. La venta de mercadería era numerosa e intensa si tenemos en cuenta la cantidad de puestos que albergaban los tinglados. Una actividad que fue in crescendo, en paralelo a un Bilbao cada vez más marítimo y comercial, y que desembocó en la construcción en el siglo XIX de un recinto modernista de tres grandes naves en hierro y vidrio abiertas lateralmente diseñado por Julio Saracibar, según los cánones arquitectónicos en boga. Una prueba de su importancia fue que este servicio incluso contaba con servicio de control de calidad para el pescado, la leche y la carne. A este edificio le sustituyó a partir de agosto de 1929 el nuevo Mercado de La Ribera, esta vez construido en hormigón armado, muy moderno para su época, funcional y monumentalista, y que fue el predecesor del actual mercado de abastos renovado tras las consecuencias de las grandes inundaciones de 1983.

Por su parte, el Ayuntamiento que se ve data de 1676 y lo conformaba un edificio de tres alturas con amplio desván que contaba con dos fachadas. La principal, con un amplio soportal de tres arcos de medio punto, se abría hacía la Plaza Mayor y una lateral daba a la calle Somera. Su otro flanco se adosaba a la iglesia de San Antón y por su parte zaguera contaba con una alhóndiga municipal, destinada a almacén de granos, que se asomaba a la plazuela de los Santos Juanes. Un edificio que aguantó incólume todo tipo de avatares hasta que en 1886 tuvo que ser derribado tras su inminente estado de ruina. Le sustituyó la actual casa consistorial, también frente a la ría, inaugurada en 1892.

El otro referente de la imagen es el paso por encima del cauce. El puente, de origen medieval, es el que precedió al actual y se situaba por delante del templo. Era mucho más empinado y alto para atemperar los efectos de los aguadutxus pero tras varios ataques de la ría hubo que sustituirlo por otro paso aguas arriba que se inauguró hacia 1.880, después de sufrir las consecuencias de la última guerra carlista.

Curiosamente, el derribo del paso de la imagen se efectuó en el año 1882, por lo que varios años convivieron el puente viejo y el nuevo.