Un fundido a negro absoluto tras el descanso, tan letal como inesperado atendiendo a lo visto hasta entonces, privará al Surne Bilbao Basket de disputar la segunda final continental de su historia a no ser que en el encuentro de vuelta, el próximo miércoles en Miribilla, acontezca algo muy cercano a un milagro deportivo. El conjunto vizcaino regresa de Dijon con una desventaja de 19 puntos (77-58) como consecuencia de dos cuartos finales desastrosos en la parcela ofensiva, repletos de errores de ejecución desde todas las distancias, malas decisiones y ausencia de cualquier atisbo de criterio y solidez. En el momento en el que los de Laurent Legname encontraron la vía para llevar el partido al terreno de lo físico, su defensa se impuso y diluyó a los hombres de negro como un azucarillo. Como si jugara un conjunto hecho y derecho contra uno de chavales. Los de Jaume Ponsarnau cortocircuitaron, encadenaron error tras error y cayeron por el barranco de la desesperación sin posibilidad ni siquiera de poder optar a una derrota que no fuera tan dañina.

7 de 27 en tiros de campo y diez pérdidas. Ese es el horrible saldo que mostró la hoja de servicios del conjunto vizcaino después de un descanso al que llegó mandando en el luminoso por 34-36 tras haber llegado a dominar la cita por nueve puntos (16-25) en el amanecer del segundo acto. Absolutamente nada ni nadie se salvó tras ese ecuador de la cita -también el criterio arbitral puso algo de su parte- y el conjunto francés ni siquiera necesitó jugar un baloncesto de altos quilates para volar en el marcador. Le bastó y le sobró con sacar petróleo de los errores de su rival, aprovechar su ineficacia para correr y jugar en ataque con orden y compostura. El Surne Bilbao Basket ya se vio en una de estas el pasado curso en la propia FIBA Europe Cup, cuando en cuartos de final regresó con un déficit de 19 puntos ante el Legia Varsovia, y resolvió la papeleta con holgura en la vuelta, pero este es un conjunto mucho más sólido y muchísimo tendrá que mejorar la próxima semana en cuanto a acierto e intensidad para poder firmar una campanada que le catapulte hasta la final.

PRIMERAS VENTAJAS

El encuentro arrancó bastante embarullado, con los visitantes sin acabar de carburar en la parcela ofensiva. Zoran Dragic suministró dos bandejas pero también perdió tres balones en los seis primeros minutos, mientras que el Dijon llevaba la voz cantante sin grandes diferencias aprovechando los puntos de Christian Sengfelder y George Hrovat. La primera ventaja de los hombres de negro llegó con el 9-10 tras dos tiros libres de Melwin Pantzar y en primera instancia no fue a más porque los de Ponsarnau fallaron sus primeros cuatro triples, pero a continuación engatillaron tres consecutivos cortesía de Muhammad-Ali Abdur-Rahkman, Harald Frey y Amar Sylla para cerrar el acto inaugural con un buen 14-21.

El conjunto vizcaino tuvo la oportunidad de fabricar su primera renta de dobles dígitos poco después, pero Frey, muy vertical, falló su tiro libre adicional con el 16-25, circunstancia aprovechada por el Dijon para reengancharse, recuperar poco a poco la distancia perdida y obligar a Ponsarnau a detener el partido con un 28-31 justo en el ecuador del segundo cuarto. Ambos equipos entraron en una fase de intercambio de errores, pero los visitantes encontraron recursos puntuales para mantener el control (28-35), aunque su cuestionable toma de decisiones en ataque dio alas a los de Legname, llegándose al ecuador de la cita con un equilibrado 34-36. Al Dijon le penalizaba su 2 de 11 en el triple, pero lo contrarrestaba doblando a su rival en puntos a la contra (8-4), superándole en los logrados en segundas oportunidades (8-5) y aprovechando los 14 puntos de Hrovat.

EL DESPLOME

El regreso de vestuarios del Surne Bilbao Basket no fue nada positivo. Intentó explotar la vía de Tryggvi Hlinason en ataque y no fue solo que no lo lograra, sino que el que hizo daño en el otro aro fue su par Gavin Ware. Ni siquiera las dos técnicas sobre el pívot y el banquillo galo por protestar revitalizaron su juego. La intensidad de la defensa local empezó a marcar diferencias. Los de Ponsarnau, absolutamente desnortados, entraron en un carrusel de pérdidas, fallos a escasos metros del aro y tiros inadecuados y el Dijon encontró pista de despegue hasta el 48-40, momento en el que al técnico catalán no le quedó más remedio que detener el duelo. Pero la pájara de los visitantes en ataque era ya monumental, sumando a su epígrafe de errores los triples sin ningún tipo de oposición e incluso algún tiro libre. En ese ecosistema, con el partido moviéndose en el terreno de lo físico, los anfitriones se mostraron en su mejor versión, se adueñaron completamente de los acontecimientos en cancha y alcanzaron los diez minutos finales con un clarísimo 57-45.

Y la cosa fue aún a peor porque los visitantes eran una mera sombra sobre la cancha. El 67-49 pintó un panorama oscurísimo antes que entre Frey y Thijs De Ridder amagaran con dejar el resultado final en lo menos dañino posible de cara a la vuelta (69-56). Pero ni siquiera hubo opción a ello. Más errores y más perdidas aprovechadas gustosamente por el Dijon y 77-58 que deja la final continental pendiendo de un milagro.