El Bilbao Basket fue a firmar su peor partido de la temporada cuando más ilusión había despertado su trayectoria en la FIBA Europe Cup. Como le ocurrió la pasada temporada ante el Legia Varsovia, tendrá que remontar diecinueve puntos la semana que viene en Miribilla para disputar su segunda final europea. Como entonces, los hombres de negro protagonizaron una segunda parte inexplicable en ataque, con errores de todo tipo, de los más jóvenes y los más veteranos. Tampoco desde el banquillo aparecieron soluciones y no se entiende que en la última posesión, tras un tiempo muerto y con diecinueve segundos en el reloj, Jaume Ponsarnau decidiera sacar desde campo de ataque y regalara cinco segundos al Dijon. La consecuencia fue otra pérdida de balón y dos tiros libres que anotaron los franceses para completar el desastre.

En eliminatorias de este tipo, dos puntos más o menos pueden ser importantes y el Bilbao Basket no lo supo interpretar en veinte minutos en los que todo lo que podía salir mal, salió mal y nunca pudo recuperar el hilo del partido, igual que le ocurrió en la semifinal del año pasado ante el Chemnitz. Y eso que después de once minutos los vizcainos ganaban por nueve puntos y tenían el choque controlado. En ese momento, los de Ponsarnau no lograron ampliar su ventaja y la defensa francesa empezó a imponerse y el hundimiento físico y táctico del Bilbao Basket fue irremisible, de nuevo cuando lo tenía todo a favor.

Phil Booth lanza a canasta por encima de Harald Frey. FIBA Europe Cup

El Dijon aplicó la misma receta que la mayoría de equipos franceses en estas competiciones. A falta de centímetros, se trataba de emplearse con intensidad, dureza y movilidad para llegar a tapar todos los huecos. Cada vez que entraba el balón en la zona, el equipo borgoñés colapsaba, lo que dejaba a Hlinason sin espacios para maniobrar. Había que mover el balón con rapidez, moverse sin él con determinación y sentido y decidir rápido antes de que un francés apareciera delante. Y como en tantos partidos este año, el acierto desde la larga distancia penalizó la propuesta del Bilbao Basket. Con solo seis triples anotados en todo el partido, se hacía difícil hacer daño al Dijon, que se sintió cada vez más cómodo y con confianza, impulsado por su público, y que así encontró aportación de su banquillo que en la primera parte había estado casi inédito.

Los porcentajes de tiro de los bilbaínos en la segunda parte fueron lamentables: siete canastas en veintisiete intentos de campo, a lo que se sumaron diez pérdidas, muchas de ellas por falta de dureza. Tampoco el Dijon brilló desde la larga distancia ya que solo anotó cuatro triples, pero tras el descanso sumó once canastas de dos puntos ante una defensa desordenada en la que Hlinason, obligado a defender lejos del aro, no pudo marcar diferencias. Desde el empate a 40 tras una doble técnico a los galos y dos tiros libres de Pantzar, no hubo manera de tapar las vías de agua porque el Dijon elevó su intensidad y el Bilbao Basket hizo lo contrario mientras esperaba una respuesta de los árbitros. Los hombres de negro empezaron a ir un segundo tarde en todo lo que hacían y el juego colectivo desapareció por completo en un sálvese quien pueda que a este equipo nunca le ha funcionado.

Le queda mucha tarea al Bilbao Basket para la vuelta, aunque ya lo ha hecho una vez. Pero necesita que aparezcan jugadores que ayer se vieron totalmente superados. Otra vez aparecerá la discusión sobre los roles, sobre los descartes en Europa y sobre qué configuración hará falta para dejar fuera al Dijon, un equipo con oficio, pegajoso y que demostró que sabe moverse en el fango.