La victoria europea ante el Cholet debe servir para que el Bilbao Basket salga pronto de ese bache en el que ha caído en la Liga Endesa y que admitió el propio Jaume Ponsarnau. El desgaste tras un comienzo de temporada muy exigente ha hecho mella en varios jugadores cuyo rendimiento se ha resentido a caballo de las ventanas FIBA por exceso, ya que algunos se metieron otra buena ración de viajes y minutos con sus selecciones, o por defecto, como es el caso de los dos estadounidenses, que se quedaron a verlas venir. Precisamente, muchas de las miradas están puestas sobre Mohammad-Ali Abdur-Rahkman y Marvin Jones, que en el último duelo ante el Baskonia no pasaron de los once minutos de juego.
Siempre se espera que los jugadores que portan ahora la etiqueta de extracomunitarios, eso que en el baloncesto de otras épocas eran los americanos, marquen la diferencia, pero ahora eso no ocurre en Europa salvo en muy contadas excepciones, que seguramente no están al alcance del Bilbao Basket. El escolta de Pensilvania y el pívot de Illinois forman parte de la rotación como dos piezas más, de hecho no están entre los más utilizados por el técnico, y se reparten los minutos en su posición casi al cincuenta por ciento con sus compañeros. Abdur-Rahkman y Jones juegan veinte minutos por partidos, segundos arriba o abajo, y sus estadísticas están en consonancia en esa presencia en cancha. Cierto es que en los últimos partidos su aportación ha descendido a la par que su presencia en cancha, en beneficio de otros jugadores, y quizás ahora les toque adoptar un rol diferente para tratar de sostener la energía del equipo, uno de los conceptos que más utiliza Ponsarnau en sus análisis.
Abdur-Rahkman promedió en los primeros siete partidos, hasta Girona, 23 minutos de juego. Ese día se lesionó Rabaseda y la baja del capitán dio más minutos a Dragic. El esloveno apareció como un tercer generador, con mucho uso del balón y muchos lanzamientos, y el estadounidense bajó sus minutos a quince por partido. No solo eso, pasó de lanzar diez tiros por partido, la mitad de ellos triples, a solo seis. En el triunfo en Granada, el último del equipo, Abdur-Rahkman brilló en el tramo final cuando pudo anotar o asistir a Hlinason cerca del aro para firmar las canastas decisivas. En las tres últimas jornadas, en cambio, se le ha visto con dudas entre el papel de generador de juego o de ejecutor que se han manifestado en pérdidas de balón.
Con Jones, ocurre algo parecido. La mejor versión de Hlinason en la Liga Endesa he perjudicado, lógicamente, al americano ya que nunca han coincidido en cancha. El de Illinois empezó bien, con anotaciones por encima de los diez puntos, más de siete tiros por partido y 21 minutos de juego. La mejoría del pívot islandés ha reducido sus minutos a 15 y sus tiros de campo, a la mitad. Pero la suma de ambos sigue siendo la misma y, en todo caso, los dos necesitan de ser abastecidos por sus compañeros, sobre todo Jones, que no cuenta con la capacidad de distribuir el balón de Hlinason.
En resumen, los dos americanos del Bilbao Basket tienen margen de crecimiento, pero ni más ni menos que otros compañeros que tienen un rol, quizás, más importante. No llegaron con la etiqueta de estrellas ni su rendimiento está siendo dramáticamente malo. De hecho, Abdur-Rahkman aún es el máximo anotador del equipo con diez puntos de media. Lo pueden hacer mejor, pero no será a costa de acaparar minutos y balones o saliéndose del guion.