EL Surne Bilbao Basket estaba en una mala dinámica, como indicaban sus resultados, la cortó ayer con un triunfo de enorme valor. Si no lo estaba, como sostenía Jaume Ponsarnau, el duelo de ayer en la Fonteta da la razón al técnico. El caso es que antes de subirse al avión de vuelta a la capital vizcaina, los jugadores dejaron en el aeropuerto sus mochilas cargadas de frustraciones y desconfianza tras seis derrotas seguidas, una racha que amenazaba con prolongarse en la visita a una de las potencias de la Liga Endesa. Sin embargo, los hombres de negro se comportaron ayer domingo con la personalidad y la determinación que se han echado en falta en ocasiones más propicias y que llevaron a provocar urgencias prematuras.

Y lo hicieron impulsados por Melwin Pantzar, MVP de la jornada. Es el segundo galardón de este tipo que suma el Bilbao Basket esta temporada tras el que logró Kristian Kullamae en la quinta jornada ante el Granada. Son dos jugadores debutantes, con muy poco recorrido en la Liga Endesa, que confirman que la apuesta que el club hizo por ellos estaba justificada. Pantzar firmó 32 créditos de valoración en solo 23 minutos de juego, con 23 puntos, 2 rebotes 3 asistencias y 2 robos de balón con solo un error en los lanzamientos a canasta.

El base sueco salió del banquillo sin ningún miedo a la acumulación de músculo que tiene el Valencia Basket y contagió esa actitud a sus compañeros. Pantzar rompió la defensa taronja con penetraciones en las que quedó de manifiesto su también destacable físico, que le permite absorber los contactos y no perder las ventajas. Además, su defensa también estuvo a gran altura, algo que suele ser habitual, y mantuvo el control cuando el Valencia más apretaba. Transmitió seguridad y fe a su equipo, que encontró el equilibrio que se necesita para abordar retos como el de ayer. La ausencia de Hlinason podía notarse en el juego interior, pero el Bilbao Basket encontró nuevas opciones tácticas, empezando por un Killeya-Jones al que salir de inicio le hizo crecer en su motivación, encontrar pausa en sus acciones y, así, recuperar el acierto.

Thijs De Ridder defiende a Semi Ojeleye. ACB Photo/M. A. Polo

Tras llegar a sus mínimos históricos ante el Unicaja, los hombres de negro llegaron ayer a los 85 puntos en territorio hostil. Cinco jugadores llegaron a los 10 puntos, uno en cada una de las posiciones del campo. Smith volvió a sufrir ante una defensa muy pegajoso, pero Reyes, con licencia para lanzar, y De Ridder, otro joven que reclama más presencia en la cancha, anotaron esos tiros abiertos que son imprescindibles para que el ataque fluya y no se atasque en unas pocas manos. De esta forma, el equipo de Ponsarnau no sufrió esos baches que tan caros le costaron en Zaragoza y Badalona y pudo traspasar la presión al conjunto taronja.

Eso sí, el Bilbao Basket no libró de los sofocos a sus seguidores porque le pierde su vocación de buen samaritano. En las maletas debería incluirse como lectura obligada el manual sobre el uso y el manejo de las faltas para, al margen de los criterios arbitrales, no ceder tantas acciones innecesarias de tiros libres que regalan puntos gratis o para saber frenar con faltas las rachas de acierto del rival y alargar la iniciativa en el marcador. Cualquier detalle suma para que ahora se pueda entrar en una buena dinámica.