110 equipos participarán esta próxima temporada en las competiciones europeas masculinas de baloncesto. Uno de ellos será el Bilbao Basket, que tomará parte por primera vez en la FIBA Europe Cup. No es la que el club habría querido, porque buscó un hueco en la Eurocup o en la BCL, pero es donde le han llevado sus méritos deportivos. Esta competición puede resultar poco atractiva desde el punto de vista deportivo y por eso entre los aficionados hay partidarios y detractores de tomar parte en ella. Sin embargo, Rafa Pueyo aseguró ayer miércoles en Cadena SER Bilbao que estar en Europa “es bueno para el equipo, es bueno para el club y es bueno para la afición” y que la intención del Bilbao Basket en este torneo es “hacerlo lo mejor posible”. Además, el director deportivo se mostró convencido de que “jugar dos partidos a la semana nos va a hacer mejores en la Liga”.

Algo tendrá el agua cuando la bendicen y todo el que puede intenta jugar las competiciones europeas, aunque ello proyecte una lógica sensación de que el producto se devalúa. Pero ahora hay muchas puertas abiertas y, por ejemplo, trece de los dieciocho equipos de la ACB, más que nunca, participarán en Europa el próximo curso si el Zaragoza supera la previa de la FIBA Europe Cup. Y podría haber sido otro más ya que también el Manresa solicitó una plaza. Esta abundancia de conjuntos de la Liga Endesa responde a su condición de competición doméstica más fuerte, pero en otras ligas tampoco van escasos de representación. Así, en ese centenar largo de equipos, 126 exactamente si se incluyen los que participación en la previa de la FIBA Europe Cup, hay, por ejemplo, once de Turquía, diez de Alemania, nueve de Francia, ocho de Italia, seis de Grecia e Israel y cinco de Polonia. Solo la ausencia de rusos, bielorrusos e ucranianos impide que todas las áreas geográficas de Europa estén cubiertas por el manto de sus cuatro competiciones.

A excepción de la Euroliga, que es casi una liga cerrada de facto, los otros tres torneos permiten más movimientos de equipos, sobre todo entre los de nivel medio, que es el que ocupa el Bilbao Basket. La exigencia de jugar en Europa se compensa con lo que supone de abrir ventanas de exposición a los patrocinadores, generar flujo económico en torno a más partidos como local y dar oportunidades a los jugadores. Y, por qué no, poder optar a títulos que para muchos de estos clubes están vetados por la superioridad de las grandes potencias europeas. En el resultado en caja, para casi nadie es la panacea ni la ruina, y muchos clubes entienden que los riesgos no son exagerados, sobre todo en las competiciones de la FIBA que ofrecen un calendario más desahogado.

Futuro incierto

No obstante, esta situación quizás no se prolongue demasiado y entonces muchos probablemente la echarán de menos. El acercamiento de posturas entre la Euroliga y la FIBA parece conducir a una fusión de competiciones y, por tanto, a una reducción de las plazas disponibles que complicará el acceso a las mismas. Por tanto, es lógico que el Bilbao Basket, como tantos otros, quiera aprovechar este momento para mantenerse como un equipo atractivo por el hecho de jugar en Europa. Los jugadores necesitan mostrarse para aspirar a mejores ofertas y, en este sentido, Thijs De Ridder es un ejemplo ideal.

El joven belga, quizás la principal apuesta de este verano, acumuló la pasada temporada con el Amberes 48 partidos en tres competiciones distintas (liga belga, FIBA Europe Cup y liga del Benelux), que son dos encuentros más que los que disputaron los hombres de negro. Muy pocos jugadores españoles de esa edad pudieron acumular tantos choques y minutos oficiales y ese bagaje le ha permitido a De Ridder dar el salto a una liga mejor. Pero también entre los fichajes en la ACB este verano abundan los que llegan de estas ligas que muchos desprecian, pero que están bien vigiladas y analizadas en las bases de datos de las direcciones deportivas.