PUEDE haber aficionados del Surne Bilbao Basket que lamenten con amargura la derrota de ayer ante el Baskonia. Están en su derecho y tienen razón porque la imagen del equipo, sobre todo en la primera parte, no fue buena. Pero más allá de las formas, a las que cada cual dará la importancia que quiera, la realidad y el fondo de la cuestión dicen que el porcentaje de victorias de los hombres de negro en el feudo gasteiztarra es peor que en ninguna otra cancha y que este Bilbao Basket carece de recursos para combatir cara a cara contra el mejor equipo de Europa, que ayer domingo alcanzó por sexta vez los cien puntos como local en la Liga Endesa.

La derrota se veía venir, por tanto, porque algunos de los problemas que mostró ayer domingo el Bilbao Basket se arrastran desde hace ya varias jornadas. Desde que se lesionó Jeff Withey y también desde antes. En defensa, el equipo de Jaume Ponsarnau es ahora mismo muy vulnerable en el poste bajo si no existe la intensidad adecuada. Desde el inicio del partido, Howard por fuera y Kotsar por dentro reventaron cualquier opción de que los vizcainos metieran en dudas al Baskonia, que encontró demasiadas facilidades para llegar al aro de su rival y para encontrar lanzamientos a los que nunca renuncian sus jugadores.

Nunca se sabe si es antes el huevo o la gallina, si un equipo defiende mal porque ataca mal o al revés. Pero el Bilbao Basket se deshizo en cuanto empezó a fallar sus lanzamientos, muchos de ellos en situación cómoda. La sucesión de errores abrió la cancha y los gasteiztarras encontraron el contexto en el que más disfrutan y son casi imparables en Europa. Jugar a meter muchas podía ser una opción tan equivocada como jugar a meter pocas porque esa endeblez defensiva, sobre todo para proteger la zona, ha quedado en evidencia ante este tipo de rivales que pueden marcar la diferencia solo por calidad individual. Kyser y Tsalmpouris no pueden sujetar a nadie y mandar ayudas desde fuera es casi un suicidio ante equipos sobrados de dinamita como el Baskonia, que en pocas ocasiones, menos en la Liga, ha tenido la pólvora mojada.

De todas formas, la falta de acierto que está mostrando el Bilbao Basket cada vez que sale de Miribilla es algo recurrente. La última victoria fuera de casa fue en Manresa en un duelo en el que los de Ponsarnau anotaron 86 puntos. Desde entonces, van siete derrotas seguidas como visitantes con una media de puntos que supera por muy poco los 70 puntos. En esas cifras es imposible aspirar a los triunfos de forma continuada. Esta falta de puntos es consecuencia de los errores en los tiros, algo que es perogrullo. El Bilbao Basket acumula en la temporada un 33% de acierto en triples, algo solo correcto. Pues solo en una de estas siete últimas salidas los hombres de negro superaron ese porcentaje. Fue en el Palau, con 12 de 23 desde detrás de los 6,75 metros, donde estuvieron más cerca de ganar.

Quintetos sin mordiente

Estas dificultades para anotar se han acentuado con los problemas físicos que afectan a Ludde Hakanson, que fue el motor ofensivo durante la primera mitad del curso. Ahora el técnico tiene que hacer filigranas para configurar quintetos con alguna amenaza ofensiva, sobre todo porque dos de sus mejores jugadores en esa faceta, Smith y Alonso, ocupan la misma posición. Entre los dos metieron ayer 34 puntos y fueron los únicos con capacidad de desborde y de generar ventajas. Así, la presión aumenta para jugadores que, sin tanto talento, no tienen entre sus virtudes o en su rol aportar puntos y la posibilidad del error está ahí muy presente.

Seis de los próximos diez partidos son en Miribilla donde el Bilbao Basket puede sentirse más arropado y fuerte y jugar con la determinación que ayer echó en falta su entrenador. La frustración o, incluso, el enfado de los aficionados por otra derrota en el derbi, por ver otro ejercicio de inferioridad, son comprensibles, pero al final todo se reduce a una cuestión de calidad. La que tiene ahora el Bilbao Basket no le da para grandes logros.