I según la definición del 'efecto mariposa' un simple aleteo puede provocar un huracán en la otra parte del mundo, si pequeños cambios pueden provocar grandes variaciones, el efecto DeChambeau ha agitado el PGA Tour a la vuelta del parón por la pandemia. Y nada que ver con la teoría del caos, sino que en el caso del golfista californiano todo está perfectamente calculado. Por algo, desde que llegó al profesionalismo, se le conoce como "el científico". Licenciado en Físicas, desde el principio llamó la atención su estilo, nada ortodoxo, que tiene que ver con que todos sus hierros tienen la misma longitud y ángulo, lo que le hace adoptar una postura muy vertical, con los brazos totalmente extendidos a la hora de golpear la bola.

Bryson DeChambeau ha logrado buenos resultados en estos cuatro años, ya ha jugado una Ryder Cup y, de hecho, ahora mismo es el décimo jugador en el ranking mundial, pero la revolución y el debate que ha generado en el circuito tiene que ver con sus prestaciones en el regreso a la competición. Para empezar, ha ganado desde su debut casi 20 kilos, lo que algunos consideran algo exagerado e incluso peligroso por el riesgo de lesión, pero que él ha transformado en fuerza y velocidad de swing a la hora de mover su drive. De esta forma, ha logrado sumar 20 yardas (algo más de 18 metros) a sus tiros de salida y está consiguiendo en no pocas ocasiones que su bola alcance una velocidad de 190 millas por hora. Curiosamente, es el segundo en distancia media, con 320 yardas, solo por detrás de Cameron Champ, pero solo el 109º en efectividad. No se trata, por tanto, de ir recto, sino de quedarse lo más cerca posible de green en los golpes de aproximación. Y esto es lo que ha generado la polémica, sobre todo entre los clásicos o los puristas, que reniegan del cariz que está tomando el golf, dominado cada vez más por los pegadores, entre los que DeChambeau solo es uno más, y sujeto también a las mejoras del material y de la condición física de los jugadores.

El golfista científico no se conforma y quiere seguir explorando sus límites en ese sentido, respaldado siempre por infinidad de cálculos matemáticos y estudios de la física del juego. Dos anécdotas del Travelers Championship de la semana pasada aclaran el estado de las cosas. En la segunda jornada, DeChambeau afrontó el hoyo 9 de River Highlands, un par 4 de 389 yardas, y con su golpe de salida llegó al borde del green, donde Jon Rahm, que jugaba por delante, aún no había completado su turno de putt. En el siguiente hoyo, un par 4 de 467 yardas, el de Modesto mandó la bola a 428 yardas, ayudado, eso sí, porque la bola rodó y botó unos cuantos metros por la vía de asfalto que bordeaba la calle. El caso es que acabó el hoyo con resultado de bogey.

El debate está, por tanto, abierto entre los responsables de las reglas del golf que pretenden recordar que el golf es un juego de precisión, que su belleza está en los golpes entre 100 y 200 metros. Algunos exjugadores piensan que los campos se están quedando cortos ya que incluso con híbridos o maderas se alcanzan grandes distancias. Los golsfistas actuales han recibido informes al respecto y casi todos dicen que nada se puede hacer, que no se puede impedir que un jugador quiera ser un mejor atleta. Aseguran que hay oportunidades para todos y que no suele ganar el que pega más lejos. El propio Jon Rahm fue claro cuando le preguntaron por el asunto: "Si llevas a DeChambeau a Valderrama o a Le Golf National, toda esa energía es neutralizada, no se puede usar. Hay varias maneras de contrarrestar la distancia y no es haciendo los campos de golf más largos o recortando el vuelo de la bola porque eso sólo va a ayudar a los más pegadores. Creo que es haciendo campos de golf más estrechos, más objetivos".

Porque, al final, el de Barrika dice que el golf actual, cuya evolución tecnológica es imparable, consiste es ser "largo y preciso". Y en esas está Bryson DeChambeau, empeñado en demostrar que no solo pega muy fuerte y que dentro de su corpulencia esconde sutileza. Ha acabado los tres torneos disputados tras el parón entre los ocho mejores, no ha ganado, pero es el que acumula menos golpes bajo par. Y hasta ayer iba quinto en el Rocket Mortgage de Detroit. La amenaza de DeChambeau va, por tanto, más allá de que un día pegue un bolazo a algún rival. Su drive apunta a los majors.

"Para controlar la distancia hay que hacer campos más estrechos", dice Jon Rahm, que ha sido testigo de los misilazos de DeChambeau