LA racha no podía prolongarse eternamente y ayer el Bilbao Basket perdió su primer partido esta temporada contra un equipo de Euroliga. Esta vez el Real Madrid, que siempre se toma la Copa muy en serio, preparó con tiempo el partido y explotó algunos aspectos contra los que los hombres de negro no tenían demasiadas respuestas. Pese a ello, el conjunto vizcaino no dejó de pelear hasta el final, aunque quizás comenzó la remontada desde demasiado lejos. Aún así, cabe preguntarse qué habría pasado si Rafa Martínez hubiera anotado una bandeja en contraataque a un minuto y medio del final que podría haber puesto a su equipo a cinco puntos. El propio jugador catalán, pese a todas las batallas que lleva, se lo preguntaba también en los últimos segundos cuando sus compañeros trataban de animarle.

Se suponía que el duelo iba a ser diferente al que se disputó en la primera vuelta en Miribilla y así fue porque lo decantaron jugadores que no sumaron ningún punto aquel día para el Real Madrid. Deck y Causeur no jugaron entonces y ayer en Málaga añadieron mucha pólvora al ataque de los de Pablo Laso. El argentino fue a por Bouteille desde el primer minuto, le castigó en el poste bajo y forzó ayudas de los pívots del Bilbao Basket que abrieron camino a Tavares, que en el encuentro de liga ni siquiera tiró a canasta y ayer fue muy agresivo en su duelo con Balvin.

El máximo anotador del equipo bilbaino recibió atención especial de la defensa blanca y no anotó su primera canasta hasta pasados quince minutos. Mumbrú seguía sus pautas habituales y en la rotación habitual apareció Tomeu Rigo, al que tocó emparejarse con su ídolo Rudy Fernández. Fue un duelo entre mallorquines que habría sido imposible con cualquier otro entrenador. El caso es que el partido estaba abierto ya que el Bilbao Basket, con un notable Rousselle y repartiendo muy bien el balón, mantenía el tipo en ataque y no le volvía la cara a un rival que sumó en el segundo cuarto a un Causeur letal con sus penetraciones por la izquierda. Un triple, precisamente, de Bouteille mantuvo las esperanzas al llegar al descanso después de que el Bilbao Basket dejara dos datos paradójicos. Es el equipo que más balones pierde, pero solo cedió cuatro al descanso, y es el equipo que mejor protege su aro y el Madrid cerró la primera parte con solo cuatro errores en tiros de dos.

Un triple de Kulboka, al que se buscó de forma insistente en el inicio de la segunda parte, igualó de nuevo el partido, pero ya se veía que los madridistas empezaban a apretar en defensa. El Bilbao Basket empezó a acumular errores en forma de malos tiros y pérdidas y los de Laso se lo hicieron pagar con un parcial de 14-0 en cinco minutos que casi siempre suele ser demoledor en este tipo de partidos. Los hombres de negro tuvieron que remar contra 16 puntos de desventaja, pero no se rindieron y con defensas cambiantes recuperaron el pulso para anotarse un parcial de 0-9 que daba vida de nuevo al último cuarto.

Hubo momentos para soñar de nuevo con lo imposible, pero apareció el factor diferencial con el que nadie contaba. Porque decían que Sergio Llull estaba en crisis, que ya no es el que era, por unos pocos partidos malos que el propio jugador menorquín asumió. Pues menos mal. Cuando el Bilbao Basket se había metido con opciones de victoria, como pretendía, Llull se las borró de un plumazo con once puntos en dos minutos y medio, siete de ellos consecutivos con un triple y tiro libre adicional y otro triple, que estiraron la renta hasta los trece puntos a 3.51 del final. Diecinueve puntos en otros tantos minutos llevaron la firma del otro balear del partido, que apareció de nuevo para sacar a su equipo del apuro.

Sin embargo, los hombres de negro creen firmemente en lo que su banquillo les propone y en ese momento Mumbrú les animó a luchar hasta el final y seguir siendo valientes. No estaba el Bilbao Basket en la Copa por casualidad y su buen baloncesto resurgió para generar esa última posibilidad que Rafa Martínez no pudo concretar. Al veterano escolta se lo llevaban los demonios, pero no había razones para bajar la cabeza porque el comportamiento de los bilbainos fue mucho más que digno. Al fin y al cabo, tenían delante al mejor equipo de la Copa en la última década, a una plantilla que afila el colmillo y derrumba teorías cuando llegan los títulos. Además, la victoria previa del Valencia Basket ante el Barça había puesto sobre aviso a los jugadores de Pablo Laso del peligro de confiarse. Ganó el mejor, pero el Bilbao Basket demostró otra vez que puede mirar a la cara a cualquiera en esta temporada a la que aún le quedan muchas tardes o noches para disfrutar.