Hay quienes disfrutan trepando árboles y paredes verticales, quienes gozan con una intensa sesión de cardio y quienes se cuelgan como murciélagos sobre un tubo de metal. Este último es el caso de los que practican la disciplina del poledance, una forma de danza que combina elementos de la gimnasia, la acrobacia y la danza contemporánea y que se ha popularizado en las últimas décadas como una forma de ejercicio y entretenimiento. 

A nivel muscular, el poledance supone un completo desafío. Requiere fuerza, resistencia y flexibilidad, tres capacidades que llevan a un desarrollo muscular integral del cuerpo, y más si se tiene en cuenta que los movimientos que se realizan en la barra del poledance trabajan los músculos de los brazos, las piernas, el abdomen y la espalda, lo que a su vez mejora la postura corporal y la coordinación. 

Aunque su popularización como forma de ejercicio, ocio y expresión artística se ha dado en las últimas décadas, sus raíces se remontan a diferentes tradiciones y disciplinas a lo largo de la historia, y lo que alguna vez tuvo connotaciones negativas por estar considerado como un entretenimiento exclusivo para clubes nocturnos, ha evolucionado para convertirse en una disciplina deportiva respetada y valorada por sus múltiples beneficios físicos y emocionales.

El poledance combina elementos de la gimnasia, la acrobacia y la danza contemporánea. Freepik

Más allá de la mala fama que arrastró en un momento puntual, los orígenes que se atribuyen a esta disciplina quedan muy lejos de la sexualización y los pubs con barra americana. Y, aunque resulte sorprendente, entre las influencias históricas y culturales relacionadas con el poledance se encuentran las danzas étnicas y los rituales que las antiguas culturas chinas, indias y celtas practicaban alrededor de postes o árboles sagrados. 

Aunque los orígenes más remotos pueden encontrarse en este tipo de ceremonias, la influencia más directa que tiene el poledance moderno procede del mallakhamb, una práctica poco conocida iniciada en la India en el siglo XII, forjada a partir del malla, “hombre fuerte” y el khamb, “pilar” y en la que los artistas realizaban acrobacias y poses sobre un poste de madera o metal, desarrollando habilidades acrobáticas y de equilibrio. 

Más adelante, durante el siglo XIX se hicieron muy populares en Europa y Estados Unidos el burlesque y el cabaret, espectáculos que incluían actuaciones de baile alrededor de postes o tubos verticales. Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX y principios del XX con el auge de los estriptis sobre todo en Estados Unidos cuando se sentaron las bases del uso del tubo vertical como elemento central en la danza. 

En este sentido, la disciplina del poledance ha pasado por una transformación significativa a lo largo del tiempo, alejándose de sus connotaciones negativas asociadas con el estriptis y evolucionando hacia una forma de arte y ejercicio físico respetada y apreciada por personas de diferentes géneros y edades, aunque son las mujeres (el 90%) quienes lo practican de forma mayoritaria. 

Tanto es así que hoy en día, además de ser una practica deportiva reconocida internacionalmente, figura en la lista que estudia el Comité Olímpico Internacional para integrar esta disciplina algún día en unos Juegos Olímpicos, dando el primer paso para reconocer su valor como una actividad atlética