Los Dallas Mavericks ya están trece años después en la final de la NBA. Entonces lograron su único anillo de la mano de la madurez de Dirk Nowitzki y ahora se han agarrado al talento infinito de Luka Doncic, otro prodigio europeo que a sus 25 años quiere hacer aún más grande su palmarés y alcanzar la gloria entre los mejores del mundo. El quinto partido de la final de la Conferencia Oeste (103-124) y las esperanzas de los MInnesota Timberwolves duraron lo que quiso el esloveno, esto es el primero cuarto. Sus diez de los doce primeros puntos de su equipo, los veinte al final de ese parcial, uno más que todos el equipo local, marcaron un ritmo que los Timberwolves, desordenados y fundidos anímicamente, no pudieron seguir y que dejó el partido resuelto al descanso con un demoledor 40-69. “Tenía que marcar el tono”, explicó la estrella de Liubliana sobre esta faceta más ejecutora que directora.

La mejor defensa de la NBA sucumbió sin recursos a la calidad de Doncic y de su socio ideal, Kyrie Irving, que busca su segundo anillo. Entre los dos anotaron 72 puntos, 36 por barba, para hacer buena la arriesgada apuesta que hizo la franquicia el año pasado. Esta extraña pareja, bien rodeada de secundarios atléticos que hacen su trabajo, amenazará desde el jueves a los Boston Celtics, gran dominador de la temporada regular.

Luka Doncic y los Mavericks se han plantado en la final ganando tres eliminatorias con el factor cancha en contra y ahora quieren más. El esloveno ya ha sido campeón y MVP de la Liga ACB y la Euroliga con el Real Madrid, campeón del Eurobasket con su país y cinco veces elegido en el mejor quinteto de la NBA. Ahora ya tiene el MVP de la final del Oeste, con números siderales, y aspira al premio gordo. Hasta ahora, todo lo que se ha propuesto lo ha conseguido.