EL Unicaja ha completado su exitosa reinvención y vuelve a ser un equipo a tener en cuenta. El desánimo de su afición se ha tornado en apoyo incondicional y llenos habituales en el Martín Carpena después de que su equipo firmara en el pasado curso una de las mejores temporadas de su historia. No es solo que los malagueños ganaran la Copa y fueran semifinalistas en la Liga Endesa y la BCL, sino que de la mano de Ibon Navarro han encontrado una identidad reconocible, un estilo de juego del que sus aficionados pueden sentirse orgullosos.

La temporada 21-22 fue, al contrario, una de las peores del Unicaja en la élite. De alguna manera, tocó fondo y acabó en el duodécimo puesto tras dar muestras de ser un proyecto mal construido. Navarro, que poco antes había sido destituido por el Andorra, cogió el equipo en sustitución de Fotis Katsikaris y tampoco pudo llevarlo mucho más allá, pero a nivel interno se pusieron las bases del futuro. El club decidió abandonar la órbita de la Euroliga para a disputar la BCL, incluso pasando por la criba de una previa que en otros tiempos se habría entendido como un oprobio.

Pero este nuevo Unicaja se abrazó a la humildad, a querer ganarse cada cosa que conseguía, no como cuando era habitual en la Euroliga sin demasiados méritos. La Eurocup de 2017 fue el último hito de los malagueños antes de empezar una cuesta abajo que se frenó el curso pasado. Navarro creó una plantilla en la que la calidad humana pesaba mucho en la balanza. La figura de Alberto Díaz fue clave a la hora de construir esa identidad, tanto como la apuesta por nacionales como Brizuela, Barreiro y el retornado Augusto Lima, brasileño pero formado en Los Guindos. A estos se les rodeó de jugadores con hambre y también experiencia anterior en la ACB y la cosa funcionó mejor incluso de lo esperado. Jugadores como Perry o Carter son de los que hacen disfrutar y Djedovic, Thomas o Kravish aportan una solidez dentro de roles que no son protagonistas normalmente.

El título de Copa tras vencer sucesivamente al Barça, al Real Madrid y al Tenerife tuvo tintes de gesta y premió a un equipo decidido y valiente que podía ser víctima de la voracidad del dinero. Sin embargo, poco a poco fue renovando a todas sus piezas, “algo que solo pueden permitirse los grandes”, según apuntó ayer Jaume Ponsarnau. Nadie quiere bajarse de un barco que va viento y popa y el único fichaje del Unicaja en verano fue obligado. Darío Brizuela recibió una oferta irrechazable del Barça y con el dinero que dejó el Unicaja incorporó a Kameron Taylor. En el cambio el equipo andaluz no ha salido perdiendo ya que el estadounidense ex del Girona parece un jugador más completo y el donostiarra no tiene mucho protagonismo en el Palau.