UNA gesta histórica, el derribo de una frontera que parecía infranqueable, perenne, merecía una guinda acorde a la ocasión. Russell Westbrook cerró la noche en la que logró su cuadragésimo segundo triple-doble de la presente campaña, dejando atrás para siempre al mítico Oscar Robertson, con un soberano triple sobre la bocina desde casi diez metros que dio la victoria a sus Oklahoma City Thunder ante los Denver Nuggets (105-106), asegurando así para los suyos la sexta posición en la Conferencia Este de cara a las eliminatorias por el título. Antes, Westbrook ya había sellado su pasaporte hacia la historia. A 4:17 para el bocinazo final, un pase salido de sus manos que Semaj Christon convirtió en un triple lateral le dio su décima asistencia en otra hoja de servicios que acabó siendo brutal: 50 puntos, 16 rebotes y los mencionados diez pases de canasta. Pero el californiano aún tenía trabajo por delante y en los tres minutos y medio finales de la contienda anotó todos los puntos de Oklahoma City para endosar a los de Colorado un parcial de 15-4 y birlarles un triunfo que ya saboreaban.

Fue, sin duda, el perfecto desenlace a una trama que ha dado muchísimo que hablar a lo largo de toda la temporada en la NBA. Promediar durante toda una campaña un triple-doble tal y como hizo Robertson en la temporada 1961-62 con los Cincinnati Royals -30,8 puntos, 12,5 rebotes y 11,4 asistencias- y superar sus 41 partidos con dobles dígitos en tres apartados estadísticos parecía algo imposible de emular, quimérico, algo así como el partido de los 100 puntos de Wilt Chamberlain, hasta que Westbrook decidió disparar su voracidad hasta límites jamás conocidos. El pasado verano, el base de los Thunder se quedó sin su compinche Kevin Durant, que prefirió marcharse a Golden State, y aquello hizo que algo se removiera en las entrañas de Westbrook, que ha convertido este curso en un reto particular. Él contra todos; sin prisioneros. El californiano ha jugado cada partido, incluso cada acción, con una efusividad jamás vista en una cancha de baloncesto. Siempre a tope de revoluciones, siempre desafiante, siempre espídico; brincando sobre los pívots rivales, dándose de bruces contra el suelo en más de una ocasión pero levantándose sin rechistar. Tanto ha sido su protagonismo que se ha convertido en el primer jugador de la historia que supera el 40% en la estadística de uso ofensivo, epígrafe que mide el porcentaje de posesiones de un equipo finalizadas por un mismo jugador ya sea con lanzamiento de campo, tiro libre o pérdida.

Durante la presente temporada, en la que promedia 31,7 puntos, líder de la liga, 10,7 rebotes y 10,4 asistencias (terminará en dobles dígitos en las tres categorías ocurra lo que ocurra en los dos partidos de temporada regular restantes), Westbrook ha logrado el primer triple-doble perfecto de la historia de la NBA (18 puntos, 11 rebotes y 14 asistencias contra los 76ers sin fallar ni tiros libres ni lanzamientos de campo) y también el más anotador (57 puntos, 13 rebotes y 11 asistencias contra Orlando).

Todos estos guarismos deberían colocarle, a sus 28 años, en la pole de aspirantes al MVP, pero hay quien da mayor mérito a las campañas de James Harden (Houston) o Kawhi Leonard (San Antonio), argumentando que muchos de sus rebotes llegan de fallos de los rivales desde la línea de tiros libres o que el balance de sus Thunder no pasa de un correcto 46-34, sin subrayar un hecho más importante que sus triples dobles: nadie anota más puntos en el clutch time -momentos en los cinco minutos finales de los duelos con diferencia de cinco o menos puntos para alguno de los equipos- que él.