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Ellas fueron campeonas

DEIA reúne a cuatro componentes del equipo femenino del Sagrado Corazón que hace casi cincuenta años ganó la medalla de oro en los Juegos de la Fisec en Manchester y fue subcampeón en Charleroi

Ellas fueron campeonasJuan Lazkano

Bilbao

La historia esconde episodios ocultos, arrinconados, que de repente surgen para hacer justicia a quienes los protagonizaron. Manchester y Charleroi son dos ciudades que forman ya parte del santuario del aficionado de Bizkaia. Pero hace casi cincuenta años un grupo de chicas de Bilbao ya las conquistaron. Por aquella época se disputaban los Juegos de la Fisec, la Federación Internacional de Estudiantes y Escuelas Católicas, que reunían a los mejores deportistas escolares de Europa. Y en baloncesto femenino, las mejores estaban en el patio del Sagrado Corazón, en Gran Vía, 7; un colegio que como se puede deducir ya no existe. En el solar que ocupaba se levanta ahora El Corte Inglés.

El edificio ya no existe, pero sí la memoria de unos años en los que al deporte femenino "no se le hacía mucho caso". Vamos, como ahora. Merche Pombo, Vicky Galíndez, Mon Maiz y Sofía Lamana fueron cuatro de aquellas conquistadoras, cuatro integrantes de un equipo que hizo historia a su manera y que muchos años después siguen mostrando los valores en los que se apoyaba: el compañerismo y la amistad duradera. Y surge entre ellas una conversación deliciosa, trufada de anécdotas que van surgiendo de las imágenes que aporta Vicky y de la prodigiosa memoria de Merche.

"Estábamos todo el día juntas en el colegio, de 8.30 de la mañana a 8.30 de la tarde, sábados incluidos, y teníamos tiempo para hacer de todo", recuerdan. La Madre Tinao fue la que inició a aquellas niñas de 12 años al baloncesto, que por entonces ya tenía al Águilas en la Primera División masculina y a Emiliano como figura señera. En el Sagrado Corazón eran casi ajenas a todo ello porque "nosotras jugábamos por diversión en los recreos, en los ratos libres...". El baloncesto era una buena excusa para saltarse alguna clase de Formación del Espíritu Nacional. Luego, fue Sebas González quien pulió el juego de un equipo que empezó a ganar y ganar "porque jugábamos de memoria, nos entendíamos hasta durmiendo" y sin ningún egoísmo: "Lo que teníamos claro es que había que meter la pelota, daba igual quien lo hiciera".

el deporte como juego Los entrenamientos eran para ellas como un juego. "Había una cierta disciplina y seriedad, pero informal. Si empezábamos a fumar por entonces... Éramos muy competitivas, pero de buen rollo". Los rivales eran Esclavas, Irlandesas, Vera Cruz, las Teresianas, las Damas de Nevers... Casi todos los colegios tenían sus equipos y jugar al aire libre tenía sus pegas. "Los balones eran de cuero y cuando llovía pesaban un montón y no botaban. Por tanto, había que pasarse el balón". Los uniformes eran como se muestran en las imágenes y una falda unos centímetros más corta era reconvenida por alguna monja al grito de "España católica, chicas decentes". Y para combatir el frío, no era raro ver a un árbitro "con su petaca de coñac en el bolsillo".

El grupo fue cuajando con un espíritu casi lúdico-festivo y en 1964, cuando tenían 15 años, llegó la explosión: campeonas de Bizkaia, de la fase norte en Donostia y de España, con la competencia de más de 600 equipos. En Barcelona, se hacía la selección para los Juegos de la Fisec y el seleccionador lo tuvo claro: escogió a todo el equipo del Sagrado Corazón. A Manchester que se fueron aquellas alegres chicas de Bilbao en un viaje casi iniciático para ellas, que no habían salido nunca de la ciudad. Había que ir en autobús hasta Calais y allí cruzar el Canal para entrar en Gran Bretaña. "Teníamos que pagar los viajes de nuestro bolsillo. Llegamos a Manchester a las 2.00 de la madrugada, había que levantarse a las 8.00 para la presentación de equipos y a las 14.00 horas, el primer partido". Todavía hoy protestan por algún viaje en tren en el que coincidieron con el Athletic "y ellos viajaban en Primera clase y nosotras, en Tercera. Diles a los jóvenes de ahora que se metan catorce horas en un autobús, a ver qué contestan".

Sebas González, del que aún hablan con adoración, ejercía de entrenador y de protector. "Manchester era un lugar muy oscuro y en el que había muchos negros. En Bilbao, por entonces, se conocía a los Jones y poco más. El hotel estaba en un sitio un poco extraño y Sebas nos abrió paso junto a su hermano y José, el chofer del autobús", recuerdan. Además, otro factor convertía aquello en un regalo: "Jugábamos a cubierto".

El Sagrado Corazón se proclamó campeón de Europa en Manchester sin perder ni un partido en todo el año y al siguiente repitieron en los Juegos de la Fisec. La sede era en Namur, pero "los partidos los jugamos en Charleroi". Acudieron por renuncia del campeón madrileño y las bilbainas quedaron subcampeonas de Europa al perder la final ante las belgas por un solo punto. En aquel viaje recibieron el único dinero que vieron en aquella época: "25.000 pesetas de subvención de la Diputación a dividir entre diez. Ese fue todo el dinero que cobramos por jugar al baloncesto todos esos años". Parte de aquel dinero, que era para ir a Namur, lo utilizaron para comprarse algún trapito.

El Sagrado Corazón no dejó de ganar y en 1966 repitieron en el torneo, celebrado en Madrid, y volvieron a colgarse la medalla de oro. Pese a ello, solo les iban a ver los familiares y los amigos "y a algunas ni eso". Ya eran adolescentes y las distintas inquietudes rompieron el equipo. Unas siguieron jugando en el Vizcaya o en el equipo del Águilas, "donde ya nos pagaban los viajes, que a veces hacíamos en avión", y otras lo dejaron por los estudios.

La vida les fue separando, pero el baloncesto las mantiene unidas. Aunque reconocen que ya no lo siguen mucho, sobre todo porque creen que se ha complicado demasiado. Su jugada básica era rebote de Mon, pase a Merche y canasta de Sofía. "Ahora, tanto bloqueo, para aquí, para allá. Qué difícil...", se queja Merche Pombo, que saca su vena de base imaginativa y reconoce su admiración por Ricky Rubio, "ese sí que me gusta". Mon Maiz, en su día la jugadora más alta de Bizkaia, dice que "ver partidos en el Bilbao Arena es una gozada", algo que corrobora Vicky Galíndez : "Al menos, mis nietos se lo pasan genial con el espectáculo que se monta". Sofía Lamana prefiere ver los partidos en casa, "pero lo paso mal porque quiero que ganen y me pongo muy nerviosa".

Bilbao sí ha tenido un equipo campeón, que lo sigue siendo casi cincuenta años después. El Bilbao Basket sigue una huella que abrieron diez jovencitas con sus camisetas de tela, sus bombachos, sus calcetines de nailon y sus playeras que desgastaban un patio al que los chicos se asomaban para "mirar lo que podían, que no era mucho".