Bilbao
Hubo un tiempo de baloncesto al descubierto, de canchas de asfalto, de tableros de madera, de pesados balones de cuero, de ceñidas camisetas de algodón y pantalones muy por encima de las rodillas, de alpargatas de esparto para correr y saltar. Unos lo dicen tradición, otros lo desprecian y lo llaman pasado. Es, simplemente, historia. Algo que ocurrió hace mucho más de diez años y que la Fundación Bizkaiabasket se ha encargado de recuperar y poner en común cuando el baloncesto vizcaino está de nuevo en lo más alto. Pero sin aquellos primeros pasos en los colegios, sin equipos como el Deportivo, el Juventus, el Águilas, el Unquinesa, el Fiber Urcelay, el Patronato, que inocularon el baloncesto en la afición bilbaina, nada sería igual. Eran los 60, una época que a muchos ni les suena, pero que empezó a poner en el mapa a Bilbao y Bizkaia cuando este deporte miraba casi exclusivamente hacia Madrid y Barcelona.
Y tampoco sería lo mismo sin jugadores como Juanjo Moreno, Emiliano Rodríguez y Gonzalo Urquiza, que forman parte de la lista de 260 jugadores -sólo siete vizcainos- que han sido internacionales absolutos con la selección española, que celebró su primer partido hace justo 75 años. A ellos habría que añadir, entre los de hace casi 50 años, a Juan Bautista Urberuaga, que también alcanzó ese estatus cuando "el baloncesto de provincias apenas era tenido en cuenta", recuerda Emiliano, Emi para sus amigos, esos con los que se reencontró en Bilbao para recuperar viejas historias y anécdotas. "Entonces no pensábamos que el baloncesto podía alcanzar la importancia y la repercusión que tiene ahora", confiesa, pese a que en esos años ya había mucha rivalidad entre los distintos equipos.
Uno de los mitos del baloncesto madridista llegó a la selección sin cumplir los 20 años cuando aún jugaba en el Águilas. Emiliano debutó el 13 de abril de 1958 en un amistoso ante Suiza en Huesca, el único partido internacional que disputó Moreno, que por entonces militaba en el Iberia de Zaragoza. "Fue un acontecimiento para los dos. No era fácil llegar a la selección si no eras de Madrid o Barcelona. Compartimos habitación, nos dieron una prima de 300 pesetas y empezamos a trabar una gran amistad", recuerdan. Además, las cosas no eran como ahora, los entrenamientos distaban mucho de ser exigentes y "no era raro volver a casa con kilos de más después de varios días concentrados".
oferta del madrid Esa relación estuvo cerca de cambiar una parte de la historia. "Creo que esto no lo he contado nunca. Cuando fiché por el Real Madrid, Pedro Ferrándiz sabía de mi amistad con Juanjo y me pidió que le convenciera para fichar por el Real Madrid", descubre Emiliano. El deseo del mítico entrenador del Real Madrid, considerado como "el técnico que introdujo el baloncesto en la modernidad", quedó ahí porque Juanjo Moreno ya había enfocado su futuro hacia los Jesuitas y hacia la que años después fue su gran obra: el Tabirako, el club durangarra donde sigue siendo una figura venerada y respetada. Se perdió "un gran tirador", pero se ganó una persona entrañable, que desde aquel clinic de Bobby Knight en Madrid en 1972 nunca ha dudado en compartir sus muchos conocimientos del baloncesto y de la vida.
También llegó a la selección Gonzalo Urquiza. Jugó cuatro partidos en 1962 en una gira por Bélgica y Holanda, pero ahí quedó su recorrido internacional. El entonces seleccionador Joaquín Hernández le dejó fuera para los siguientes amistosos ante Argentina y para la gira por Filipinas y Taipei que iba a servir de preparación para los Juegos del Mediterráneo de Túnez y el Europeo de Polonia de 1963: "Prefirió a Ramón, un catalán que tampoco llegó muy lejos". "La dieta que nos daban era de un dólar cuando estábamos en España y tres cuando teníamos que salir al extranjero", recuerda Urquiza, protagonista desde la posición de alero de los mejores años del Águilas, que había sido fundado en 1950.
El club bilbaino era admirado entonces por su facilidad para sobrevivir a los apuros económicos y por ser siempre un duro competidor contando con una mayoría de jugadores de casa. Paco Díez solía decir que el Águilas "vive del salero". El nombre del alma mater de la entidad aguilucha sale a colación como una figura esencial en el impulso del baloncesto vizcaino junto a otros como Andoni Rodríguez y Vicente Gállego. También se le tiene por un tipo peculiar. Urquiza tuvo ofertas para salir del Águilas y fichar por el KAS gasteiztarra, considerado el enemigo y que abrazaba ya el profesionalismo: "Paco Díez me dijo que el dinero no importaba, que ya me lo daba él. Me abrió una cartilla con 1.500 pesetas, menos de lo que me ofrecía el KAS, y me prometió que me ingresaría más poco a poco. Acabó el año y allí seguían las 1.500 pesetas". El alero bilbaino terminó jugando en el conjunto de la familia Knorr, que en su desembarco en Bilbao había acordado que no iba a fichar ningún jugador del Águilas, por entonces un club ascensor.
En cualquier caso, no era el dinero lo que movía al baloncesto, aunque hay quien afirma que ya se oían ofertas de primas a terceros. No existían los traspasos y los cambios de equipo tenían que llevar la aprobación de la superioridad o la justificación de estudios, lo que llevó a Emiliano al Aismalíbar barcelonés, al que llegó por consejo de Eduardo Kucharski, o a Moreno al Iberia. Equiparse no era sencillo. Por ejemplo, los colores del Águilas (camiseta blanca y pantalón azul celeste) eran los que quedaban en la tienda de Guisasola del Casco Viejo donde se adquirieron y "para tener unas zapatillas buenas había que traerlas de Francia". Jugando en asfalto, el ingenio llegaba donde no lo hacía el dinero. "Yo tenía unas deportivas con un enorme agujero en la suela a las que debía poner un cartón para no hacerme daño. Hasta que el entrenador me obligó a cambiarlas", añade Moreno.
bocadillos para el viaje Los desplazamientos también tenían lo suyo. En Madrid o Barcelona se aprovechaba para jugar un partido el sábado y otro el domingo. "Salíamos de Bilbao el viernes por la tarde, parábamos por el camino unas horas para descansar y comer algo y llegábamos casi para el partido. El domingo, en seguida volvíamos porque se tardaba bastante más que ahora y el lunes había que trabajar o estudiar", explica Urquiza. En el Iberia, era parecido. Juanjo Moreno no puede olvidar "los bocatas de tortilla que preparaba la madre de un compañero. Eso te hacía más del equipo que cualquier otra cosa. Sólo con eso ya querías sudar la camiseta, veías un balón en el suelo y te tirabas como un loco…".
"A dedicación no nos ganaban los jugadores de ahora. Otra cosa es que el nivel de profesionalismo sea total y que cuenten con unos medios con los que nosotros ni soñábamos", asegura Emiliano Rodríguez, a quien le costó decidirse por el baloncesto hasta que fichó por el Real Madrid con el que, además de sus múltiples logros colectivos, llegó a ser elegido el mejor jugador de Europa en 1963. Juanjo Moreno escogió el sacerdocio, "que tampoco es tan diferente del baloncesto porque se trata de codo con codo con y a favor de los demás". Gonzalo Urquiza sólo jugó hasta los 29 años: "Lo compaginaba con el trabajo y al segundo año, el jefe me dijo que no podía ser y lo tuve que dejar". Pese a haber jugado ambos en el Águilas, sólo coincidió con Emiliano en la selección. El madridista fue, junto a Buscató, uno de sus más enconados rivales, pero eso no impidió que también iniciaran una amistad que dura hasta ahora.
Casi 50 años después, el baloncesto vizcaino, de la mano del Bilbao Basket, presume de estar haciendo historia, pero la historia ya está escrita. Si acaso sólo queda mejorarla. Juanjo Moreno afirma que "la añoranza puede hacer daño", pero el espíritu de aquella época, ajeno de artificios y sepultado por el individualismo en el siglo XXI, queda resumido en estas palabras del recordado Paco Díez: "Que la unión hace la fuerza es harto patente en nuestro Águilas. No es la unión del conjunto, la compenetración en el juego. Yo hablo de cariño, compañerismo y de nobles amistades dentro y fuera del terreno. Es lo que nos ha impulsado y lo que más vale...".