Avance importante del Athletic que casi le asegura su presencia en Champions el próximo año. La victoria sobre la UD Las Palmas, combinada con la derrota del Villarreal en Vigo, le afianza en la cuarta plaza. Señalado lo más importante, se ha de dejar constancia de que no resultó nada fácil sumar los tres puntos y no únicamente porque el rival dejase claras sus urgencias clasificatorias y compitiese hasta el final. En ocasiones, gestionar una ventaja mínima durante todo un partido puede complicarse más de lo previsible, este miércoles San Mamés lo pudo comprobar. Nadie estuvo tranquilo mientras el balón permaneció en movimiento, especialmente en el último tramo, cuando la tensión hizo mella en las filas rojiblancas. El desesperado empuje canario produjo varias situaciones que pusieron en entredicho la validez del tanto marcado por Iñaki Williams, pero el Athletic, a duras penas, aguantó el tipo para felicidad de la afición.

Con el equipo forzado a replegarse, achicando agua en el área, la madera y Simón adquirieron un protagonismo excesivo en ese tramo. Cierto que el Athletic contó con oportunidades suficientes para haber decantado el pulso con antelación, sobre todo en el inicio de la segunda mitad, pero globalmente su actuación estuvo por debajo de lo deseable. Por momentos dio la sensación de que se dejaba ir, que ante la falta de mordiente del adversario se conformaba con que el tiempo se fuese consumiendo. Pero, lo dicho, un marcador tan corto mantiene el desenlace abierto. Constituye una invitación constante a intentarlo para el que va perdiendo y en este caso se trataba de un grupo que lucha por eludir el descenso.

A estas alturas del campeonato escasean los encuentros en que los dos equipos tengan sus objetivos cubiertos. Este miércoles la gloria que el Athletic lleva meses acariciando se cruzaba con el drama que se vive en el seno de la UD Las Palmas. Dos historias de signo opuesto, que reflejan la distancia real entre ambos en términos de potencial, pero la teoría cede ante el peso de las circunstancias. Así, en la práctica, sobre la hierba, a menudo no es tan sencillo distinguir al fuerte del débil.

Lo curioso es que la tarde empezó de maravilla, luego se demostró que acaso demasiado bien y todo se complicó. Para el minuto cinco tuvo el Athletic el partido justo donde le convenía, gracias a una brillante culminación de Iñaki Williams, a pase filtrado por Galarreta. El extremo recortó con un leve toquecito a McKenna, que anduvo lento, y pisando el área chica remató con el exterior por el primer palo de un Horkas vendido. Qué más se podía pedir. La contrastada fragilidad en defensa de los canarios, que por algo han recibido más de medio centenar de goles, abría de par en par las puertas a una victoria concluyente.

La respuesta visitante fue intentar apropiarse de la iniciativa. Es innegable que acumuló bastante posesión, pero la capacidad rojiblanca para cerrar vías y apretar en las disputas, dejó en nada la reacción. La inoperancia amarilla para llegar a zonas de peligro produjo unos minutos anodinos, donde nada reseñable ocurrió. No obstante, entre que controlaba la situación y que hubo un par de contratiempos físicos, el primero sin consecuencias a cargo de Yuri y poco después otro de Sancet que obligó a su sustitución, presumiblemente para que no fuese a mayores, al Athletic se le olvidó generar juego.

En imágenes: Athletic - Las Palmas Borja Guerrero

La prueba de la pobre creación local, la total ausencia de acciones profundas antes del descanso. No volvió a exigir a la zaga rival y los minutos fueron corriendo sin gracia alguna. Hasta que, de repente, Sandro montó un contragolpe, se le escapó a De Marcos y cedió en ventaja a McBurnie, cuyo intento fue neutralizado por la veloz salida de Simón. Un susto gordo, una advertencia: aquello no podía seguir igual, como si el 1-0 fuese una garantía absoluta de éxito. La gestualidad de Ernesto Valverde en la banda ahorraba mayores explicaciones sobre el comportamiento de los suyos.

Espabilaron tras el paso por la caseta para transformar su registro con una avalancha que perfectamente pudo sepultar a los canarios. El Athletic imprimió una velocidad vertiginosa a sus acciones y encadenó no menos de media docena de lances con marchamo de gol. Iñaki Williams y De Marcos martillearon por la derecha, Berenguer enredaba por el otro lado y Galarreta repartía juego con precisión. Fue Berenguer quien tuvo el 2-0, tras regalo con lacito de De Marcos, pero estrelló en el larguero su cabezazo.

Mantener semejante ritmo se antojaba inviable y, en efecto, la ofensiva fue remitiendo, mientras los canarios recuperaban el aliento y elevaban su porcentaje de posesión. Sin embargo, con el partido decayendo, Iñaki Williams dejó a Maroan solo ante el portero y este disparó al muñeco. El empuje cesó, pese a la entrada de Nico Williams, el cansancio iba haciendo mella y Valverde tardó en insuflar aire a la tropa. Cuando por fin se decidió el mando le correspondía a la UD, que halló en Januzaj el dinamizador ideal para intentar el asalto al área de Simón. A diez de la conclusión, el belga agarró una volea que repelió el larguero.

Para entonces el Athletic estaba exclusivamente ocupado en frenar el ímpetu visitante. La UD elaboró al primer toque una combinación preciosa, con pase final de Januzaj para un Mata que penetraba en el área y se topó de frente con el portero, otra vez determinante. Siguió una tanda de faltas y córneres que pusieron un nudo en el estómago del personal. Iñaki Williams, en el añadido y a la contra, pudo acabar con una penitencia que empezaba a resultar agobiante, pero optó por chutar con su hermano desmarcado. Y aún hubo margen para un sobresalto más, pero Moleiro se atascó en posición de remate. Con el pitido del árbitro, brotaron la alegría y el alivio. Ya se podía borrar de la mente lo presenciado.