Seguir al Athletic en sus viajes por Europa permite, al tiempo que apoyar a nuestro equipo, conocer países diferentes, aficiones diversas, hacer turismo y encontrarte con mucha y muy buena gente.

En nuestro caso empezamos a viajar tras el Athletic en cuadrilla, y casi en una repleta furgoneta, preparando bonitas timbas que nos llevaron a Birmingham, París, Marsella, Lisboa, Lyon, Parma, Lieja o Manchester. En viajes organizados y en avión hemos podido disfrutar del Athletic y su gran ambiente en Moscú, Estambul, Bruselas, Alkmaar, Kaiserslautern,… No tenemos el currículum de medio siglo viajando con el Athletic de nuestro buen amigo Anton Taramona, pero hemos podido animar al club rojiblanco en ya unas decenas de ciudades europeas.

Conforme hemos ido cumpliendo más años, la furgoneta y el vehículo privado ha dado paso a desplazarnos en viajes organizados de la Peña Gainza de Basauri, de la mano de Tximu y Eva, dentro de un grupo animoso de veteranos aficionados y aficionadas, con aitita-amamas, jubiletas, parejas, currelas, algunos jóvenes y también chavalería como la simpática niña Maia.

En el último viaje a Glasgow me quedé sorprendido al escuchar el nombre de María Arthuer cuando nuestro guía alicantino repartía las llaves de nuestro céntrico, pero sencillo, hotel. María ha viajado con un centenar de aficionados rojiblancos en el mismo vuelo chárter y se ha movido en el mismo autobús por Glasgow y Edimburgo, ha guardado las mismas colas, comodidades e incomodidades, esperas, desayunos y comidas de grupo…

En un primer momento pensé que no podía ser la madre de Iñaki y Nico Williams, nuestros luchadores leones. Me imagine que, si quisiera, podría viajar con otro tipo de medios, pero no… María era una más del grupo de la Peña Gainza, siempre sonriente, pidiendo disculpas cuando llegó tarde a una cita de grupo, humilde, sin darse importancia, alegre y arropando cariñosa a la pequeña Maia, otra habitual de estos viajes y de La Catedral.

María no tenía inconveniente en dejarse fotografiar con todo aquel del grupo que se lo pedía, sin aires de grandeza, animada, positiva, con un corazón que parece ser muy grande. Nuestro amigo Luis, otro buen athleticzale, solo se enteró de quién era María cuando en el autobús, abandonando el Ibrox Stadium, escuchó a María hablar por teléfono con su hijo Nico, animarle tras el partido y recordarle que el domingo, tras el choque contra el Rayo, le esperaba en casa. La típica conversación de control y ánimos de una madre con su hijo veinteañero.

Después María me confirmó orgullosa que había trabajado en una frutería de nuestro barrio, Begoña-Txurdinaga. Guardaremos con cariño la foto del grupo de un centenar de aficionados y aficionadas tras comer en Edimburgo, en la que a María se le distingue solo por su color de piel, pero donde aparece como una aficionada más.

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En Glasgow, con todo el respeto, colocamos una bufanda zurigorri en la estatua en honor de Dolores Ibarruri, una madre indomable. En la ciudad escocesa conocimos a otra madre irrepetible, María Arthuer, una athleticzale más y de las buenas, con quien confiamos también compartir el viaje de vuelta de las semifinales de la Europa League. Seguiremos encontrándonos en apoyo a un club único en el mundo. Muxu handi bat, María!