Acordarse de los ausentes es una reacción que suele estar asociada a la derrota. Si las cosas no salen bien y el resultado no acompaña, enseguida vienen a la cabeza los que no están. Es un argumento muy recurrido que se utiliza como atenuante en el análisis posterior e incluso durante el partido: faltaba fulano o mengano, se ha notado. Sucede justo lo contrario en caso de victoria, entonces solo cuenta el mérito de los jugadores que contribuyeron a la misma, a quienes se perdieron la cita no se les dedica ni un segundo.
Un ejemplo práctico de esto último se vivió el pasado fin de semana. El rotundo triunfo del Athletic sobre el Girona concentró la atención en los once que salieron de inicio y algunos de los que se incorporaron en la segunda mitad se hicieron asimismo acreedores a una generosa cuota de foco. Pero nadie reparó, por ejemplo, en que Nico Williams estuvo sentado en la grada a causa de una lesión. No fue el único indispuesto, por idéntico motivo Galarreta, un fijo para Ernesto Valverde, Nuñez y Djaló tampoco pudieron participar.
Sin embargo, lo del pequeño de los Williams posee una dimensión singular no ya porque se trate de una pieza fija en las alineaciones. De hecho, solo ha dejado de jugar en cuatro ocasiones en la campaña vigente, mientras que el centrocampista acumula una decena de ausencias y tanto Djaló como Nuñez han intervenido de manera muy esporádica. Además, por la expectativa que genera, Nico es objeto de un intenso seguimiento, goza de una proyección mediática reservada a una selecta minoría.
Desde hace un par de años no ha dejado de acaparar noticias y rumores. Sus actuaciones y logros sobre la hierba, tanto en las filas del Athletic como con España, adquieren una repercusión formidable: su nombre ha figurado asociado a clubes de campanillas, pocas renovaciones han dado tanto material para la especulación y aún su continuidad en Bilbao a corto o medio plazo constituye una incógnita, destacó en la consecución del título de la Eurocopa, estuvo seleccionado en la última edición del Balón de Oro…
En fin, que nunca pasa desapercibido, hasta que el otro día ni se aludió a su ausencia. Se dirá que no deja de ser una mera anécdota, un descuido, una circunstancia pasajera, pues parece que vuelve a estar en condiciones de entrar en los planes de Valverde. Ha trabajado con normalidad durante la semana y extrañaría que no reapareciese mañana frente al Espanyol. Incluso cabría realizar una lectura en clave positiva del episodio, de que no se hablase de él, en el sentido de que el comportamiento del equipo no se resintió. Sin Nico Williams sobre el campo, el Athletic no tuvo inconveniente alguno en desplegar su potencial ofensivo, marcó tres goles y se deshizo con holgura de un adversario de entidad.
Así mirado, sin duda es una noticia positiva. En definitiva, lo que realmente importa es la cuenta de resultados, que descansa en la suma de aportaciones al quehacer colectivo. Si el buen funcionamiento grupal dependiese de una individualidad, entonces el equipo tendría un problema. Claro que esta primera interpretación, catalogable como idónea, no es incompatible con una segunda que abordaría un tema que se está aplazando, seguramente porque la marcha del Athletic, en líneas generales, resulta convincente, ilusiona.
Se presupone que hoy en día Nico Williams es la estrella del Athletic, aunque si se valora su rendimiento desde agosto, dejando a un lado el eco que producen sus intervenciones, la conclusión acaso sería distinta. Por supuesto que ha brillado en diversos encuentros y brindado un surtido de jugadas vistosas, pero en sus registros asoman demasiadas tardes anodinas, sin relieve.
Desde luego, exigir a un chico de 22 años que capitalice los éxitos del grupo por mucha fama que acumule, supone abonarse a una perspectiva totalmente desenfocada de lo que es el fútbol de élite. Ni siquiera su amigo Lamine Yamal, que se hallaría en un peldaño superior, desempeña ese rol en el Barcelona, donde comparte honores con Raphinha, Pedri, Lewandowski y varios más. Así sucede también en el Athletic, que reúne a una serie de jugadores con gran peso específico en los éxitos, sin ir más lejos el Williams mayor.
Es posible que Nico esté pecando de ansiedad, impulsado por su comprensible deseo de destacar o liderar. Quiere responder en cada partido a lo que la gente espera de su talento para desbordar, de su velocidad, de la verticalidad de que hace gala, y con frecuencia incurre en decisiones erróneas, se precipita, no saca nada en limpio, o muy poco. Su entrega es innegable, también sería de agradecer la mejoría que ha experimentado sin balón, en la presión y las ayudas, facetas innegociables en la propuesta de este Athletic. Sin embargo, salta a la vista que todavía vive inmerso en un proceso de aprendizaje, necesita tiempo para comprender el juego y desarrollar sus prestaciones con cierta regularidad.
Por todas estas cuestiones, la impresión resultante habla de un talento natural inmerso en una dinámica un tanto desconcertante, intermitente, de relativa eficacia. Más allá del apartado estadístico, discreto si se compara con los de algunos compañeros, de momento el fútbol de Nico Williams no alcanza el vuelo que auguraba. Lo logrará a medida que aparque las prisas y module ese afán por convertirse en una estrella.