Los puntos gratis no existen en este fútbol presidido por la igualdad. Hay que trabajar a fondo cada partido, aunque la jerarquía suele terminar por decidir el resultado. Los buenos equipos parten con un porcentaje de opciones de éxito superior, tal como se comprobó ayer en Butarque o el domingo en el Estadio de Gran Canaria. La calidad del Athletic volvió a resultar clave. Salió el Leganés a aguantar, resguardado en su campo, lo que impidió que los de Valverde expusieran su repertorio durante casi una hora. Pero en cuanto el Athletic imprimió otra marcha más a sus evoluciones, resolvió. Por más que el conjunto local reaccionó y generó ocasiones, los goles de Vivian e Iñaki Williams corroboraron el pronóstico.
De nuevo se trataba del típico cruce donde un aspirante a Europa no debe fallar. Enfrente, un recién ascendido consciente de que tutear al Athletic está fuera de su alcance, al menos de entrada. El cuadro pepinero evitó apuros sin arriesgar, pero estaba claro que los rojiblancos no se iban a conformar y elevarían las revoluciones de su juego según avanzaba la contienda. Pese a que el Leganés saltó a la segunda parte con una actitud más ambiciosa, los cambios de Valverde se dejaron sentir. El equipo adquirió un perfil más afilado y en diez minutos estableció una cómoda ventaja.
De salida, el Athletic presentó media docena de novedades. Una medida que va a repetirse con frecuencia a causa del calendario. Ello pudo influir en el rendimiento, no para impedir cargar con el control, pero sí quizás para rentabilizar el dominio territorial y la posesión. Había que pisar el acelerador a fin de evitar que la incertidumbre planease sobre el último tramo del encuentro. Bueno, pues la aportación de la gente de refresco y la seriedad del bloque precipitó el desenlace pretendido.
Nada que no estuviese previsto deparó el primer tiempo: iniciativa del Athletic y repliegue de un Leganés con tres centrales y las líneas pegadas. Galarreta, muy activo, asumió la dirección, la pelota se movió con cierta diligencia, casi siempre para buscar las bandas, la zona menos transitada. La idea contó con la incorporación permanente de los laterales. Yuri y Gorosabel llegaban a posición para lanzar centros, el problema fue que ni ellos, ni Berenguer, pegado al costado izquierdo, acertaron a poner servicios decentes.
Tampoco la intimidante aportación de Nico Williams, con libertad para moverse por todo el frente de ataque, se tradujo en peligro. Djaló, de nuevo pasó desapercibido. Su posición era la menos agradecida, con un par de defensas encima de su espalda. El dominio fue pues derivando en un ejercicio insulso, el Athletic no se veía exigido, pero era incapaz de rentabilizar el mando. Y el Leganés no tuvo mayor inconveniente en aferrarse a su prudente disposición táctica.
Curiosamente, la única jugada comprometida para los porteros tuvo lugar en el área rojiblanca: Haller se fue por potencia, filtró para el desmarque de Miguel, cuyo tiro cruzado repelió Agirrezabala, que de nuevo actuó para despejar un segundo intento del ariete costamarfileño. No hubo nada más que anotar en ese lado del terreno, mientras que en el opuesto cabe citar un disparo flojo de Djaló desde la frontal y, por rescatar algo, el único centro venenoso, raso, obra de Berenguer, que se paseó en vano por los dominios de Soriano.
La retirada a vestuarios estuvo monopolizada por la incógnita en torno al estado del menor de los Williams, dolorido tras una disputa con Rosier. No compareció en la reanudación, entró Guruzeta y Djaló pasó al extremo. Era evidente que el Athletic necesitaba dotar de mayor intención a sus evoluciones, una pizca de mordiente, por decirlo suavemente. Valverde no aguardó demasiado para fomentar esa versión más incisiva con un triple cambio: Prados, Sancet e Iñaki Williams. Seguido, Herrera relevaba a un Galarreta que precisa dosificación.
Llegó entonces el primer susto serio, pero en contra del Athletic: Nuñez interceptó el pase de la muerte de Miguel y la pelota pegó en la madera. El lance debió retumbar como un bocinazo en las cabezas de los rojiblancos que a renglón seguido protagonizaron un asalto al área madrileña. A Vivian le anularon un remate de chilena que estrelló en el larguero, cuando su posición era legal; Gorosabel sirvió con gusto para que Iñaki Williams cabecease, pero un defensa desvió a córner y a la tercera, Vivian se resarció con una volea a la media vuelta que tras dar en el cuerpo de Saenz despistó al portero.
La cosa se pudo enredar al minuto, pero el cabezado de Haller, que besó la red, fue invalidado con acierto por el linier. El 0-1 quizás no era suficiente viendo la inmediata réplica del Leganés. Entonces, Gorosabel coronó su notable partido: corrió la banda y se la puso a Iñaki Williams, que le marcaba el sitio, para subir el segundo tanto. Pero el Leganés siguió tirando de orgullo y haciendo daño. Un error de Nuñez propició un chut de Diego que acarició uno de los postes.
Los sobresaltos no cesaron, Miguel y Diego volvieron a amenazar, el Athletic estaba demasiado atrás. Le costaba coger la onda hasta que Berenguer, en una falta, halló a Nuñez en el segundo palo y este cabeceó picado al larguero. Moría ya el choque y el Leganés entendió que la remontada era inviable. Aún pudo marcar Berenguer, pero hubiese sido un castigo excesivo para un Leganés que tuvo que ceder ante el superior empaque visitante.