El cruce con el Mallorca deparó una victoria incontestable. Recuperó el Athletic la inercia extraviada en las jornadas precedentes y no dio ni la más mínima opción al conjunto que dirige Javier Aguirre. Ni siquiera permitió que hubiera discusión. El temor a que saliese un partido trabado, del estilo de los precedentes más próximos, se desvaneció muy pronto, casi de salida. Yuri Berchiche, tocado por la varita mágica, espoleó a los suyos con un par de golpeos inverosímiles. La ventaja condicionó por completo el juego pues, además de hundir el ánimo del oponente, invalidaba de plano su propuesta. De modo que los rojiblancos lo tuvieron todo a favor para ejercer un control abrumador que tradujeron en cuatro goles.

A expensas de conocer el alcance de las molestias de los hermanos Williams, que solicitaron el cambio en la segunda mitad, la noche salió redonda. Tomar la delantera era crucial frente a un adversario diseñado para poner mil trabas, con un dibujo conservador y un espíritu combativo contrastado. Pero el 0-0 duró un suspiro y el Athletic perseveró en su idea de embestir sin pausa hasta establecer un abismo insalvable. No hubo color y la afición pudo disfrutar con la enésima muestra de voracidad de unos futbolistas que hace un montón de semanas que se lo han creído. Que están convencidos de su potencial y no dan gratis ni la hora.

En la elección de los protagonistas, ambos entrenadores fueron coherentes con lo expresado la víspera: la liga era prioritaria y sacaron onces muy reconocibles. Lo que no cabía prever era que el partido saltase por los aires en un santiamén, menos aún que fuera Yuri quien acaparase el foco con dos goles, a cada cual más complejo. Un mazazo que el Mallorca acusó, y mucho, como no podía ser de otra manera. Cuanto Javier Aguirre había preparado para desarrollar en San Mamés perdió todo sentido sin que en realidad hubiese ocurrido nada especial para ello y su equipo ya no levantó cabeza.

Fue el comienzo ideal para el Athletic, que se encontró con una doble ventaja nacida en sendos balones parados. El primero nació de una falta innecesaria de Valjent, la típica para marcar terreno e intimidar a un Nico Williams que había recibido de espaldas. La botó él mismo, demasiado corta, pero a Yuri se le ocurrió meter la zurda, como si fuese una cuchara, para anticiparse al despeje de Larin. Le salió una parábola que fue a colarse pegadita al poste izquierdo de Rajkovic. Imposible aplicar mejor antídoto contra las intenciones isleñas.

La respuesta no se hizo esperar, un centro venenoso desviado por Simón, pero el Athletic siguió haciendo peligro con la estrategia. Copete evitó que Iñaki Williams culminase tras un rebote, pero nadie pudo evitar que Yuri culminase su exhibición rematadora pocos minutos después: córner prolongado de espuela por Guruzeta y el lateral colocó el cuerpo para empalmar, ahora con la derecha, otra parábola, sin fuerza, pero dirigida a una escuadra. Jolgorio en las gradas y semblantes de resignación en las filas visitantes.

El inesperado escenario permitió al Athletic desenvolverse con comodidad. Intenso sin balón para ahogar la floja reacción del rival, obligándole a vivir en su terreno. Aunque no estuvo muy inspirado en la circulación, el ritmo que imprimió a sus evoluciones y la constante movilidad de la gente se revelaron como una amenaza constante. De no mediar una gran estirada de Rajkovic a cabezazo a bocajarro de Guruzeta, el Mallorca hubiese encajado el tercero.

Sujetado por un Prados que aparecía por cualquier parte para robar y poner orden, el bloque fue intercalando embestidas, mientras dominaba territorialmente. Solo concedió dos remates lejanos que se marcharon arriba. Aguirre buscó algo que alterase la dinámica tras el descanso: metió a Muriqi y restó un central. En vano. Perseveró el Athletic, que retrasó unos metros sus líneas para explotar los espacios. Nico Williams tuvo la primera llegada, abortada al límite por Valjent. Iñaki fue el siguiente en generar peligro: recibió en carrera de Galarreta y dirigió mal, al muñeco.

En vista de que aquello adquiría un tono inquietante, el técnico mexicano realizó una doble sustitución e incorporó a Darder, en la esperanza de que catalizase una reacción. Vidal pudo ponerle emoción a la contienda con un cabezazo a salida de córner. El exosasunista cabeceó más solo que la una, pero también al muñeco. Y el Athletic castigó el error de inmediato con una contra fulgurante. Participaron las cuatro piezas más ofensivas en una especie de estampida, un tanto trompicada, que Guruzeta transformó en el tercero de la cuenta, previa consulta al VAR.

En ese preciso instante el encuentro se pudo dar por terminado. Al Mallorca ya no le quedó resuello ni amor propio para incordiar. Casi no lo logró antes, así que con semejante resultado y con el Athletic igual de concentrado y ágil, fue el turno para ir dando descanso a algunos hombres, que la Copa está a la vuelta de la esquina. Al margen de los problemas físicos de los Williams, Valverde sacó del terreno a Galarreta, Sancet y Guruzeta.

Minutos para Muniain y Raúl García, una pareja que ha dejado de tener incidencia en la pizarra de Valverde. También iba a reaparecer Dani García, pero hubo que recurrir a otro punta, Adu Ares, cuando Iñaki Williams hizo una seña al banquillo. El capitán halló premio anotando el cuarto, a servicio de De Marcos que no pudieron conectar ni Herrera ni Jauregizar. Se limitó a golpear raso, a contrapié del portero. Fin de la fiesta. No podrá decirse que el Athletic ganó sin despeinarse porque derrochó energía como si hubiese un título en juego, pero la verdad es que todo le salió a pedir de boca. Demasiado fácil.