Hay vida sin Iñaki Williams, quien aterrizó en la tarde de ayer en Ghana para unirse a la concentración de su selección minutos después de que sus compañeros se impusieran al Sevilla en el Ramón Sánchez Pizjuán. El Athletic no notó la ausencia de uno de sus pilares y arrancó el año con una victoria que apuntaba a cómoda por cuanto se vio en la primera mitad, pero en la que también le tocó sufrir en determinados momentos del segundo acto, en los que su rival, en un ejercicio de amor propio pero al que le faltó mucha claridad de ideas, le tuvo encerrado cerca de su área. Ni con esas fue capaz el equipo hispalense, pitado a ratos por su público, que se mojo de lo lindo, de inquietar en exceso a unos leones que se defendieron con uñas y dientes para encadenar su tercera victoria consecutiva, con otras tantas porterías a cero, y cerrar la primera vuelta en puestos de Liga de Campeones.

Una frase mal traducida al castellano desde el inglés para buscar una rima imposible de todo un clásico del cine como es My Fair Laidy, dejó para la historia aquello de que “la lluvia en Sevilla es una maravilla”. Como este Athletic que lidera desde el banquillo Ernesto Valverde, un técnico del que quienes mejor le conocen alaban su normalidad, lo cual no es poco, y que ayer dirigió su partido 500 en Primera División, de los que 285 han sido con el club de sus amores.

Txingurri festejó tal efeméride con un triunfo en un campo maldito para el conjunto rojiblanco, al que le cuesta un mundo obtener botín alguno cada vez que pisa el Ramón Sánchez Pizjuán, como así demuestran sus tres únicas victorias ligueras, contando la de ayer, en lo que va de siglo. De hecho, el técnico rojiblanco nunca le había ganado al Sevilla en su campo como entrenador del Athletic, no al menos en liga, pues sí lo hizo en la Europa League hace un puñado de años; un triunfo que no valió para nada, pues fue el Sevilla quien superó una eliminatoria que se decidió a penaltis.

Cinco jornadas después, Valverde recuperó su plan inicial en el centro del campo. La disponibilidad de Iñigo Ruiz de Galarreta y Mikel Vesga le permitió alinear a ambos, que no coincidían de inicio juntos desde que lo hicieran por última vez en Girona a finales de noviembre. Los damnificados fueron Beñat Prados y Ander Herrera, quienes saltaron juntos al campo mediada la segunda mitad. Casualidades de la vida, de una combinación entre los dos primeros, centro de Ruiz de Galarreta y certero testarazo de Vesga, nació el primer gol de los rojiblancos; en el segundo, Herrera cogió el testigo del eibartarra para ponerle un caramelo a Aitor Paredes.

A la chita callando, el central se está metiendo en el bolsillo a sus detractores, que no eran pocos semanas atrás –no está de más asumir que en ocasiones, incluido quien suscribe estas líneas, se ha sido injusto con él–. Paredes irrumpió en el área rival, aprovechando una falta lanzada previamente, para sorprender en una segunda jugada a la defensa hispalense, que ni se enteró de que por allí rondaba el zaguero de Arrigorriaga.

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Este eligió el momento más oportuno para estrenarse. Marcó cuando peor lo estaba pasando su equipo. Adelantó el regalo de Reyes para la parroquia rojiblanca, que ve cómo el Athletic se aúpa a puestos de Champions con unos históricos 38 puntos que nunca antes había sumado al término de una primera vuelta, y cómo abre una brecha con el Betis, séptimo en la tabla, de diez puntos. Qué mejor forma de comenzar el año. Ya saben: la lluvia en Sevilla es una maravilla, como este Athletic.

Mikel Vesga disputó en el Ramón Sánchez Pizjuán su partido 150 de liga con el Athletic, con el que ha participado ya en un 191 encuentros contabilizando todas las competiciones. Celebró tales registros anotando su décimo gol como león ante su víctima favorita, al que le ha marcado cuatro tantos.