Continúa el avance decidido del Athletic en el campeonato. Aferrado a la inercia del tramo previo a las navidades, derrotó con relativa suficiencia a un adversario muy corto de recursos. El Sevilla fue un juguete muy manejable durante los primeros 45 minutos, impotente para ocultar sus graves deficiencias y aunque quiso reaccionar, consiguió incluso tomar la iniciativa a la vuelta del descanso, demostró que hoy por hoy no está en condiciones de acercarse, ni de lejos, al nivel de un aspirante a plaza europea. En este caso, un Athletic que sabe qué debe hacer y cree firmemente en sus argumentos. Aparte de practicar un fútbol sencillo a un ritmo fuera del alcance de la mayoría de los equipos de la categoría, trabaja a destajo y esa constancia acaba por desesperar a cualquiera, sobre todo a un agobiado por su situación en la tabla.

El lunar del nuevo éxito estuvo en que el Athletic dispuso del escenario idóneo para liquidar la contienda con holgura y no lo hizo. De entrada, a lo largo del primer acto no hubo color y además gozó de una magnífica oportunidad para sentenciar nada más reanudarse el juego. La cosa es que con ventaja mínima siempre existe un margen para la inquietud. Aunque este Sevilla deambule sobre la hierba como alma en pena, por una mera cuestión de orgullo, de amor propio, se esforzó en transformar su paupérrima imagen. Su renovada actitud, más que la propuesta, bastante previsible e inofensiva, alteró en exceso el pulso del partido.

Se asistió a una fase muy gris, con el Athletic encerrado en su campo, pendiente de mantener a raya al Sevilla y poco más. Hasta que justo a renglón seguido de la ocasión más nítida registrada en su área, a cargo de Juanlu y desbaratada con seguridad por Simón, pese a encontrarse tapado por una muralla de hombres, llegó el tanto que hundía irremisiblemente al cuadro andaluz. Paredes irrumpió en el segundo palo para empujar un centro de Herrera y el resto del tiempo se disputó a beneficio de inventario. A raíz del 0-2, la grada, que había abucheado a sus futbolistas, ya no pudo aguantarse más y pidió a coro la dimisión del presidente recién nombrado, Del Nido junior.

El bajo estado anímico y, por descontado de forma, del Sevilla quedó reflejado en la formación que de salida escogió Quique Sánchez Flores, orientada sin disimulos a protegerse. Reunió a tres centrales y dos medios de contención, se supone que en la esperanza de desactivar el brío característico del Athletic. Semejante asunción explícita de inferioridad se tradujo en un escenario absolutamente amable para los hombres de Valverde, que apenas hallaron oposición para inclinar el encuentro a su favor.

Ni siquiera necesitó forzar la máquina para dejar en evidencia las miserias de su oponente. Bastaría con el capítulo de robos en terreno rival, a modo de elocuente indicativo, para explicar la abismal diferencia que presidió el choque desde el mismo inicio. El Athletic quiso gobernar el juego y con un ritmo sostenido fue poco a poco trasmitiendo a los andaluces cuál era su intención. Así, pese a que sobre el cuarto de hora pareció que el Sevilla emitía algún síntoma de vida, el desarrollo del primer tiempo fue un monólogo.

Cierto que las oportunidades no llegaron enseguida, pero la impresión de que solo un equipo estaba interesado de verdad en sacar adelante el compromiso y actuaba con naturalidad y fluidez, fue patente. El balance ofensivo se concentró exclusivamente en el área de Dmitrovic, demasiado desprotegido a pesar del corte conservador del planteamiento de su técnico. Incapaz de imponerse en las disputas, cediendo metros sin ruborizarse y acumulando personal muy atrás, el anfitrión sufrió de lo lindo. Ni recular le evitó los sobresaltos.

Galarreta y Vesga, dueños de la zona ancha ante la ausencia de presión, distribuían con agilidad, Sancet carburaba, Guruzeta colaboraba alejándose de Ramos y compañía, los laterales, más Lekue, apoyaban arriba y Nico Williams sembraba el terror en cada arrancada. Lo mismo por la derecha que por la izquierda. En fin, era cuestión de aguardar a que el gol cayese porque este Athletic posee pegada y el Sevilla era una ruina. Guruzeta amenazó desde la frontal, le siguió Nico Williams, tras pared con un Berenguer generoso, pues pudo haber terminado él, y a la tercera, Vesga cabeceó de forma impecable un centro templado por Galarreta.

En la acción había tantos defensas como rematadores en el área, pero Vesga remató más solo que la una, en la enésima prueba del desbarajuste andaluz. Aún tuvo un par de acercamientos más el Athletic antes del intermedio. Simón seguía sin ver la cara de sus rivales. Descanso. Y nada más sacar de centro, Nico Williams estrelló el balón en el larguero, tras leve desvío de un defensa.

El asunto cobraba visos de paliza; sin embargo, el Sevilla despertó, dio un paso adelante y los de Valverde optaron por protegerse. El partido se trasladó a la otra mitad del campo y Quique, ilusionado con el efecto de su charla en vestuarios, introdujo tres sustituciones de golpe. Era el momento, pensaría, y algo barruntó Valverde porque no tardó en apuntalar la zona ancha. Suso advirtió con uno de sus chuts característicos y luego vino la de Juanlu. La verdad es que el tema empezaba a no tener gracia cuando Paredes acertó a estrenar su cuenta en la élite.

Fin de la historia. Ocampos, meritorio lo suyo, no cejó en el empeño por buscar el imposible, pero nadie le acompañó. Estaba solo frente a una estructura firme, que al margen del grado de inspiración nunca vuelve la cara. El Athletic ingresa en 2024 sintiéndose fuerte, con razón.