GRANADA: André; Ricard, Ignasi Miquel, Torrente, Carlos Neva; Sergio Ruiz (Min. 90, Antonio Puertas), Gumbau, Gonzalo Villar (Min. 78, Petrovic); Bryan, Uzuni y Lucas Boyé (Min. 78, Callejón).

ATHLETIC: Simón; De Marcos (Min. 66, Yuri), Vivian, Paredes, Lekue; Prados (Min. 88, Nolaskoain), Ruiz de Galarreta (Min. 79, Herrera); Iñaki Williams (Min. 79, Berenguer), Sancet, Nico Williams; y Guruzeta (Min. 66, Villalibre).

Goles: 0-1: Min. 6; Iñaki Williams. 1-1: Min. 55; Ruiz de Galarreta, en propia puerta. 

Árbitro: Ortiz Arias (C. Madrileño). Mostró cartulina amarilla a Nico Williams y Yuri .

Incidencias: Partido de la jornada 16 de LaLiga en el Estadio Nuevo Los Cármenes ante 12.849 espectadores. El choque se reanudó ayer en el minuto 17 tras suspenderse el domingo por el fallecimiento de un abonado del Granada en el estadio. Se guardó un minuto de silencio en su memoria y los equipos jugaron con brazaletes negros y saltaron al campo con camisetas con el lema ‘DEP Antonio’.

El accidentado desplazamiento a Granada frenó la exitosa inercia del Athletic. Cuando todo hacía pensar en una victoria holgada, tanto por lo ocurrido el domingo como anoche hasta la finalización de la primera mitad, se produjo un apagón general. El súbito e inesperado decaimiento no tiene una explicación sencilla. Asumido que el fútbol es una caja de sorpresas, no es normal que un conjunto que lució un fútbol ágil, equilibrado y contundente, esto último sin exceso, frente a un rival asustado e incompetente, ofrezca dos caras tan opuestas siendo el único factor a considerar el intermedio. 

Hubo un Athletic hasta que el árbitro mandó a los contendientes a la caseta para refrescarse y otro, irreconocible, desde que volvió a pisar el césped y hasta el pitido final. Ello permitió que el Granada reviviese, se pusiera a jugar con naturalidad, ajeno a la crisis que le embarga, y arrancase un meritorio empate. Desenlace que, sin duda, ayer valoraría como capital para iniciar una urgente remontada en la clasificación. Resulta complicado realizar la lectura desde la perspectiva del Athletic, que se dejó arrebatar un triunfo que se antojaba mascado, a nada que hubiese persistido en su propuesta y disposición.

Fue una decepción en toda regla, sobre todo si se analiza el desarrollo en su globalidad. De acuerdo en que una situación tan infrecuente como reanudar un partido al día siguiente de su comienzo y tras haberse disputado su primer cuarto de hora, generaba incertidumbre. Lo poco que dio de sí la víspera se sintetizó en la nítida sensación de superioridad del Athletic a costa de un Granada desnortado, traducida a efectos prácticos en un gol. Pero si la interrupción impidió confirmar que, como cabría deducir entonces, el juego continuaría por los mismos derroteros, parar durante unas horas para volver a activarse, tampoco garantizaba la prolongación de lo presenciado en el aperitivo.

Y con esa duda sobrevolando Los Cármenes arrancaron los minutos pendientes. Ninguna modificación en las alineaciones y tampoco en la puesta en escena, pese a que el anfitrión elevó su agresividad en las disputas e introdujo alguna corrección en el repliegue, como las ayudas a los laterales en sus duelos con los Williams. Poca novedad para importunar a un Athletic que enseguida exhibió esa confianza en sus posibilidades que le mantiene en los puestos de privilegio.

Nico Williams lanzó la primera advertencia, con una rosca que se marchó cerca del segundo palo; le siguió Sancet, quien no pudo salvar la salida a la desesperada de Ferreira, tras un centro de Lekue desviado por un central y repitió Sancet, fallando con estrépito una cesión de Guruzeta, que había robado a Miquel siendo este el último defensa. Un amplio abanico de oportunidades para sentenciar, aderezado con un par de disparos desde la frontal a cargo de Prados y Guruzeta, y culminado con un espectacular cabezazo de Iñaki Williams que golpeó en el larguero.

El tembleque del Granada, idéntico al de la víspera, no lo rentabilizó un Athletic que funcionaba dinámico y profundo, dirigido por Prados, que se reivindicó en el quite y en la distribución. El poderío de los hombres de Valverde contrastó con las constantes caídas de Bryan, reflejo de una impotencia por momentos estremecedora. Era un poema contemplar los problemas locales para salir de su campo, atemorizados por la presión a que eran sometidos, trance que derivaba en pelotazos hacia nadie.

Estaba pues el encuentro madurito para que el Athletic se asegurase un margen suficiente en el marcador, pero… En el descanso, alguna fibra acertó a tocar Alexander Medina, apodado Cacique; algo les contó a sus futbolistas, además de realizar varios retoques posicionales a fin de estabilizar una nave que iba a pique. Y en adelante, nada fue igual. El Granada empezó a manejar la pelota con cierto criterio, se asociaba y avanzaba metros en bloque. No halló respuesta. El Athletic pareció adoptar un perfil más contemplativo y sus piezas dejaron de gozar de la pelota y de los espacios explotados previamente.

Y el insospechado cambio de decorado se asentó a raíz de una acción desgraciada: un mal centro de Ricard, que corrió la banda sin oposición, lo cabeceó a la red Galarreta, sí, Galarreta. Iba reculando y en su afán por cortar el envío se sacó un remate impecable, imposible para Simón, el más sorprendido de todos. Huelga apuntar que el empate tuvo un efecto euforizante en las filas del Granada. Desenvolverse como se supone que un equipo debe, sin alardes pero con un mínimo de criterio, le había procurado una recompensa que, por supuesto, no estaba dispuesto a malgastar.

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En imágenes: Granada y Athletic homenajean al socio fallecido Agencias

Mas el desahuciado conjunto nazarí no se limitó a conservar el empate, insistió, fue amasando posesión y fabricó dos o tres llegadas, mientras el Athletic se iba apagando, sus delanteros desaparecieron, ya no se iban de nadie, y la incomodidad se hizo patente en el resto de las líneas a cada minuto que pasaba. Valverde percibió síntomas de desorientación, y de cansancio en el caso de De Marcos. Asimismo, relevó a Guruzeta, víctima de un pisotón en zona delicada. Posteriormente, retiró a un Galarreta que pareció afectado en lo anímico y no colaboraba en demasía con Prados. Cerca de la conclusión, ordenó la quinta sustitución, solicitada por un Prados acusaría su escaso rodaje en competición y haber jugado completa la reciente cita copera.

Aunque se registraron sendos cabezazos de Herrera y Paredes, el equipo no recuperó el mando y tuvo que emplearse a fondo para que el asunto no fuese a mayores. Así se consumó un tropiezo, no cabe calificar de otro modo este empate a domicilio, que no entraba en ningún cálculo. La relevancia del pinchazo se conocerá en breve. Acaso se trató de un simple accidente, un tropiezo sin más, nadie está libre de que se le escape un borrón, pero la impresión fue descorazonadora.