Se mire como se mire y sin restar importancia al hecho concreto de volver a casa con algo tangible en la maleta, en este caso un empate, el desenlace de Son Moix deja un regusto insípido, por decirlo suavemente. Más que nada porque cada año se demuestra que este tipo de partidos acaban teniendo una enorme influencia en el balance. Desde luego, el Athletic puede dar fe de ello. En sus últimos seis intentos por conquistar plaza continental, los márgenes que le han impedido lograrlo muestran cuánto penalizan duelos mal resueltos ante adversarios del nivel del Mallorca.

Ya en el ejercicio anterior, el equipo de Ernesto Valverde tuvo que conformarse con sumar dos de los seis puntos que le disputó al cuadro de Javier Aguirre. Por supuesto que fueron varios más los marcadores de similar signo ante oponentes asequibles. Por ejemplo, el saldo con el Getafe fue idéntico, dos igualadas. Dos triunfos en los cuatro compromisos enumerados hubiesen valido para meterse en Europa. También cabría recordar, porque sin duda motivos sobran, que el Athletic solo obtuvo un punto de seis contra Osasuna, precisamente el rival que le antecedió en la tabla y le arrebató la séptima posición.

En este sentido, habrá que celebrar la reciente victoria en El Sadar, así como la rubricada a costa del Betis, otro enemigo al que no hubo manera de superar en la campaña anterior. Son seis puntos extra en el casillero rojiblanco, pero no quita para que haya que lamentar que el Mallorca se escapase entero después de comprobar los limitadísimos recursos que atesora.

La alusión al viento que a modo de atenuante para la deficiente actuación de sus hombres esgrimió Valverde, entraría en el capítulo de lo anecdótico si no fuese un brindis al sol. Es decir, que lo dijo a sabiendas de que no le pasaría factura. Argumento tan frágil enlaza automáticamente con los mensajes emitidos por Mikel González, un rato antes del encuentro y en la rueda de prensa celebrada ayer, donde las intervenciones de Jon Uriarte tampoco desmerecieron.

Es obvio que existe un afán institucional por vestir el muñeco sin reparar en el contenido de lo que se comunica. Transcurrido un año de mandato de la directiva de Uriarte, se apilan las valoraciones y las conclusiones carentes de base sólida. Tampoco faltan revelaciones que por sí mismas deslegitiman el conjunto de aquello que Ibaigane y Lezama pretenden vender como coherente.

Por empezar por lo último, si los responsables (Uriarte y González, con el apoyo de Valverde) son capaces de afirmar y sostener que Aymeric Laporte pudo haber venido al club este verano, no pueden extrañarse de que su credibilidad esté en entredicho. Un futbolista que en julio contaba con una propuesta de 20 millones anuales y que finalmente cobrará 25 del mismo pretendiente, jamás pudo hallarse en la órbita del Athletic.

Pero hay más. Se ponen en evidencia si quieren convencernos de que se han movido para traer a Laporte pues, de ser cierto, cómo se come que dejasen marchar a Iñigo Martínez, cuya ficha ni por asomo es tan exagerada, sin siquiera haber establecido un mísero contacto con él. Hilado con esto, merece un aparte que González soltase que este año la plantilla “es más completa”. Imposible, dado que no está el mejor jugador del último lustro y no han traído a nadie para compensarlo.

Pero parece que todo vale. La plantilla no ha mejorado con la inclusión de Galarreta, que ojalá sea relevante, y viene a una línea plagada de treintañeros (Vesga, Dani García, Herrera, Muniain y él) y detrás no hay nadie con visos de ser relevante en el corto plazo. No obstante, esta visión corta es la que caracteriza la planificación del club, que en un plazo de dos años deberá negociar más de la mitad de los contratos hoy vigentes.

Lleva razón el presidente al señalar que “nadie piensa que sea inviable” el regreso a Europa. Siendo así, no es preciso que, al igual que un año atrás, asegure que marcar públicamente dicha meta es fruto del consenso de los diversos estamentos que forman la entidad. Hombre, si el aficionado en general lo ve viable, solo faltaría que los de dentro discrepasen. Sería un problema. Pero es que además la frustración a la que se asiste año sí y año también, nace de la constatación de que el equipo lo ha tenido en la mano. No es el cálculo del forofo, es la pura realidad y habría que volver a hablar de esos puntos que van quedando por el camino, los dos que no se trajeron de Son Moix sin ir más lejos.

Y la apelación a la unidad, el llamamiento al socio, pues más de lo mismo. El club estará orgulloso de los registros habidos en materia de aforo, aunque la práctica desmienta que más gente y más ruido garanticen el éxito: ocho triunfos, ocho derrotas y tres empates componen la estadística liguera 2023-23 en San Mamés.