La gente del fútbol respeta y aprecia a Blas Ziarreta (Santurtzi, 1947). Su extensa trayectoria le convierte en un referente, acaso nadie posea un conocimiento tan exhaustivo de la materia prima que existe en la provincia y en todo el ámbito de influencia del Athletic. No sería su único valor, aunque por sí solo justifica las dos décadas que ha cubierto en Lezama, siempre en segundo plano, sin ningún afán de notoriedad.

Acaba de concluir un ciclo de más de medio siglo ligado al fútbol.

Seguiré viendo fútbol, estaré pendiente de lo que pase, pero ya no a nivel profesional.

No habrá olvidado cuándo, dónde, cómo nació su vínculo con el balón.

¡No me voy a acordar! Con cinco años de edad aparezco en la foto de la creación del Club Deportivo Santurtzi. Hace poco salió esa imagen en un periódico del pueblo, le pedí a mi mujer que la mirase y me reconoció. Iba a todos los partidos del Santurtzi con mi padre, a todos los campos, y con siete años me llevó por primera vez a San Mamés. Desde entonces he ido siempre que mis obligaciones me lo han permitido. Guardo un recuerdo especial de aquella Copa de Europa con el Oporto, el Honved y el Manchester. Todavía estoy viendo el campo nevado. De chaval estudiaba en la Escuela de Aprendices, acabé maestría industrial y a los 17 años empecé a trabajar. También jugaba al fútbol.

Como todos los chavales de aquella época.

Jugué en el juvenil de la General Eléctrica y llegué a estar en la selección vizcaína con Txetxu Rojo, Nico Estéfano, Lavín, Nogales,… Pasé al Getxo y me rompí un tobillo. Luego, antes de ir a la mili, hice unos meses en el Gallarta. A la vuelta ya empecé a entrenar al juvenil del Gallarta. Tenía 24 años.

Estaba predestinado a sentarse en un banquillo.

Desde crío veía mucho fútbol, me gustaba analizar el juego. Pasaba horas y horas. No iba a salas de fiesta ni nada así, lo mío era el fútbol. En aquella primera etapa pase por distintos clubes, Gallarta, Santurtzi, Sestao, Erandio,…

Todo de corrido.

No paré. Entrené 33 años de manera ininterrumpida, excepto un año en que aproveché para sacarme el carnet nacional. Entonces, en la 86-87, Ángel Villar, que era el presidente de la Vizcaina, me ofreció la selección juvenil y quedamos campeones.

Siempre tenía equipo. Sería por algo.

Bueno, en todos los equipos conseguimos algún ascenso de categoría. No siempre me fue bien, pero lo fundamental de mi labor era que sacaba jugadores de Regional y los ponía en Segunda División. A ver quién tenía cojones para hacer eso. Al Erandio le llevé hasta Segunda B, donde le mantuve dos temporadas, pero a la vez también trabajaba en la fábrica. Tenía la ilusión de cumplir como entrenador, pero sin la ambición de ser profesional.

Y le daba para compaginar ambas tareas.

Sí, había desplazamientos en que salíamos el viernes para volver el lunes y a mí el autobús me dejaba en la puerta de la fábrica. Así que a casa no llegaba hasta la noche.

¿Cuánto duró semejante trajín?

Estuve en el River del 88 al 91 y después dirigí dos años el Bilbao Athletic. Ahí ya tuve que pedir una excedencia en el currelo. Luego, lo pensé mejor y volví a la fábrica a la vez que cogía el River otra vez. Entonces hubo cambios en la empresa y rescindí el contrato, así que en el 93 me convertí en profesional del fútbol a todos los efectos. Permanecí en el River hasta el 96, en el 95 subimos a Segunda, pero seguido el club desapareció y marché al Aurrera de Vitoria. Este contrato lo pagó el Athletic. Quedamos líderes en Segunda B y no ascendimos por un pelo.

Le seguía yendo bien.

En aquel momento tuve ofertas y elegí el Burgos, por estar cerca de casa, pero no estuve cómodo. Fui al Gernika y en octubre me llamaron del Badajoz, en Segunda, los dueños eran argentinos. Lo cogí como colista y en febrero estábamos fuera de peligro. Fue un año difícil en todos los sentidos, murieron mi padre y mi mejor amigo y entonces me decía lo bien que estaba en la fábrica, pero era profesional y… Estando en el Badajoz me comprometí para el año siguiente con el Eibar, que se salvó de bajar a Segunda B con Barasoain. Tenía claro que no me quedaría donde estaba, solo, sin la familia. En el Eibar fueron cuatro años. En 2004 entré en Lezama y hasta ahora.

El Athletic le fichó para desarrollar otras labores, no volvió a sentarse en un banquillo.

Así fue. Tuve proposiciones, del Alavés y de más sitios, pero ya me había hecho a la idea de quedarme en Lezama. Tenía 57 años y otra manera de ver las cosas. No me atraía hacer de nuevo la maleta. Al principio formé parte de la Comisión Deportiva, con Txema Noriega, Dani y Koldo Asua. Me dedicaba a la relación con los clubes convenidos.

En estos veinte años ha desempeñado diversas funciones.

Captación, fidelización de jugadores, composición de plantillas, secretario técnico. Siempre en temas relacionados con la cantera, del filial hacia abajo. Para mí, un trabajo muy importante. En el fútbol no todo es entrenar. Jamás me he llegado a preguntar qué pintaba yo aquí mientras he estado en el Athletic. El fútbol ha sido mi vida y tengo la capacidad para adaptarme a las situaciones que se te presentan. Trabajar para el Athletic ha sido un placer.

El lugar idóneo para un enamorado del fútbol y del club.

Se dicen muchas cosas sobre el Athletic, que si es una religión y frases parecidas. Para mí es lo máximo. Y como es algo que quieres tanto, no te paras a pensar el porqué.

“Quiero al Athletic porque representa a un pueblo; más que por sus triunfos, por sus valores y, sobre todo, por su filosofía”

Cada cual tendrá una razón.

La mía, indudablemente, es que representa a un pueblo. Si quiero al Athletic no es por los triunfos, quiero que gane, claro, pero es bastante más que eso, son sus valores y sobre todo su filosofía. Además, es el sitio ideal para trabajar. Y la clave de la labor que se hace dentro, en la cantera, es ver partidos sin límite. 

Existe un debate abierto en torno a Lezama, sobre cómo afecta a su funcionamiento la celebración de elecciones cada cuatro años. Usted ha sobrevivido a esa dinámica que suele tener consecuencias directas en el organigrama.

Sí, me he mantenido, he tenido la suerte de tener continuidad.

¿Solo suerte?

Habrá sido también porque estaba valorado, supongo. Más a mi edad, que no es algo muy habitual en el fútbol, pues la tendencia lleva a que las estructuras se vayan llenando de gente joven.

Habrá vivido experiencias de todos los colores, directivas con las que ha estado más o menos a gusto, directrices que compartía o no.

Cambian algunos matices, pero la práctica en el campo es la misma. Lo que va cambiando es todo lo que hay alrededor, se incorporan más medios: que si la informática, los datos, actividades paralelas. Es verdad que con los años se va ampliando el mapa estructural, pero al final el fútbol es lo que pasa en el campo.

El fútbol no deja de incorporar nuevos métodos, ha evolucionado mucho en las últimas décadas.

Se intenta que el jugador sea más atlético, que tenga más calidad, mayor velocidad de ejecución. Sí, se va avanzando, pero sigue siendo fútbol, es lo que sostengo. Habrá más técnicos e influirá todo este embrollo de la modernidad, pero el lenguaje del fútbol no varía.

“El fútbol es algo sencillo, toda la terminología que ahora gusta utilizar no consigue que en lo esencial el fútbol cambie”

Se le ve un tanto reticente con las tendencias que prevalecen en los últimos tiempos, también en el Athletic.

La innovación tiene sentido en una medida normal, su influjo es relativo, no podemos pretender cambiar lo que es el fútbol. Mira, el fútbol es algo muy sencillo y toda la terminología que ahora gusta utilizar, aunque a algunos les suene muy bien, no consigue que en lo esencial el fútbol cambie.

Pese a los vaivenes habidos en Lezama, el Athletic no ha dejado de competir, han seguido saliendo jugadores. 

Sí, igual no tantos como quisiéramos, pero el primer equipo se va alimentando con gente de la cantera. A mi entender, el problema estriba en que los plazos en que se producen los cambios son muy cortos, quizá no en lo que atañe a las directivas, pero sí para Lezama. Cuatro años es muy poco tiempo. El trabajo iniciado que da frutos debería tener una duración mínima de ocho o diez años. Así tendría sentido exigir a quienes dirigen y se evolucionaría para seguir en la vanguardia. En el plazo que digo se vería lo que el trabajo da de sí. El chaval entra en alevines con diez años y llega al primer equipo con 20 ó 21.

Lo que expone suena lógico.

Diez años dan margen para opinar con elementos de juicio. Se comprobaría si el rendimiento es el adecuado y se acertaría más. Si hay un cambio cada cuatro años, el primer año está condicionado por la introducción de novedades y llegas al cuarto sin ver de verdad si el cambio ha merecido la pena. Y seguido viene otro cambio. Además, la cantera no es solo Lezama, pasa por todo el fútbol externo. Hay que invertir en el entorno, cuidar, formar, mejorar, de eso se nutre el Athletic.

“Con las modernidades actuales se trabaja demasiado la parcela de la informática y no se pule lo que se necesita en el campo”

Hace mucho hincapié en lo que ocurre en el campo.

Se necesita un estudio profundo de cuál debe ser el perfil del jugador del Athletic. ¿Cuál es el fútbol que cala en la afición? Hay que definirlo y para eso están los perfiles y para eso se ha de respetar mucho el proceso formativo. Por eso digo que lo que interesa realmente es el trabajo de campo. Aplicar una metodología para la mejora individual del jugador y de eso sale luego la mejoría colectiva. Pero para esto, insisto, hace falta un método apropiado. Y ahora, con las modernidades que están en boga se trabaja demasiado la parcela de la informática, no se pule aquello que se necesita en el campo. Todo profesional de Lezama debe tener muy presente la formación deportiva. ¿Qué es lo que queremos? Sacar futbolistas.

¿Se está perdiendo el norte?

No, pero no se mejora. Exigir a los profesionales no consiste en meter más horas, sino en aprovechar el tiempo. Claro que se puede progresar a través de la metodología, pero dejándonos de chorradas.

¿Ve el futuro con pesimismo?

El futuro no me preocupa. Soy optimista con el Athletic, a lo mejor por cariño. Tampoco es un optimismo desmesurado. No creo que esté tan mal, aunque lleve años sin ir a Europa siempre está cerca. Nuestro nivel es un 6 o un 7, puedes llegar a 8, como pasó en parte de la década anterior, o bajar un poco. Pero se mantiene ahí, llega a finales y semifinales de Copa… No deberíamos tener apuros, aunque en cada década algún año hemos andado renqueantes. El lugar del equipo fluctúa por las inyecciones económicas que reciben los rivales, pero esto es algo pasajero. Podemos tener un déficit, por ejemplo de delanteros goleadores, pero para esto está el trabajo específico que decía antes. Además, el Athletic se tiene que esforzar en suplir a los jugadores que han dado un rendimiento que ya no van a poder dar. Trabajar la cantera, sí; pero si hay necesidad, habrá que ir al mercado.

Pero si no hay dinero para fichajes.

Pero entonces tampoco se puede estar trayendo gente que no es mejor que lo que ya hay, gente que no va a ser significativa en el primer equipo; o traer gente que no mejora lo que tenemos en la cantera, gente sin visos de llegar a Primera. No tiene sentido.

El club anunció su marcha, pero me dice que prefería que no se hubiese hecho pública.

Mi intención era esa, terminar e irme a casa, pero el club propuso lo de la nota y acepté a pesar de que quería pasar desapercibido.

Esto último ha sido una constante en su trayectoria. 

Al menos, lo he intentado. Cuando entrenaba no podía, pero luego sí. Me va la sencillez. No soy de aspavientos en las buenas, ni de lamentos en las malas.

“Hubiera seguido, pero me he sentido desplazado, apartado; los que mandan, con su comportamiento me han empujado a dejarlo”

¿Por qué lo deja, estaba cansado o hubiera querido seguir?

A partir de agosto empecé a ver que iba a ser mi último año. No me sentía a gusto dentro de la nueva organización, no veía que tuviese mi sitio en ella. Si no, hubiera seguido más tiempo. En realidad, me he sentido desplazado y fui madurando la idea de jubilarme al final de la temporada. De hecho, en enero ya empecé a arreglar los papeles. No formar parte activa del actual proyecto me empujó a dejarlo. Veía que estaba apartado por la poca confianza que me transmitían los que mandan. Ellos mismos, con su comportamiento, me estaban diciendo que mi etapa en el Athletic ha terminado. En ningún momento he tenido relaciones con los de arriba; ellos saben más que yo. 

¿Siente pena?

No, pena no. He estado tranquilo, mentalizado y trabajando. Me adapto a lo que sea, soy alguien normal y me quedo con la ilusión de disfrutar con la familia, algo que quizá no he hecho antes por el trabajo. Eso sí, no dejaré de ir a los campos porque me encanta el fútbol en directo.

Alguna cosa ha dejado caer, pero se va sin hacer ruido.

Tengo mi opinión, pero el Athletic está por encima de todo y por eso prefiero no contar lo que de verdad pienso. Solo diré que en todos estos años he trabajado con mucha gente buena que ya no está en Lezama, grandes profesionales, técnicos y ojeadores.